Aquejado por "la etapa
temprana de la enfermedad de Alzheimer", Thomas DeBaggio registró su
pérdida gradual de la memoria en un diario que se convirtió en el libro titulado
Losing My Mind [Perdiendo la razón]. El libro registra el perturbador proceso
en el que, poco a poco, todas las tareas, todos los lugares y todas las
personas quedan en el olvido.
La enfermedad de Alzheimer parece
ser una epidemia en estos días. Una razón es que las personas viven muchos años
más, dándole así a la enfermedad tiempo para echar raíces. Parte de la
investigación apunta en dirección a la herencia genética, un gen que permite
que racimos microscópicos inhiban la función cerebral. Esto lleva a una pérdida
gradual de la memoria, a alucinaciones, y finalmente, a la muerte.
Muchas personas tienen a algún
abuelo o a algún amigo mayor que padece los síntomas. Es trágico ver cómo una
persona que antes era mentalmente alerta, lentamente se olvida de cómo vestirse
o es incapaz de reconocer el rostro de algún amigo querido. Es como perder a la
persona antes de que ésta muera. ¿Acaso la mente de la persona que una vez
conocimos se está atrofiando lentamente, para nunca regresar?
Hay esperanza para el cristiano. La Biblia enseña que tenemos
un alma inmortal alojada dentro de un cuerpo terrenal. Para el creyente en
Jesús, en algún momento futuro este cuerpo mortal será transformado en un
cuerpo de resurrección indestructible como el que Jesús tenía en la mañana de la Pascua de Resurrección (1
Corintios 15).
A lo largo de nuestra existencia
terrenal, nuestros cuerpos están programados para descomponerse igual que todas
las otras formas de vida biológica en la tierra (2 Corintios 4:16-18). Pero
nunca debemos confundir el cerebro con el alma inmortal. El alma usa al cerebro
como a una compleja computadora orgánica. Pero el alma puede existir separada
del tejido nervioso ubicado dentro del cráneo (2 Corintios 5:8).
Cuando los creyentes mueren por
causa de la enfermedad de Alzheimer, esperan la resurrección de su cuerpo en el
cielo (2 Corintios 5:1-5). Pero aún más importante, reconocerán a Aquel que
murió para redimirlos. Recordarán lo que Él hizo y lo conocerán por las marcas
de los clavos en sus manos (1 Juan 3:1-2; 1 Corintios 13:12).
“Gracia y Paz”
Gracia y Misericordia
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