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lunes, 10 de septiembre de 2012


Mateo 6:6
“Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”.

Uno de los lugares que más fortalece la fe del creyente es estar “a solas con Dios”. Nuestro Señor Jesucristo nos dejó la gran enseñanza acerca de la oración y donde efectuarla con eficacia.

Es en la soledad con nuestro Dios cuando nos derramamos tal cual somos, depositamos toda nuestra ansiedad sobre él y nos levantamos en su paz que sobrepasa todo entendimiento.

Cada hombre de Dios que registra la sagrada escritura tuvo aquella cita “a solas con Dios” Observemos algunos ejemplos:

1. Elías
En este profeta vemos el clásico contraste de todo creyente. Un día lo vemos enarbolando el pendón de Dios, con vehemencia y valentía, tanto así que confronta a cuatrocientos profetas falsos en el nombre del Señor Dios de los Ejércitos (1 Reyes 18:20-40). Al otro día lo vemos deprimido y presa de cientos de temores y la pérdida total de la confianza en Dios (1 Reyes 19:1-18) Lo interesante de todo este episodio, es que en esa huida se revela la fragilidad del hombre de Dios, la confianza había sido reemplazada por la desconfianza y la valentía por el temor. Ya no era la voz de Dios la que lo llenaba, ahora las amenazas de la terrible Jezabel eran el feroz rugido que invadía su alma y su mente y que lo tenía en un estado de profunda angustia. Tal era el estado de Elías, que ya no era capaz ni de reconocer la protección ni la provisión de Dios.

No obstante, este descenso de Elías tenía un propósito: estar “a solas con Dios”, y es así cuando llega a una cueva para pasar la noche. “Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?” (1 Reyes 19:9). Lo extraordinario de aquel relato es la expresión de Dios al revelar su compañía incondicionalmente fiel.

Dios no le dice ¿Qué haces ALLI? como quién esta lejos o alejado de aquel lugar, por el contrario, el Señor le dice “¿Qué haces AQUÍ? Elías no estaba solo, o mejor dicho, estaba “a Solas con Dios”, y sin duda, fue el mejor momento para él. La consolación y la fuerza solo provienen en la soledad con El Señor.

2. David
La experiencia del propio David no fue distinta. En un tiempo lo vemos huyendo de Saúl, lleno de pavor y descontrol, dejando una seguidilla de consecuencias por causa de su falta de fe. La confianza en Dios de los ejércitos, aquella que le había dado la victoria frente al gigante filisteo, ya no lo afirmaban, ahora era un cúmulo de temores que lo invadían y lo llevaban por una desesperada huída para finalmente llegar derrotado a una cueva que lo acoge y lo restaura.

Es la afamada cueva de Adulam. Aquel refugio donde no solo llega un deprimido David, sino que otros en las mismas condiciones. Afligidos, endeudados y amargados; menesterosos de ser escuchados, comprendidos y restaurados. Es una masa humana sin rumbo y sin propósito.

Es ahí donde David escribe el entrañable salmo 57: “Ten misericordia de mí, OH Dios, ten misericordia de mí; Porque en ti ha confiado mi alma, Y en la sombra de tus alas me ampararé Hasta que pasen los quebrantos”. Es allí donde David, al igual que Elías, experimenta el estar “solas con Dios”

3. Jonás
El profeta Jonás pretende huir de la misma presencia de Dios. Decidido a desobedecer al mandato divino, emprende un rumbo diferente al que El Señor le había indicado.

Luego de que Dios levanta una gran tempestad permitiendo azotar a la nave en la cual iba Jonás, los hombres que con él iban deciden echarlo al mar. Es ahí cuando aparece aquel lugar preparado en donde el profeta se encontraría “a solas con Dios”.

El relato es hermoso. Es un gran pez que había sido preparado por Dios para establecer el encuentro tan anhelado por él y tan necesario para Jonás.

La mas hermosa y entrañable oración de Jonás fue realizada desde el vientre de un gran pez que mas tarde Dios mandó a que lo vomitase en tierra. Fue allí donde Jonás se derrama delante de Dios y desde allí Dios extiende su infinita misericordia.

A diferencia de Elías y de David, Jonás se reúne “a solas con Dios” no en una cueva, sino que en un lugar menos apropiado e ilógico para nuestra mente humana, no obstante necesario para los planes soberanos y eternos del Señor.

Constantemente Dios buscará estar a solas con nosotros. No somos nosotros los que buscamos anhelantemente estar “a solas con Dios”, sino que él nos anhela celosamente e intervendrá tarde o temprano en nuestra vida para poder establecer el encuentro.

Recordemos las palabras del Señor Jesucristo cuando decía: “... tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto...” Mateo 6:6. Dios no solo es omnipresente, sino que además es omnisciente. El no solo esta en lo secreto, sino que además ve en lo secreto. Conoce todo nuestra vida y esta en todas partes. En donde le honremos y aún donde a causa del pecado le deshonremos, el nos mira. Nos podemos ocultar de los hombres, pero de Dios jamás.

Nuestra naturaleza pecaminosa tiene aquel sello absurdo de pretender huir y escaparse de la presencia de Dios. Desde Adán, el hombre busca ocultarse de su Creador, pero todo ese intento es inútil. El salmista decía: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?” Salmos 139: 7.

Los infructuosos intentos de huir de Dios quedan al descubierto en las sagradas escrituras. No solo Elías, David y Jonás intentaron escapar de Dios y de salvar su vida, sino que cada uno de los creyentes tiene tarde o temprano, de una u otra manera, esta misma experiencia. No obstante, el destino de esta obstinada huída tendrá su único fin, encontrase “a solas con Dios”.

Amados hermanos, Dios nos tiene en su mano potente y poderosa de la cual nadie ni nada nos podrá apartar. Si su condición actual es de una constante huida al llamado de Dios, a las responsabilidades en la iglesia y su testimonio esta siendo deteriorado, sepa pues que si Ud. es un legítimo creyente, El Señor intervendrá tal cual como lo hizo con Elías, David o Jonás, tal vez de la manera menos esperada, a fin de que se establezca aquel necesario e inevitable encuentro “a solas con Dios”. Que así sea, Amen.

“Gracia y Misericordia”

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