Mateo 14:23a.
“Después de despedir a la gente, subió a la
montaña para orar a solas”
Cada que medito sobre la intensa vida de oración de
Jesús, no puedo menos que sentirme avergonzado. Jesús siempre se comunicaba con
su Padre, pasaba mucho tiempo solo, hablando con Él. Y esa profunda comunión
entre ambos a mi me enseña lo que debo buscar por encima de todas las cosas: intimidad, comunicación, dependencia
y sujeción.
En nuestra vida llena de ajetreo, tal parece que nunca tenemos
tiempo para hablar con nuestro Dios. Sin embargo, Jesús lo hacía, era capaz
despedir a la gente para subir a orar.
Sin duda Él siempre estaba lleno de peticiones que
responder, de invitaciones a donde asistir, de milagros que realizar, de
hambrientos que alimentar y de discípulos que capacitar; pero su mayor
prioridad era buscar intimidad con Dios. Cosa contraria, muchos de nosotros
solo buscamos esa intimidad con nuestra familia o con nuestro ser amado.
Hablar con nuestro Dios en oración y meditando en su
Palabra debería ser nuestra prioridad diaria, apartándonos de los afanes
rutinarios, de nuestra lista de peticiones y de nuestro correr sin avanzar, alejados
del ruido y de la gente para tener momentos de comunión y paz.
Recordemos que Dios se deja encontrar por aquél que le
busca de corazón.
¡Gracia y paz!
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