Romanos 8:1-4
“Ahora, pues, ninguna condenación
hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne,
sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús
me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible
para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en
semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la
carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos
conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”.
Algunos creyentes están turbados
por sentimientos de condenación. O bien piensan que nunca estarán a la altura
de las expectativas de Dios para ellos, o están casi a punto de ahogarse en la
culpa por sus pecados del pasado. Estas personas no parecen librarse del
sentimiento de que Dios está molesto por sus insignificantes esfuerzos de
parecerse más a Cristo.
El libro de Romanos confronta
esta mentira: “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos
8:1). Cuando el Salvador fue a la cruz por nosotros, quitó de nuestros hombros
la culpa, y nos convirtió en justos delante de Dios. Esos sentimientos de
condenación ya no son nuestros; son de Satanás. Éste acentúa nuestros
sentimientos de culpa y de incompetencia, y luego sugiere que así es como el
Señor piensa de sus “hijos descarriados”. Nada puede estar más lejos de la
verdad. Nuestros pecados fueron borrados, y hemos sido escogidos y amados por
Dios.
La condenación es solo para
quienes rechazan al Señor (Juan 3:36). El pecado es una sentencia de muerte (Romanos
6:23). Cualquiera que elija aferrarse al pecado en vez de buscar el perdón
divino, sufrirá el castigo: la separación eterna de Dios. Dos sinónimos de
condenar son “denunciar” y “maldecir”. Esas palabras describen la declaración
de Jesús en cuanto a los incrédulos, en Mateo 25:41: “Apartaos de mí,
malditos”.
No hay ninguna condenación para
quienes reciben a Cristo como Salvador. El castigo del creyente ya ha sido
pagado, y ya no tiene culpa delante de Dios. Confíe en el amor de Jesucristo, y
no haga caso de las mentiras de Satanás. Los hijos de Dios están cubiertos por
su gracia y el sacrificio en la cruz.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
No hay comentarios:
Publicar un comentario