En otros tiempos a los cristianos se les reconocía por
sus vidas transformadas, por su integridad, su fidelidad y su bondad a toda
prueba; por su compasión y disposición para servir al prójimo; por la santidad
reflejada en sus palabras y conducta; por el amor supremo e incondicional hacia
su Señor, manifestado en la obediencia a sus mandamientos y la disposición a
morir por Él si fuera necesario. Por saber soportar las pruebas y vivir para
predicar el evangelio a los perdidos.
Pero hoy a la mayoría de los cristianos se les identifica
por sus calcomanías cristianas que ponen por sus autos; tazas, llaveros y
ceniceros que dicen “te amo Jesús”; “100% de Cristo”; “todo lo puedo en Cristo
que me fortalece”, etc., por sus publicaciones en las redes sociales y porque
escuchan música y predicaciones cristianas en sus autos, en sus casas, oficinas
y mientras hacen ejercicio, o viajan.
Hoy eres cristiano si te congregas en una iglesia, si
saludas con un “Dios te bendiga hermano”; o si dices a cada rato “gloria a
Dios”.
Dentro de ese contexto cualquiera puede ser cristiano.
Pero en realidad, por más que uno se congregue en una iglesia de sana doctrina,
tenga el conocimiento verdadero, adore al Dios verdadero y esté sirviendo en un
ministerio, con todo eso su religión puede ser falsa.
Los fariseos tenían el conocimiento verdadero, servían y
sacrificaban al Dios verdadero, pero su religión era falsa porque pusieron las
normas religiosas por encima de la piedad, del amor y del servicio al prójimo.
La religión pura se había mezclado con toda clase de reglas y normas externas y
se convirtió en una religión falsa.
Mateo 15:7-9
"Hipócritas, bien profetizó de vosotros
Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos
de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de
hombres".
¡Gracia y Paz!
Por: Osvaldo Paiva
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