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miércoles, 3 de diciembre de 2014

¿SIENTES QUE YA NO PUEDES MÁS?



¿SIENTES QUE YA NO PUEDES MÁS?

2 Corintios 1:8-11
“Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos; el cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte; cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos”.

En este pasaje, parte de su segunda carta a los Corintios, el apóstol Pablo describe el punto al cual le llevaron a él y a sus compañeros las difíciles circunstancias que encontraron en su viaje misionero a Asia. Dice que fueron “abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas”. Ciertamente era una situación desesperada la que Pablo describe. Todos hemos pasado por situaciones en las que nada parece salir bien, las dificultades nos aplastan y nos sentimos atribulados y agobiados. No importa que tan “fuertes” creamos que somos, todos experimentamos tiempos de desaliento muy cercanos a la derrota. Es entonces cuando nos damos cuenta que somos débiles e incapaces. Esto les sucedió a Pablo y sus colaboradores. La experiencia de ellos puede resultarnos muy valiosa.

Desde su encuentro con Jesús en el camino a Damasco, Pablo dedicó toda su vida a servir al Señor, por lo que los ataques y las persecuciones eran parte de su diario vivir. Pero por medio del poder del Espíritu Santo él fue capaz de salir airoso en las más terribles de las situaciones y hasta sentir gozo en medio de afrentas y sufrimientos de todo tipo. Pablo fue apedreado, golpeado, falsamente acusado, torturado y encarcelado, pero nunca quitó sus ojos de su Señor y guía, y en su poder siempre encontró fortaleza, como lo dice en Filipenses 4:13: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.

No existe una situación en la vida de una persona que pueda ser excepción a esta afirmación de Pablo. Todo, absolutamente todo lo podemos vencer con la ayuda del Señor, quien nos fortalece. Dios nunca dice: “Ríndete” o “Vas a ser derrotado”. Todo lo contrario, la Biblia nos garantiza que “somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”, es decir nuestro Señor Jesucristo (Romanos 8:37). Por su infinito amor, Jesús dio su vida en la cruz y obtuvo la victoria para que nosotros la disfrutemos en todas las circunstancias. Aún en las malas tenemos que tener la seguridad de que la victoria es nuestra; simplemente estamos en medio de un proceso que Dios considera necesario que pasemos para que le conozcamos a él y dependamos de él de la misma manera que hicieron Pablo y sus compañeros, según refiere el pasaje de hoy.

Más adelante en esta misma carta a los Corintios, el apóstol Pablo escribe acerca de lo que él llamó “el aguijón en mi carne” (2 Corintios 12:7). Muchos comentaristas bíblicos difieren en cuanto a lo que era ese “aguijón” al que Pablo se refiere, pero todos coinciden en que era algo que le molestaba mucho, le causaba dolor o sufrimiento, y clamaba a Dios para que lo librara. La respuesta del Señor fue la graduación de Pablo en el proceso de aprendizaje: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. La reacción de Pablo fue inmediata, diciendo: “Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.

¿Las cosas te van de mal en peor? ¿Las circunstancias te abruman? ¿Sientes que te faltan las fuerzas? No existe un momento más apropiado para que Dios manifieste su poder en tu vida. Acércate a él, confiesa tu debilidad y tu incapacidad de triunfar sin su ayuda. Di con fe: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Entonces veras la misericordia del Señor porque acudirá en tu ayuda, su poder se manifestará plenamente y tú disfrutarás de una victoria total y absoluta.

ORACIÓN:
Padre santo, confieso que muchas veces trato de obtener el triunfo con mis propias fuerzas. Por favor, ayúdame a reconocer mi incapacidad y mi debilidad, y acudir a ti en busca de tu fortaleza, para que tu poder se perfeccione en mi debilidad. Gracias porque todo lo puedo en Cristo. En su santo nombre, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

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