Busquemos por la mañana la presencia de Dios, pidámosle
al Espíritu Santo que nos lleve hasta él. Si nos humillamos ante la infinita
santidad de Dios, si nuestro esfuerzo se concentra en una adoración sincera que
salga de nuestro corazón, sentiremos una paz inefable y profunda, que nos permita
disfrutar plenamente de la presencia del Señor. Es verdaderamente un tiempo
precioso que ministra profundamente nuestro espíritu. A medida que lo hagamos
día tras día, nos resultará más fácil andar en el Espíritu y vivir en una
íntima comunión con Dios.
ORACIÓN:
Padre santo, gracias por el privilegio que me das de
llegarme hasta tu trono de gracia. Te ruego que perdones mis ofensas y limpies
mi corazón, para que nada interfiera en que yo disfrute de tu santa presencia,
y de tu paz, y de tu gozo. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
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