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miércoles, 11 de julio de 2012

¿CÓMO ES TU TESTIMONIO?

2 Timoteo 1:8-10

“Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio”.

Un testimonio es una declaración en la que una persona afirma o asegura algo de lo cual ha sido testigo. Cuando se trata de nuestra relación con el Señor, este pasaje nos enseña que nunca debemos avergonzarnos de dar testimonio acerca de lo que Dios, en su inmenso amor y misericordia, ha hecho en la vida de nosotros por medio de su Hijo Jesucristo.

En nuestro testimonio se destaca en primer lugar la manera en que actuamos. Nuestra conducta siempre dirá a los demás cómo es nuestra relación con Dios. Lo que hagamos testificará de la grandeza de Dios o de nuestra propia hipocresía, si proclamamos el nombre de Jesús con nuestros labios pero mostramos muy poca evidencia de su presencia en nuestras vidas. Jesús, refiriéndose a los falsos profetas, dijo a sus discípulos: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16). O sea, sus acciones mostrarán lo que hay en sus corazones. Y en su segunda carta a los Corintios, el apóstol Pablo escribió: “Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres” (2 Corintios 3:2). Ciertamente somos cartas abiertas, y quien menos nos imaginamos puede estarlas leyendo en un cierto momento.

También testificamos con nuestra conversación. Las cosas que decimos sobre cualquier tema que estamos tratando, muestran a los demás una imagen clara de nuestra fe y nuestra relación con el Señor. Las palabras que pronunciamos pueden tener un impacto muy grande en la vida de una persona, ya sea para bien o para mal. En Mateo 12:37, Jesús les dice a un grupo de fariseos: “Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”.

Las palabras que salen de tu boca, ¿alaban y glorifican el nombre de Dios, o todo lo contrario?

Los discípulos de Jesús fueron testigos de los milagros y las maravillas hechas por el Señor durante su ministerio en la tierra. Después de su resurrección, justo antes de ascender al cielo, Jesús les dejó la encomienda de testificar al mundo lo que ellos habían visto y oído. En Lucas 24:48 les dijo: “Vosotros sois testigos de estas cosas”. Cuando Pedro y Juan fueron encarcelados, y después llevados ante el concilio y el sumo sacerdote, fueron advertidos que no continuaran hablando ni enseñando en el nombre de Jesús. Y ellos respondieron: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hechos 4:19:20).

Ahora, nosotros tenemos el maravilloso privilegio de continuar con esa encomienda dada a los apóstoles, compartiendo nuestro testimonio y predicando el evangelio a otras personas. Nuestras experiencias personales no pueden ser refutadas por nadie, porque nosotros sabemos mejor que nadie lo que hemos pasado en la vida, y la manera en que Dios se ha manifestado en nuestros momentos difíciles. Esto significa que cada creyente tiene un arma muy poderosa en su arsenal espiritual. Cuando tú compartes lo que Cristo ha hecho en tu vida, nadie puede decirte: “Eso no es así” o “Eso no sucedió en realidad”. Nuestro testimonio de fe es la narración genuina e innegable del poder y el amor de Dios en acción.

Separa unos minutos para preparar un bosquejo de tu historia de fe. Tú nunca sabes cuando se te va a presentar la oportunidad de compartir con alguien el mensaje de salvación de Jesucristo, y cuando llegue ese momento, la mejor arma que vas a tener a tu disposición es el testimonio de lo que Cristo ha hecho en tu vida.

ORACION:
Padre santo, te doy gracias por lo que tú has hecho en todos los aspectos de mi vida. Te ruego me ayudes a dar al mundo un testimonio que honre y glorifique tu nombre, y que sirva para que otros vengan al conocimiento de tu Hijo Jesucristo. En su santo nombre te lo pido, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios Te Habla

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