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jueves, 14 de junio de 2012

¿SIENTES AGOTAMIENTO ESPIRITUAL?



 Salmo 69:1-3
“Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma. Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie; he venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado. Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido; han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios.”

Todos hemos experimentado alguna vez agotamiento físico; esos momentos cuando estamos sumamente cansados de nuestras muchas actividades diarias. Por regla general una noche de sueño en una cómoda cama es suficiente para eliminar totalmente el cansancio. Hay otras ocasiones en las que sentimos agotamiento mental. Quizás hemos usado mucho la mente en el trabajo o resolviendo situaciones que requieren pensar en exceso. Si dejamos de ejercitar la mente por varias horas, y nos relajamos escuchando una música suave, por ejemplo, lo más probable es que el cansancio mental desaparezca. Pero hay un tipo de agotamiento que va más allá de lo físico y lo mental, y que nos afecta de una manera mucho más profunda. Se trata del agotamiento espiritual.

En el pasaje de hoy, David describe una situación tan dura en su vida que el sufrimiento y la angustia hacen que él se sienta “hundido en cieno profundo.” Muchos comentaristas bíblicos coinciden en que David escribió este Salmo durante la rebelión de su hijo Absalón. ¿Cómo debió sentirse espiritualmente al declarar que “las aguas han entrado hasta el alma.”? El sabe bien que su única fuente de socorro y consuelo es su Creador. Por eso clama: “Sálvame, oh Dios.” Pero al mismo tiempo declara que está cansado de llamar, su garganta se ha enronquecido y “han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios”. Lo está matando “la falta de respuesta a su oración”. Está agotado espiritualmente. ¿Qué hacer? Más adelante en este Salmo, David manifiesta su fe proclamando: “Alabaré yo el nombre de Dios con cántico, lo exaltaré con alabanza.” (v.30). Y después afirma: “Buscad a Dios, y vivirá vuestro corazón” (v.32).

Jesús se encontró también en una situación similar. En Getsemaní, a pocas horas de su muerte en la cruz, sintió tal angustia en su alma que les dijo a sus discípulos: "Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo." (Mateo 26:38). Y entonces se apartó y se postró en oración diciendo: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.” (Lucas 22:42-44). Ciertamente Jesús estaba espiritualmente agotado. En su condición de Dios él sabía exactamente todo lo que le esperaba: las humillaciones, los latigazos, cada clavo que sería clavado en su cuerpo, pero en su condición humana no tenía la fuerza ni el valor para soportarlo. Sin embargo no era sólo el dolor en el aspecto físico lo que afectaba a Jesús de esa manera, aún más doloroso era el aspecto espiritual de aquel proceso, aquella copa que debía beber, los pecados de toda la humanidad de aquel tiempo, de nuestros tiempos y de todos los tiempos hasta que él vuelva. Aquel que nunca pecó debía cargar sobre sí con los pecados más horribles, asquerosos y miserables que pudiésemos imaginar. Cuando terminó de orar, habiendo sido fortalecido, Jesús se dirigió a la cruz del Calvario y allí entregó su vida por todos nosotros.

Y ahora, porque él sufrió esa dura experiencia, porque fue tentado y salió victorioso, porque estando espiritualmente agotado recibió la fortaleza del Padre, Jesús puede decirnos a cada uno de nosotros: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.” (Mateo 11:28-30).

¿Te sientes agotado espiritualmente? Ven al Señor con tus cargas. Dedica tiempo todos los días a buscar su rostro en oración y a la lectura de la Biblia. Descansa en él, y disfrutarás de esa preciosa paz que sobrepasa todo entendimiento.

ORACIÓN:
Padre santo, hoy traigo ante ti todas mis cargas, mis afanes y mis angustias y te ruego me fortalezcas por medio del poder de tu Santo Espíritu y me des el descanso espiritual que tanto necesito. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”

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