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martes, 11 de noviembre de 2014

¿QUÉ HACES CUANDO LLEGA UNA TORMENTA A TU VIDA?



¿QUÉ HACES CUANDO LLEGA UNA TORMENTA A TU VIDA?

Marcos 6:45-51
“En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar; y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra. Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles. Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron; porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban.”

Cuenta este pasaje que los discípulos intentaban llegar a la otra orilla del Mar de Galilea cuando una tormenta los sorprendió en medio del mar, de manera que los fuertes vientos y las olas azotaban la barca amenazando con hundirla. Remaban y remaban hasta el cansancio, pero la barca no avanzaba, más bien retrocedía porque el viento era muy fuerte. Las fuerzas ya les faltaban, y a pesar de la experiencia de algunos de ellos como pescadores conocedores del mar la situación no mejoraba sino más bien empeoraba cada minuto que pasaba.

¡Cuántas veces de repente ha habido un cambio negativo en nuestras vidas! Todo está marchando bien, hay buena salud, tenemos un buen trabajo o tenemos un buen negocio, en el matrimonio felices y contentos, a nuestros hijos les va bien, en fin hay un cielo claro, y navegamos en un mar sereno y tranquilo como un plato. ¡Y nos sentimos tan felices! Pero cuando menos lo esperamos llega a nuestras vidas una tormenta. Ya sea un problema en el matrimonio o en las relaciones familiares, o una enfermedad, o un accidente, o una mala situación económica producto de la pérdida del trabajo o por cualquier otro motivo. Negros nubarrones aparecen de repente y el cielo claro comienza a oscurecerse, empieza a soplar un viento contrario y aquel mar sereno comienza a agitarse. Y en medio de la oscuridad podemos escuchar los truenos y ver como los rayos caen alrededor de nosotros. ¡Y en un abrir y cerrar de ojos nos encontramos en medio de una tormenta que pretende hundirnos en la desesperación! ¿Qué hacemos?

Al igual que los discípulos comenzamos a remar. ¡Tenemos que llegar a la otra orilla lo más pronto posible! ¡Hay que resolver esta situación! Y remamos, y remamos... Utilizamos todas nuestras fuerzas, nuestra inteligencia, nuestra experiencia. Acudimos al médico, o al abogado o al experto correspondiente, pero nada funciona. Sentimos que nos estamos hundiendo. ¡Y no sabemos qué hacer!

Los discípulos sabían cuanto Jesús les amaba, cuanto se preocupaba él por el bienestar de ellos, lo habían visto hacer muchos milagros, conocían su inmenso poder. Ellos habían estado con el Señor unas horas antes, y ahora estaban en medio de aquella prueba, tratando de resolverla con sus propias fuerzas sin acordarse que cerca de ellos estaba aquel que podría resolverles el problema. Cuenta el pasaje de hoy que Jesús se acercó a ellos caminando sobre el mar y les dijo: “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!” En otras palabras, “¡Anímense, no tengan miedo, soy yo, confíen en mí!” Y entonces “subió a ellos en la barca, y se calmó el viento.” Y hubo paz.

En algún momento de nuestras vidas, tarde o temprano, vamos a encontrar aflicción, el sufrimiento va a llegar a nosotros, una tormenta emocional o espiritual se va a presentar. Pero en todos los casos hay una respuesta, una actitud, sólo una: Confiar en el Señor, buscarle de corazón, echarnos en sus brazos en medio del dolor y el sufrimiento, y de una manera milagrosa e inexplicable él nos dará la paz que tanto necesitamos, esa paz que “sobrepasa todo entendimiento”, dice Filipenses 4:7.

Si hoy te encuentras en medio de una tormenta emocional o espiritual, y has agotado todos los recursos, no sigas luchando; reconoce tu incapacidad y permite que Jesús suba a tu barca. Tan pronto le des a él todo el control, experimentarás esa preciosa paz que solamente el Señor te puede dar. Sólo en él encontrarás la solución al problema.

ORACIÓN:
Bendito Dios, siento que no tengo fuerzas para luchar, pero tu Palabra me dice que confíe en ti y tú cambiarás las circunstancias que me rodean. Por favor toma control de mi vida y lléname de tu paz que sobrepasa todo entendimiento. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

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