Romanos 2:12-16
“Porque todos los que sin ley han pecado,
sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley
serán juzgados; porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino
los hacedores de la ley serán justificados. Porque cuando los gentiles que no
tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan
ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus
corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus
razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los
hombres, conforme a mi evangelio”.
La Biblia establece que todos los seres humanos somos
pecadores y por lo tanto estamos “destituidos de la gloria de Dios” (Romanos
3:23). Y dice también que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23a). Pero
inmediatamente nos muestra una preciosa esperanza producto de la misericordia y
la gracia de Dios: “…mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor
nuestro” (Romanos 6:23b). Leemos en la Palabra de Dios que Jesucristo es el
único camino para ir al cielo (Juan 14:6); que Dios mandó a su Hijo para que
“todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16); y
que “el que en él cree, no es condenado” (Juan 3:18a). Pero también leemos que
“el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del
unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18b).
En Juan 12:48 Jesús dice: “El que me rechaza, y no recibe
mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará
en el día postrero” Es decir, los que han tenido la oportunidad de escuchar las
buenas nuevas de salvación tienen dos alternativas: o rechazan las palabras de
Jesús y su invitación a la vida eterna, o creen en él y reciben la salvación de
su alma y la seguridad de vivir en el cielo por toda la eternidad.
Ahora bien, ¿cuál es el destino eterno de aquellos que
mueren sin haber tenido la oportunidad de conocer las buenas nuevas de
salvación? El pasaje de hoy trata de este asunto refiriéndose a los gentiles,
los cuales no estaban bajo la ley, mientras que los judíos conocían la ley.
Acerca de esto Pablo escribe que no hay diferencia en el hecho de que tanto
unos como los otros serán juzgados. Si no conoció la ley, será juzgado como
quien no conoció la ley. Si conoció la ley, será juzgado de acuerdo a la ley. Pero
aun estos (los que no conocieron la ley), dice el pasaje, tienen una “ley
escrita en sus corazones”. Un conocimiento instintivo del bien y del mal
implantado por Dios en cada ser humano, una conciencia que dará testimonio a
ellos, “acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos”. Este “sistema de
alarma interno” nos da un sentido del bien y el mal, porque fuimos creados a
imagen de Dios. Y con seguridad Dios tuvo un propósito al ponerlo en nosotros.
Una cosa es cierta: Todo ser humano algún día comparecerá
“ante el tribunal de Cristo” y recibirá “según lo que haya hecho mientras
estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”, dice 2 Corintios 5:10. Cuando ese
momento llegue para alguien que jamás escuchó hablar de Jesucristo y su
sacrificio redentor, Dios, en su justicia e infinita misericordia, lo juzgará
de acuerdo a lo que tuvo oportunidad de conocer. El Señor es soberano y él
emitirá juicio conforme a sus principios y a su voluntad, la cual es perfecta. Mientras
más luz llegó a esa persona mayor es su compromiso, pero el hecho de que no le haya
llegado la luz del evangelio no quiere decir que no tendrá responsabilidad ante
Dios.
Si tú has entendido que Jesucristo murió por pagar tus
pecados, y aun no lo has aceptado como tu único y suficiente Salvador, arrepiente
ahora mismo de todos tus pecados y eleva una oración a Dios pidiéndole perdón.
La Biblia dice que “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres
en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).
Si lo haces, puedes tener la completa seguridad de que cuando llegue el día en
el que tengas que comparecer ante el tribunal de Cristo, serás absuelto de toda
culpa, “pues ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos
8:1) ¡Amen!.
Oración:
Padre santo, gracias te doy por el precioso regalo de la
salvación que me has dado a través del sacrificio de Cristo, el cual me da la
seguridad de que cuando llegue el día en que tenga que partir de este mundo,
tendré entrada libre al cielo donde moraré contigo por toda la eternidad. En el
nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
No hay comentarios:
Publicar un comentario