Esta es una de las preguntas más comunes dentro del Ministerio
de Sanidad del movimiento cristiano. Pueden haber varias razones, aunque la
lista no pretenda ser definitiva, aquí enumeramos algunas:
1. Primero se
necesita que haya una sanidad interior. Algunas veces la raíz de la
enfermedad es falta de perdón o amargura y debemos tratar con eso antes que la
sanidad se pueda manifestar.
En una ocasión, unos hombres le trajeron un paralítico a
Jesús. El Señor primero le dijo, “tus pecados te son perdonados.” Y luego le
dijo, “levántate y anda”. Jesús primero lidió con la sanidad interior y luego
con la física.
Un ejemplo de esto le pasó a un pastor muy conocido,
aunque no fue hasta mucho después que él se dio cuenta de lo que había pasado.
En el 2006, comenzó a tener un dolor de cuello muy fuerte. La imagen de
resonancia magnética mostraba que dos de los discos en su columna estaban
apretando un nervio. Ninguna de las medicinas que los doctores le dieron sirvió
y la fisioterapia empeoró el dolor. La cirugía era muy riesgosa, por lo que
estaba descartada.
El dolor era continuo, nunca lo dejaba. Finalmente le
recetaron una droga que adormecía las terminaciones nerviosas. Comenzó con 50
mg diarios y tuvo que aumentar la dosis hasta 250 mg. Esta droga calmó un poco
el dolor pero tenía unos efectos secundarios horribles, como un dolor leve en sus
coyunturas y un letargo que no lo dejaba concentrarse ni pensar claramente. Le
rogó al Señor que le quitara el dolor y le pedio a todos los que podía que
oraran por su sanidad. El dolor permaneció por dos años hasta que un día
desapareció de repente y nunca volvió.
Mucho tiempo después, cuando estaba preparando un mensaje
acerca de sanidad, comenzó a reflexionar acerca de ese dolor de cuello y se dio
cuenta de algo interesante. Él había guardado una ofensa contra el pastor de otra
iglesia a la que asistía en sus inicios.
Ese pastor había dicho algo en un sermón con lo que él no
estaba de acuerdo y su actitud hacia él se volvió crítica y llena de juicio. El
dolor de cuello comenzó al mismo tiempo que se ofendió con aquel pastor. Esta
ofensa le duró varios años, hasta que el Espíritu Santo le redarguyó de su
pecado y se arrepintió. El tiempo de su arrepentimiento coincidió con su
sanidad. No pudo entender cómo estas dos situaciones estuvieran relacionadas, pero
si se convenció de que el resentimiento que guardó contra ese pastor era un
estorbo para su sanidad.
2. Se necesita que
haya liberación primero. Algunas veces la causa de la enfermedad es un
espíritu de opresión o algún tipo de posesión demoniaca y lo que se necesita es
hacer una liberación primero.
Miremos este pasaje en la Biblia donde dice que la
enfermedad era causada por un demonio:
“Un sábado Jesús estaba enseñando en una de las
sinagogas, y estaba allí una mujer que por causa de un demonio llevaba
dieciocho años enferma. Andaba encorvada y de ningún modo podía enderezarse.
Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: —Mujer, quedas libre de tu enfermedad.
Al mismo tiempo, puso las manos sobre ella, y al instante la mujer se enderezó
y empezó a alabar a Dios” (Lucas 13:10-13).
3. Se necesita
perseverancia. Algunas veces debemos perseverar en oración por un tiempo
antes de ver resultados. Una de las palabras en el griego del Nuevo Testamento
que es traducida como poder es “dunamis”. De esta palabra obtenemos la palabra
en español dínamo, que es un generador eléctrico. Este poder es como la electricidad
que se suple en diferentes medidas para lograr un objetivo específico. Por ejemplo:
La cantidad de energía requerida para encender un bombillo de luz es mucho
menor que la cantidad requerida para iluminar un edificio y mucho menor que la
que se necesita para toda una ciudad. No estamos cuestionando a la electricidad
en sí cuando decimos que un bombillo de 25 vatios no puede iluminar un estadio.
Simplemente estamos describiendo las limitaciones de la herramienta que
administra esa electricidad.
De la misma manera, cuando oramos por sanidad (o
cualquier otra cosa) estamos administrando la “dunamis” de Dios—y por supuesto
que necesitamos administrar más poder cuando oramos por un cáncer que cuando
oramos por un dolor de cabeza. Esto no implica que Dios esté limitado o que necesitemos
oraciones largas para que ocurra la sanidad. Dios puede sanar a quien Él quiera
instantáneamente, sin importar su condición. El hecho es que Él ejerce su
voluntad en la tierra a través de y en asociación con los humanos—Él ha puesto
su incomparable poder en vasijas de barro—y nosotros somos los que limitamos a
Dios con nuestra incredulidad o falta de perseverancia. Tenemos que orar sin
cesar para que fluya el poder.
En Apocalipsis 5:8 dice que en el cielo hay copas de oro
llenas incienso, que son las oraciones de los santos. Ahora, miremos lo que
pasa con esas copas: “Se acercó otro ángel y se puso de pie frente al altar.
Tenía un incensario de oro, y se le entregó mucho incienso para ofrecerlo,
junto con las oraciones de todo el pueblo de Dios, sobre el altar de oro que
está delante del trono. Y junto con esas oraciones, subió el humo del incienso
desde la mano del ángel hasta la presencia de Dios. Luego el ángel tomó el
incensario y lo llenó con brasas del altar, las cuales arrojó sobre la tierra;
y se produjeron truenos, estruendos, relámpagos y un terremoto” (Apocalipsis
8:3-5).
