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jueves, 21 de junio de 2012

DE DOBLE ÁNIMO

Santiago 4:8
“Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones”.

Dos días antes de la Pascua, Jesús fue el invitado de honor en una cena en casa de Simón el leproso. Jesús había sanado a Simón y este, para mostrar su gratitud, preparó una concurrida fiesta. Simón era tío de María, Marta y Lázaro, los amigos íntimos de Jesús. No obstante que creía que Jesús era el Mesías, nunca se había convertido y no había recibido un corazón nuevo. De hecho, Simón fue quien arrastró a su sobrina María a la vida de pecado de la cual Jesús la había liberado.

Hay personas que son malas hasta la médula. Saben qué es lo mejor, pero prefieren hacer lo malo. Jamás tienen palabras de disculpa o excusa, jamás son amables y consideradas (a no ser que ello les reporte algún beneficio o contribuya a conseguir algún fin, y entonces es puro fingimiento). Jamás se las ve por la iglesia, nunca leen la Biblia y no tienen idea de qué es orar. Hay otras que parecen buenas de pies a cabeza. Son corteses, amables, reflexivas, mansas y espirituales. Asisten fielmente a la iglesia, son amantes miembros de la familia y buenos ciudadanos. Jamás tienen problemas y parece que les encanta ayudar a los demás.

Y luego están quienes llevan una doble vida. Son muy religiosos. Devuelven el diezmo, dan ofrendas, visitan a los enfermos, socorren a los pobres, estudian la lección de la Congregación, nunca faltan a la iglesia y hasta pueden llegar a ser directores de algún departamento. Sin embargo, en casa siempre están de mal humor y son bruscos, desconsiderados y egoístas con los demás miembros de la familia. Exigen hacer las cosas a su manera, se divierten con actividades inadecuadas y contaminan a los demás con su influencia. Simón era un ejemplo perfecto de alguien que lleva una doble vida.

En Apocalipsis 3:16 Jesús dijo que prefiere que seamos calientes o fríos. Esto no significa que quiere que seamos malos. Significa que, para nuestro propio bien, no debemos llevar una doble vida. La conversión es más probable en una persona realmente mala que en aquella que, siendo mala, pretende ser buena. Esa persona no siente la necesidad de convertirse. Señor, haz que mi vida sea tuya al cien por cien.

(Basado en Mateo 26:6-13)

“Gracia y Paz”
(Richard O´Ffill)

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