“La palabra del Señor es justa,
fieles son todas sus obras. El Señor ama la justicia y el derecho, llena está
la tierra de su amor. Por la palabra del Señor fueron creados los cielos, y por
el soplo de su boca, las estrellas. Él recoge en un cántaro el agua de los
mares, y junta en vasijas los océanos. Tema toda la tierra al Señor, hónrenlo
todos los pueblos del mundo, porque él habló, y todo fue creado, dio una orden,
y todo quedó firme” (“La palabra del Señor es justa,
fieles son todas sus obras. El Señor ama la justicia y el derecho, llena está
la tierra de su amor. Por la palabra del Señor fueron creados los cielos, y por
el soplo de su boca, las estrellas. Él recoge en un cántaro el agua de los
mares, y junta en vasijas los océanos. Tema toda la tierra al Señor, hónrenlo
todos los pueblos del mundo, porque él habló, y todo fue creado, dio una orden,
y todo quedó firme” (Salmos 33:4-9).
Cuando nuestra fe es como un
carrusel, que sube y baja, y gira en el mismo lugar eso refleja nuestra
realidad espiritual. Eso nos hace sentir cómodos y entramos en una especie de letargo
cristiano. Nuestra fe se debilita y somos personas anémicas respecto a la fe.
La fe es un desafío para el
creyente y siempre debe subir y subir, buscando la presencia de Dios. Aunque la
prueba venga, sabremos enfrentarla como David enfrento al gigante Goliat, para
vencerlo con una pequeña piedra.
El que cree en Dios sin
reservas y está decidido a que Dios obre en su vida plenamente, lo hará con
toda su mente, con toda su alma, con todo pensamiento y todo su corazón. Tendrá
la seguridad que su fe todo lo alcanzará. La fe lo moverá y no lo dejará
plantado en el asiento de un carrusel. Pondrá su confianza en las manos de
Jesús y Él hará, de acuerdo a su voluntad.
¡Gracia y Paz!
Pan de Vida