Éxodo 5:22-23
“Entonces Moisés se volvió a
Jehová, y dijo: Señor, ¿por qué afliges a este pueblo? ¿Para qué me enviaste?
Porque desde que yo vine a Faraón para hablarle en tu nombre, ha afligido a
este pueblo; y tú no has librado a tu pueblo”.
El meteorólogo de la televisión
local a veces señala su mapa y dice algo así: “Todo parece indicar que las
cosas van a empeorar antes de mejorar”. Con seguridad a muchos de los que lo
escuchan no les gustará la noticia. Sin embargo, mucho peor es cuando un
pronóstico como este se refiere a la vida de algunos que, estando en medio de
una prueba, reciben noticias desalentadoras que hacen aun más difícil su
situación.
Este fue precisamente el caso del
pueblo de Israel cuando Moisés, por órdenes de Dios, se preparaba para
liberarlos de Egipto. Los israelitas habían estado clamando por mucho tiempo a
Dios para que los liberara de la esclavitud en la que se encontraban. El Señor
envió a Moisés con la encomienda de sacarlos de Egipto y llevarlos a la Tierra Prometida.
Sin embargo, la situación comenzó a empeorar para ellos, pues en lugar de
dejarlos ir Faraón acusó a los esclavos hebreos de holgazanear en el trabajo
(Éxodo 5:17), y mandó a que les multiplicaran las tareas, fueron despojados de
ciertas concesiones que tenían y el maltrato aumentó considerablemente. Es
decir, la situación pasó de mala a terrible.
El pasaje de hoy nos muestra a
Moisés, frustrado y decepcionado, clamando a Dios en amargura, pidiéndole una
explicación de lo que estaba sucediendo. No podía creer lo que estaba
ocurriendo después que el Señor le prometió que estaría con él (Éxodo 3:12).
Sin embargo Dios le contestó: “Ahora verás lo que yo haré a Faraón; porque con
mano fuerte los dejará ir, y con mano fuerte los echará de su tierra” (Éxodo
6:1). Dios tenía un plan, y allí mostró su poder enviando diversas plagas sobre
los egipcios, hasta que finalmente Faraón cedió y dejó en libertad a los
israelitas, los cuales se dirigieron hacia la tierra prometida guiados por su
líder Moisés.
Un ejemplo similar lo vemos en
Jueces capítulos 6 y 7, cuando Dios le encomendó a Gedeón la tarea de liberar a
Israel de manos de los madianitas. El ejército de Madián era muy numeroso y
mejor armado que los israelitas. Sin embargo, Dios le dijo a Gedeón: “El pueblo
que está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en su mano, no
sea que se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado” (Jueces
7:2). Entonces redujo el número de hombres del ejército israelita, primero de
treinta y dos mil a veintidós mil. Esto, desde luego, no agradó a Gedeón. Pero
la situación empeoró aun más cuando Dios continuó reduciendo el número de
soldados hasta llegar a solamente trescientos. Entonces el Señor se dirigió al
atemorizado Gedeón, y le prometió que con esos trescientos hombres, él
entregaría a los madianitas en sus manos (Jueces 7:7). Y dice la Biblia que mientras “los
trescientos tocaban las trompetas, Jehová puso la espada de cada uno contra su
compañero en todo el campamento”, es decir, los soldados enemigos comenzaron a
matarse entre sí hasta que su ejército fue destruido y Gedeón y sus hombres
obtuvieron una resonante victoria.
Por medio de estos dos ejemplos
(y de muchos otros), la Biblia
nos enseña que muchas veces Dios permite que pasemos por situaciones que van de
mal a peor con el fin de probarnos. En primer lugar el Señor quiere fortalecer
nuestra fe, y en segundo lugar él quiere que quede bien claro que la gloria y
la honra de la victoria final pertenecen solo a él.
¿Estás en medio de circunstancias
tan difíciles que te parece imposible que puedas sobrevivir? ¿Crees que en
lugar de mejorar, más bien la situación está empeorando? Medita en la enseñanza
de hoy. Si sientes temor o el pesimismo intenta envolverte, comienza a orar,
deposita tu confianza en el Dios todopoderoso y no mires las circunstancias a
tu alrededor. Mantente firme, espera con paciencia y, al igual que a Moisés y a
Gedeón, el Señor te dará la victoria.
ORACIÓN:
Padre santo, te pido que aumentes mi fe, de manera que en las difíciles
circunstancias actuales, pueda yo ver la victoria de tu poder en mi vida. A ti
sea toda la gloria y la honra. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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