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viernes, 15 de junio de 2012

¿SIENTES SED DE DIOS?



 Salmo 42:1-2
“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?”

¿Entiendes lo que David sentía cuando escribió “Mi alma tiene sed de Dios” en el pasaje de hoy? Sin duda alguna todo ser humano sentirá “hambre” y “sed” de muchas cosas en su vida. Muchos estudios demuestran que además de nuestras necesidades básicas relativas a la comida y al agua, todos tenemos una serie de necesidades emocionales y espirituales que anhelamos satisfacer. Entre ellas amor, aceptación y seguridad. La mayoría de las personas en este mundo pasan años buscando alguien o algo que satisfaga esas necesidades. Lo que muchos no entienden es que Dios es la única fuente de total satisfacción para esas necesidades. Sólo en él se puede encontrar la aceptación, la seguridad, el amor, el gozo y la paz que pueden calmar de manera profunda y permanente cualquier sed o hambre espiritual por grandes que estas sean. Así declaró Jesús a la mujer samaritana, cuando se la encontró junto al pozo de Jacob: “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:13-14).

Quizás no lleguemos a tener muchas riquezas y posesiones en esta vida, pero lo más importante es tener a Dios. Y porque él es nuestro Padre, debemos continuamente sentir en nuestros corazones un ferviente deseo de conocerlo cada vez más profundamente. Mientras mayor sea nuestra sed y hambre del Señor, más se va a revelar él a nosotros. Y mientras más él se revela, más le amaremos y confiaremos en él y más bendiciones recibiremos. Cuando verdaderamente deseamos y buscamos a Dios, él abre nuestros corazones y nuestras mentes para que veamos cosas que de otra manera nos sería imposible ver. Entonces experimentaremos el gozo, la paz y la felicidad que solamente están disponibles a través de la presencia y el poder de nuestro Señor Jesucristo.

Cuando una persona siente hambre y sed de Dios, pasar tiempo a solas con él se convierte en su prioridad. Esta persona sentirá la necesidad de tener compañerismo con el Señor, y hará el tiempo para ello, cualquiera sean las circunstancias que le rodeen. La oración y la meditación en la Palabra de Dios serán para su alma un verdadero manantial de agua fresca. David experimentó todo esto por medio de una profunda e íntima relación con Dios, y lo expresó en muchos de sus Salmos. Por ejemplo, mientras huía del rey Saúl y su ejército que le buscaban para matarlo, escondido en el desierto de Judá, David escribió el Salmo 63. Dice el versículo 1: “Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas.”

Cuando actuamos guiados por una genuina sed y hambre de Dios, comenzaremos a experimentar libertad de las ataduras de este mundo, nuestras cargas serán más ligeras, y continuamente se presentarán ante nosotros nuevas oportunidades para crecer en nuestra fe. Pero para experimentar de manera profunda la vida abundante que Jesús prometió, tenemos que llegar a conocer íntimamente a nuestro Padre celestial. Así lo expresó Jesús en Juan 17:3: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” Y esto sólo es posible cuando sentimos la necesidad de un trato diario y constante y una búsqueda incesante del rostro de Dios. En el pasaje de hoy, David manifiesta este sentir cuando se pregunta: “¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?”

ORACIÓN:
Padre santo, anhelo conocerte íntimamente y sentir tu santa presencia en mi vida. Por favor, pon en mi corazón una sed y un hambre de ti que me hagan buscar tu rostro diariamente, gozarme en tu compañía y experimentar tu amor y tu paz inefable. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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