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viernes, 5 de octubre de 2012

¿QUÉ ESTÁS HACIENDO TÚ?


Nehemías 1:1-4
“Palabras de Nehemías hijo de Hacalías. Aconteció en el mes de Quisleu, en el año veinte, estando yo en Susa, capital del reino, que vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén. Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos”.

Nehemías había nacido en el exilio y allí llegó a ser copero de Artajerjes rey de Persia, posición muy privilegiada y de gran influencia en el reino. Sin embargo, cuando Nehemías supo como se encontraban los judíos en la tierra de Judá, y del estado de ruina en que estaba Jerusalén, y su muro derribado y sus puertas quemadas sintió gran tristeza en su alma e inmediatamente se puso en ayuno y oración, haciendo duelo y clamando al Dios de los cielos. Así comenzó una de las historias más edificantes de la Biblia, acerca de un hombre que no se limitó a lamentarse por aquella triste situación que estaban viviendo sus hermanos judíos, sino que, a pesar de los enormes obstáculos decidió actuar con el fin de reedificar los muros de Jerusalén.

Las oraciones de Nehemías fueron contestadas y pronto Dios comenzó a mover las circunstancias. Un día estando Nehemías sirviendo el vino al rey, este se dio cuenta de que algo no andaba bien y le preguntó: “¿Por qué está triste tu rostro? pues no estás enfermo. No es esto sino quebranto de corazón” (Nehemías 2:2). Esto dio oportunidad a Nehemías de exponerle al rey el motivo de su tristeza, e incluso se llenó de valor y le pidió permiso para ir a Judá a resolver el problema. Dios le dio gracia ante los ojos del rey, y este le concedió lo que pedía con creces, pues además lo nombró gobernador de Judá, y le dio cartas para facilitarle conseguir la madera y otros materiales necesarios para la obra de reconstrucción.

Así partió Nehemías con rumbo a Jerusalén, y al llegar lo primero que hizo fue dar un recorrido por toda la ciudad con el fin de tener una buena idea de la magnitud del trabajo que tenían que realizar. Y como si fueran pocas las dificultades e inconvenientes que tenían frente a ellos, comenzaron a aparecer enemigos de las ciudades cercanas que se oponían vehementemente a la reconstrucción del muro, el cual haría de Jerusalén nuevamente una ciudad fortificada y segura. Entonces Nehemías se dirigió a aquellos que participarían en la obra de construcción y les dijo: “Vosotros veis el mal en que estamos, que Jerusalén está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego; venid, y edifiquemos el muro de Jerusalén, y no estemos más en oprobio. Entonces les declaré cómo la mano de mi Dios había sido buena sobre mí, y asimismo las palabras que el rey me había dicho” (Nehemías 2:17-18). Entusiasmados por la exhortación de Nehemías, aquellos hombres se levantaron decididos a derrotar todos los obstáculos que había ante ellos, y dijeron: “Levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron sus manos para bien”. Y comenzaron la obra de reedificación del muro. De esta manera, con la ayuda de Dios, terminaron la obra de reconstrucción. Y dice la Biblia que dedicaron el muro en una gran fiesta en la que todo el pueblo celebró la victoria “con alabanzas y con cánticos, con címbalos, salterios y cítaras” (Nehemías 12:27).

¿Cómo aplicamos esta enseñanza en nuestras vidas? Al igual que usó a Nehemías, Dios puede usarnos a nosotros. Estamos viviendo en un mundo perdido, cada vez más corrupto e inmoral en el que una gran cantidad de personas, muchas de ellas conocidas nuestras, viven en tinieblas caminando ciegamente hacia la condenación eterna. A muchos de nosotros nos duele esta situación, pero la pregunta es: ¿Qué estamos haciendo? ¿Nos limitamos a lamentarnos y a orar por esas almas perdidas, o seguimos el ejemplo de Nehemías y ponemos manos a la obra? Pídele a Dios que te capacite y te use como instrumento para llevar a cabo su plan de salvación para esta humanidad.

ORACIÓN:
Bendito Dios, te ruego me ayudes a dejar de ser insensible ante la maldad y el pecado de este mundo, y de alguna manera ser instrumento tuyo para hablarle a los demás de la salvación que tú ofreces. En el nombre de Jesús. Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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