Salmo 1:1-3
“Bienaventurado el varón que no
anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de
escarnecedores se ha sentado; Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y
en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes
de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace,
prosperará”.
La obediencia absoluta es obedecer
a Dios sin importar las consecuencias. Esto significa que obedecemos al Señor
aun cuando nuestros amigos elijan un camino diferente, o cuando tengamos por
seguro el sufrimiento o la humillación. Ver hecha la voluntad de Dios es más
importante que nuestro propio bienestar o nuestras ambiciones. Dejamos las
consecuencias a Dios, y nos aferramos a sus promesas: Él nunca nos desamparará
(Hebreos 13:5), y hace que todo obre para nuestro bien (Romanos 8:28).
Fíjese en la palabra “compromiso”
en el título de nuestro devocional. No estoy escribiendo de la obediencia que
surge en el momento (como en: Decido obedecer a Dios en esta ocasión), sino del
sometimiento como un estilo de vida. Poner restricciones al cumplimiento es muy
tentador; queremos ser capaces de cambiar de opinión cuando obedecer trastorne
nuestro estilo de vida, el resultado final no sea claro, o simplemente estemos
asustados. Pero déjeme hacerle esta pregunta: Si Jesucristo es el Señor de su
vida, ¿qué derecho tiene usted de ponerle límites a su voluntad?
Los creyentes no tienen el
derecho de establecer sus propios límites; su único criterio para tomar
decisiones debe ser: ¿Qué quiere el Señor que haga? La obediencia es siempre lo
correcto. Obedecer a Dios en todas las cosas, es el camino más seguro para tener
su favor.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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