¿TIENES RENCOR EN TU CORAZÓN?
Efesios 4:30-32
“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios,
con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros
toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed
benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios
también os perdonó a vosotros en Cristo”.
En el capítulo 4 de la carta a los Efesios, el apóstol
Pablo enfatiza en las cualidades que deben caracterizar a una persona convertida
a Cristo. Puesto que el nuevo cristiano es una nueva criatura debe ser evidente
en su vida un cambio en relación a su vida anterior. En la escritura de hoy,
Pablo los exhorta a “quitarse” ciertas cosas de su carácter de la misma manera
que se quitarían una prenda de vestir que no piensan usar nunca más. Y completa
la idea en el versículo 24 donde dice: “Y vestíos del nuevo hombre, creado
según Dios en la justicia y santidad de la verdad”.
La amargura, el enojo, la ira, son sentimientos que
entristecen al Espíritu Santo, lo cual afecta nuestra relación con Dios y por
lo tanto nuestro crecimiento espiritual. También nuestra relación con aquellos
que nos rodean se afecta negativamente. Hebreos 12:15 dice: “Mirad bien, no sea
que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de
amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados". Y si no
“quitamos” de nosotros prontamente estos sentimientos negativos, irán
creciendo, echarán raíces en nuestros corazones y se convertirán en algo peor,
que es el rencor.
El diccionario define el rencor como “Resentimiento
arraigado y tenaz”. Esto quiere decir que echa raíces y que es muy difícil de
eliminar. El rencor es una barrera que nos impide vivir en paz con los demás.
Por lo tanto, dice este versículo, no podremos alcanzar la gracia de Dios. El
rencor poco a poco se convierte en una auto tortura que no deja dormir en paz,
y afecta no solamente el aspecto espiritual, sino también el emocional y hasta
el aspecto físico, pues el estrés que se produce afecta la presión arterial y
el corazón, y causa problemas en el sistema digestivo, dolores de cabeza, y
otras consecuencias en la salud. Y lo más interesante de todo es que la persona
que siente rencor sufre mucho más que aquella que es el blanco de ese rencor,
pues lo más probable es que ésta ni se acuerda de lo sucedido. Debemos, pues,
eliminar el rencor de nuestros corazones. ¿Cómo lo hacemos?
El rencor es producto de un espíritu no perdonador. La
única manera de eliminar el rencor de nuestro corazón es perdonando a la
persona que nos hirió. El perdón es un
acto de la voluntad. Debemos querer
perdonar, pero al mismo tiempo tenemos que reconocer que somos débiles y que
quizás no podamos perdonar por nuestras propias fuerzas. Sin embargo, el Señor
está siempre dispuesto a ayudarnos, cuando clamamos a él de corazón. El primer
paso es reconocer delante de Dios la existencia del rencor y confesar ante él
nuestro deseo de librarnos de ese sentimiento negativo que tanto entristece su
Espíritu.
Un principio bíblico puede ayudarnos en este propósito.
Cuando Jesús les enseñó a sus discípulos la oración modelo, hizo énfasis en la
necesidad de perdonar, diciéndoles: “Porque si perdonáis a los hombres sus
ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no
perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas” (Mateo 6:14-15). Simplemente, si queremos disfrutar
plenamente del perdón de Dios, debemos perdonar a los que nos han ofendido.
Estar consciente de esto puede ayudarte a perdonar a quien te ofendió.
Pero el Señor nos exhorta a ir aun más allá del perdón.
En Mateo 5:44, Jesús nos dice: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os
maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y
os persiguen”. Bendice a la persona que te ofendió. Ora por ella. Es posible
que no tengas deseos de elevar a esa persona en oración, pero tienes que
hacerlo si quieres ser obediente. Dios recompensará tu obediencia, el
sentimiento de rencor desaparecerá, y la paz y el gozo del Señor llenarán tu
corazón. Entonces podrás dormir en paz.
ORACIÓN:
Padre santo, te ruego limpies mi corazón de todo rencor o
amargura que esté afectando mi relación contigo y con los que me rodean. Por
favor, capacítame para perdonar a los que me han herido, así como tú me has
perdonado a mí. En el nombre de Jesús te lo pido, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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