A veces tenemos que orar hasta que la copa esté llena y
pueda ser mezclada con el fuego del altar y así el poder sobrenatural de Dios
sea manifestado (los truenos).
4. HAY QUE incrementar
LA FE. Existe un video de hace muchos años del reverendo Allen (esto fue
en los años 50), en el que está orando por los enfermos. Le traen a un hombre
en una camilla que tiene cáncer en el estómago y que no ha comido ni tomado
nada por varias semanas. El hombre se ve que está a punto de morir mientras que
el reverendo Allen entrevista a la esposa, preguntándole detalles y luego
repitiendo la información a la congregación, asegurando que el hombre va a ser
sano.
Esta conversación entre el predicador, la esposa, y la
congregación dura más de 15 minutos, y tal vez, quienes vean este video se impacienten
y se pregunten ¿Por qué no oraba por el hombre de una vez? El pobre estaba
sufriendo, muriéndose de hambre, y ellos no hacían otra cosa sino hablar de él.
Finalmente, Allen ora por él y le ordena que se ponga de
pie en el nombre de Jesús. ¡El hombre salta de la camilla y empieza a hablar!
Luego le traen comida y se la come toda. La esposa está llorando y la gente
está atenta, esperando a ver si el estómago rechaza la comida como antes, pero
el hombre simplemente sonríe y dice que el sánduche está buenísimo. La historia
tiene un final feliz, pero, ¿por qué tuvo que hacer una entrevista tan larga y
esperar todo ese tiempo para orar por él? Porque Allen estaba incrementando la
fe de la congregación, preparando a la audiencia (por decirlo de alguna manera),
para que el milagro pudiera ocurrir.
Creámoslo o no, a veces hay un ambiente de incredulidad
que estorba la manifestación de la sanidad. Y como prueba de esto, veamos lo
que Jesús experimentó en Nazaret.
“En efecto, no pudo hacer allí ningún milagro, excepto
sanar a unos pocos enfermos al imponerles las manos. Y él se quedó asombrado
por la incredulidad de ellos” (Marcos 6:5-6).
En una ocasión, le pidieron a Smith Wigglesworth que
orara por una joven que estaba a punto de morirse. Cuando llegó a la casa y
entró a la habitación, lo primero que hizo fue sacar a la madre y los
familiares para poder orar a solas. El Espíritu Santo le estaba mostrando que
los familiares estaban llenos de incredulidad y era mejor que no estuvieran
allí. Es lo mismo que hizo Jesús cuando resucitó a la hija de Jairo, haciendo
que todos los que estaban en la casa se salieran antes de “despertarla”.
Desde luego que esto no es una sugerencia para que echemos
a la gente fuera del servicio o la reunión de oración, pero a veces va a ser
necesario trabajar en el nivel de fe de la gente. Una forma de hacer esto es
compartiendo testimonios de sanidad—especialmente de personas con la misma
condición por la que se va a orar. Randy Clark es muy bueno haciendo esto. En
un viaje misionero a Brasil, dio testimonio tras testimonio, incrementando la
fe de la gente, moviendo los corazones para que creyeran. Luego él daba las
palabras de ciencia (conocimiento) y oraba con poder. En esa atmósfera de fe,
los milagros sobrenaturales abundaron.
Conclusión
Otras razones por las que algunos no reciben sanidad
pueden ser los hábitos dañinos de salud (fumar, dietas altas en grasa, abuso
del alcohol, etc.), y falta de fe.
La falta de fe, por ejemplo: Jesús sanó a personas con diferentes niveles de
fe. Desde una fe muy grande como la del centurión romano o la del ciego
Bartimeo, hasta la fe inexistente como la del padre del muchacho endemoniado,
quien básicamente le dijo a Jesús, “ayuda a mi incredulidad”. No podemos meter
a Dios en un molde. Él es soberano.
Al fin de cuentas es un misterio con el que tenemos que
vivir. La respuesta básica es que no sabemos todas las razones, ni los tiempos
de Dios. La Biblia dice que conocemos en parte y profetizamos en parte, pero un
día lo entenderemos todo.
El pastor Diego Pineda dice –Yo mismo he orado por mucha
gente y he visto sordos escuchar, cánceres sanados, dolores y hernias
desaparecer. Y también he visto los rostros desilusionados de aquellos que
regresan a su asiento sin ninguna mejoría–. Sigue diciendo: –El hecho es que yo
no sano a nadie, sino el Espíritu Santo. Y entre más íntimamente me relaciono
con él, más de su gloria se me pega, y más unción es canalizada a través de mí–.
Nuestra tarea es predicar, no convertir a la gente. El
Espíritu Santo es el que cambia los corazones. Nuestra tarea es orar, no sanar.
Jesús es el que sana. ¿Estás dispuesto a que él te use?
Aunque no podemos saber todas las razones por las que la
gente no es sana, esa no es una excusa para conformarnos y aceptar la
enfermedad. Debemos ser sensibles a la voz del Espíritu y seguir intentado,
hasta donde sea posible, y encontrar la raíz de la enfermedad que parezca no
responder a nuestra oración.
Piénsalo de esta manera. Si alguien viene por consejería
debido a un problema emocional, el consejero no tiene porqué darse por vencido
si la persona no es totalmente restaurada después de la primera sesión. Por el
contrario, seguramente tendrá que reunirse con esa persona por el tiempo que
sea necesario hasta que la sanidad interior sea completa. ¿No debería ser igual
con la sanidad física? ¿Por qué rendirnos tan fácilmente?
¡Gracia y Paz!
Diego Pineda
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