Biológicamente hablando sabemos que la ira no expresada
daña la salud, porque la mente, las emociones y el cuerpo están íntimamente
relacionados. Las emociones ejercen un efecto poderoso en el sistema nervioso el
cual se comunica con el sistema inmunológico. Esto significa que todas las
agresiones que recibimos, ya sean físicas, verbales o psicológicas, si no
logramos echarlas de nosotros se somatizarán en enfermedades.
Muchas personas han aprendido a dominarse reprimiendo sus
emociones, pero de esa manera el rencor va acumulándose como una olla de
presión, que si bien en el momento no se hace evidente, eventualmente saldrá a
flote haciendo más daño.
El Espíritu de Dios permite que toda acción violenta o
negativa ejercida contra nosotros desaparezca milagrosamente, sin ejercer
reacción ni somatizarse en alguna enfermedad. Porque el Espíritu nos limpia de
todo ello sin dejar menoscabos [Malaquías 3:2; Hebreos 9:14; Ezequiel 36:25;
Lucas 4:18].
"Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas
no hay ley" [Gálatas 5:22-23].
¡Gracia y Paz!
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