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sábado, 17 de noviembre de 2012

¿QUÉ FRUTOS ESTÁS PRODUCIENDO?



Mateo 7:15-20
“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis”.

El pasaje de hoy nos enseña que, al igual que los árboles, algunas personas dan malos frutos mientras que otras dan buenos frutos. Algunos usan sus dones para servir a Dios, y predican el evangelio de Cristo y lo ponen en práctica en todo lo que hacen. Otros fingen ser fieles y mansas ovejas, pero en realidad son lobos rapaces que buscan su propio beneficio. Y Jesús advierte a sus discípulos: "Por sus frutos los conoceréis”.

El apóstol Pablo, en su primera carta a su hijo espiritual Timoteo, le aconseja lo siguiente: “Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza…” (1 Timoteo 4:13). Es decir si queremos producir buen fruto, tenemos que preparar nuestros espíritus dedicando tiempo a leer la Biblia. Entonces el Espíritu Santo nos capacitará para exhortar y enseñar a otros las buenas nuevas del evangelio. En el v.6 de este capítulo, Pablo le dice a Timoteo que debe nutrirse “con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido”. Una buena semilla, producirá buen fruto, de lo contrario, de una mala semilla saldrán malos frutos. En otras palabras, nuestros frutos serán de acuerdo a lo que sembremos en nuestros corazones y nuestras mentes. Si permanecemos en la lectura de la palabra de Dios, en la oración, en la exhortación y en la enseñanza; si persistimos en observar y practicar la sana doctrina, nuestros frutos afectarán positivamente a todos los que están a nuestro alrededor, así como a nosotros mismos.

No es posible producir este tipo de frutos si no permanecemos en una íntima comunión con el Señor. Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). La presencia del Espíritu Santo es esencial para vivir una vida cristiana fructífera. Sin él, no podemos producir buenos frutos, porque nuestra naturaleza pecaminosa tiende a producir malos frutos. La Biblia dice que los frutos de la carne son: “adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas... Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:19-23). Este es el fruto que Dios espera de sus hijos.

Pero si bien la semilla es muy importante, así como la presencia del Espíritu Santo, que es el que da el crecimiento, el terreno donde cae esa semilla es también de vital importancia. De acuerdo a la parábola del sembrador que Jesús contó a sus discípulos, en la humanidad hay cuatro tipos de terrenos, y de ellos hay tres tipos en los que la buena semilla no da frutos; sólo uno es capaz de producir buenos frutos. Dice Mateo 13:23: “Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno”. Sé obediente a la Palabra de Dios, de manera que tu corazón sea esa buena tierra a la que se refirió Jesús.

Se estima que en el mundo hay más de dos mil millones de cristianos. La pregunta es: ¿Están todos estos cristianos dando frutos? Y si están dando frutos, ¿qué clase de frutos? Si solamente cada uno de ellos produjera “a treinta por uno”, la humanidad entera conocería a Cristo como salvador, y el mundo en que vivimos sería una maravilla. Pero lamentablemente es todo lo contrario.

¿Y tú, qué frutos estás produciendo? Aplica esta enseñanza a tu vida. Si no estás dando los frutos que Dios espera de ti, hazte el propósito de hacer los cambios necesarios en tu vida, para que produzcas “a ciento, a sesenta, y a treinta por uno”.

ORACIÓN:
Bendito Dios y Señor, te ruego que hagas de mi corazón un terreno fértil que produzca una cosecha abundante de frutos que sean agradables a ti. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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