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lunes, 21 de mayo de 2012

¿Tienes protección contra el virus del pecado?

Romanos 3:10-12
"No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno."

La computadora personal (o computador) es un instrumento del que nuestra sociedad no puede prescindir actualmente. Convenientemente programada, recibe información, la analiza, la compara con la información que tiene en su memoria, hace cálculos y finalmente entrega los resultados a una velocidad extraordinaria. Sus aplicaciones son prácticamente ilimitadas. Cuando funciona de la manera en que fue programada originalmente puede resultar en grandes beneficios para la humanidad. Sin embargo si, por maldad, alguien crea e introduce un “virus” en una computadora, los datos en la memoria se destruyen, los registros internos se afectan, la máquina deja de hacer lo que se suponía que hiciera y comienza a actuar de manera impredecible, por regla general ocasionando daño a todo lo que entra en contacto con ella. ¿No es ésta una verdadera parábola de los tiempos modernos?

El hombre es la obra maestra del Dios Creador. De acuerdo al diseño original, somos capaces de reflexionar, escoger, obedecer, construir, amar. Pero, desgraciadamente, el pecado de Adán y Eva cambió todo, y al igual que una computadora infectada por un virus electrónico nuestro ser interior ya no está programado con lo que agrada a Dios, lo que está bien, lo que es verdadero y hermoso, sino más bien con la maldad, el egoísmo, el orgullo, la codicia. Nosotros, que fuimos hechos para servir y honrar a nuestro Creador, estamos contaminados por el virus del pecado y ya no actuamos de la manera que Dios planeó. Por eso, en el pasaje de hoy, el apóstol Pablo escribió: "Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles."

Así como la computadora que ha sido "infectada" con un virus sólo podrá volver a ser útil si pasa por las manos de un técnico competente que la repare, la única solución para cada uno de nosotros, pecadores, consiste en confiar nuestra vida a Jesucristo. El es el único que puede volver a poner todo en orden según el plano original y en conformidad con su propio modelo. En su segunda carta a los Corintios, Pablo escribe: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Corintios 5:17). Sólo Jesucristo, por medio de su sacrificio en la cruz, tiene la capacidad de perdonar y lavar nuestros pecados, y restaurar nuestra mente y nuestro corazón, resultando verdaderamente en una nueva criatura. Su sangre derramada elimina la infección causada por el virus del pecado, y comienza en nosotros el proceso de regeneración con el fin de que lleguemos a ser conformes a su imagen (Romanos 8:29), como al principio de la Creación.

Con el fin de evitar que esos virus electrónicos afecten las computadoras, se han creado programas llamados antivirus, cuya función es detectar y eliminar los virus antes que ocasionen daño en el interior de la máquina. En el aspecto espiritual, el antivirus por excelencia es la Palabra de Dios. En ella encontramos las instrucciones para mantenernos libres de contaminación, viviendo una vida en el Espíritu de Dios, apartados de la inmundicia de este mundo, y al hacerlo recibiremos el favor de Dios y seremos grandemente bendecidos, nos promete el Señor. Dice 2 Corintios 7:1: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios."

Mantengámonos limpios y protegidos contra todo virus que intente contaminar nuestras almas. Apartémonos del pecado y acerquémonos a Dios, buscando su rostro en oración cada día, escudriñando su Palabra y aplicándola a nuestras vidas. De esta manera nuestros espíritus estarán fortalecidos y listos para rechazar cualquier virus que intente afectarnos.

ORACION:
Padre amado, una vez más te doy gracias por la sangre redentora de Jesucristo, que me limpia de pecado y de toda contaminación inmunda. Pon en mi corazón un deseo intenso de leer y meditar en tu palabra y buscarte en oración cada día de mi vida, para poder vivir una vida de santidad. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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