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viernes, 24 de febrero de 2017

LAS HIJAS DE ZELOFEHAD


cinco hermanas que cambiaron el mundo de las mujeres

Sus nombres son definitivamente desconocidos: Maala, Noa, Hogla, Milca y Tirsa. Lo que hicieron, ocho siglos antes de la fundación de Roma, se ha perdido en gran parte en las memorias del tiempo. Pero toda mujer tiene con ellas una deuda de gratitud. Y también todo abogado. Los nombres pertenecen a las hijas de Zelofehad; eran cinco jóvenes que, de haber vivido hoy, habrían tenido la edad suficiente para ser estudiantes universitarias de leyes. Pero, en su época, y en el Cercano Oriente, las mujeres tenían pocas libertades, y menos aún la de opinar sobre su futuro.

Afortunadamente, eso no les impidió desafiar las leyes de su cultura, sin faltar al mismo tiempo a los principios de su fe. Al hacerlo, se hicieron acreedoras de una increíble victoria en cuanto a los derechos de las mujeres, y hoy nos ofrecen el inspirador ejemplo de una gran valentía.

Su historia se encuentra en el Libro de Números. Su padre, Zelofehad, de la familia de Manasés, había muerto en el desierto, y gracias a que no fueron parte de la compañía de Coré, que se había rebelado contra Moisés, sus hijos tenían derecho a su herencia. Pero había un problema: Zelofehad no tenía un hijo varón que pudiera reclamar la herencia, sino únicamente sus hijas, que no tenían absolutamente ningún derechos de propiedad bajo las costumbres existentes.

Al ver que esto era injusto, las jóvenes se unieron y valientemente dijeron que tenían derecho a lo que su padre había dejado. Esto sucedió en un momento clave de la historia de Israel. El pueblo se preparaba para entrar a la Tierra Prometida y, por consiguiente, se encomendó un censo para distribuir correctamente la nueva tierra entre quienes habían cruzado el Jordán. Las hijas de Zelofehad habían sido contadas entre las personas de su tribu que debían tener por lo menos 20 años de edad en el momento de repartir la tierra. Estas mujeres fueron lo suficientemente sabias como para reconocer que era el momento ideal para dar la batalla; de lo contrario, se arriesgaban a perder toda oportunidad de recibir la herencia que había dejado su padre a sus hijos.

Una bendición nunca antes vista.

Las jóvenes hicieron algo inédito: fueron directamente a Moisés, al sacerdote Eleazar y a toda la congregación para presentar su caso públicamente: "¿Por qué será quitado el nombre de nuestro padre de entre su familia, por no haber tenido hijo? Danos heredad entre los hermanos de nuestro padre" (Números 27:4). Su petición no tenía precedentes; era una acción muy arriesgada.

¿Puede usted imaginar la escena? Debieron de haber soportado muchas burlas, e incluso haberle causado consternación a los israelitas de la "vieja escuela" que creían que las mujeres, especialmente si eran tan jóvenes, debían simplemente ocupar su puesto y permanecer calladas. Y hasta es posible que algunos interpretaran su acción como una “afrenta” al Todopoderoso y a las leyes que Él había dado con tanto detalle.

Moisés debió de haberse dado cuenta de esto, pero conocía también la solución. Llevó el caso de las mujeres al Señor, un Dios justo y recto. Y el Juez supremo dio rápidamente Su veredicto: "Bien dicen las hijas de Zelofehad; les darás la posesión de una heredad entre los hermanos de su padre, y traspasarás la heredad de su padre a ellas" (Números 27:7). La resolución de Dios fue en favor de las hermanas. La ley fue reescrita, y las mujeres tuvieron derechos legales de propiedad por primera vez. Después, el caso fue ampliado para incluir otras instancias, como cuando el muerto no tenía hermanos varones ni hijos sobrevivientes.

Ésta es una de las demandas más antiguas registradas. En los tiempos modernos, ha sido utilizada por abogados y juristas como precedente, y sigue siendo aceptada como el caso más antiguo juzgado. De hecho, un artículo de la Revista del Colegio de Abogados de los Estados Unidos de América, escrito por Henry C. Clark, en 1924, se refiere a la decisión, llamándola una sentencia "de enorme significado". La sentencia o decreto se aplicó a todas las doce tribus, y modificó su mismísima constitución de gobierno. La política fundamental del estado fue cambiada. Antes, en ausencia de descendientes varones, una familia se extinguía y las hijas quedaban sin un centavo, pero ahora ellas podían preservar el nombre de la familia y recibir la herencia". En su libro All of the Women of the Bible (Todas las mujeres de la Biblia), Edith Deen lo resume de esta manera: "Hasta ese momento, las mujeres no tenían derechos de propiedad. Ésta es la razón por la que los hombres deseaban siempre tener un hijo varón. Pero ahora las mujeres eran consideradas seres humanos con iguales derechos de propiedad, al igual que los hombres".

Un precedente para los demás.

La valiente acción de Maala, Noa, Hogla, Milca y Tirsa muestra el impacto que puede tener la valentía, no sólo en su vida, sino también en la vida de los demás, incluso de las generaciones futuras. También ha sido un modelo para otras mujeres con nombres igualmente desconocidos, que sintieron que Dios las estaba dirigiendo a retar el "status quo" de su tiempo —por ejemplo en el mundo de las publicaciones, el trabajo misionero y el ministerio carcelario.

En Bay Colony, Massachussets, Anne Bradstreet perdió su casa en un incendio, vio morir a su hija de cuatro años, y estuvo separada de su esposo, Simon, durante largos períodos de tiempo cuando éste tenía que viajar a Inglaterra por razones de servicio. Sin embargo, estas experiencias, y la fe en Dios que éstas le inspiraron, fueron expresadas en sus poemas que finalmente fueron publicados como The Tenth Muse (La décima musa) y que se convirtió en el primer volumen de imperecedera poesía en lengua inglesa jamás producido por una mujer.

En las iglesias del siglo 19 había una intensa oposición a que las mujeres fueran misioneras. Pero Sarah Doremus fundó la Sociedad Misionera de la Unión de Mujeres de los Estados Unidos de América, que derribó esas barreras. Además de criar a ocho hijos, Sarah dirigió una organización para reintegrar a la sociedad a las ex presidiarias, creó un programa de ayuda a los cristianos griegos oprimidos por los musulmanes turcos, y ayudó a crear dos hospitales en el estado de Nueva York, uno para niños y otro para mujeres.

En 1896, el director de la cárcel de Sing Sing, en Ossining, Nueva York, invitó a Maud Booth a hablar a los presos. Ésta les dijo, valientemente: "No he venido aquí para evitar que paguen el castigo merecido por sus delitos; tomen su medicina como verdaderos hombres. Cuando hayan pagado su condena, los ayudaré. Me ocuparé de su salud. Les conseguiré trabajo. Pero, sobre todo, confiaré en ustedes. Y también dependerá de ustedes que yo lo siga haciendo o no". Ese día, cinco reclusos decidieron seguir a Cristo. Al final de ese año, Maud creó la "Liga de voluntarios carcelarios". Desde 1923, 100.000 presos se han inscrito en este programa. Maud estableció las "Casas de esperanza" en toda la nación para facilitar el reingreso de los ex convictos a la sociedad. Gracias a sus esfuerzos, Voluntarios de América y otras organizaciones hicieron lo mismo para lograr reformas penitenciarias en el siglo 20.

¿Qué acción valiente le está pidiendo el Señor a usted? Puede que no sea desafiar las costumbres establecidas o iniciar un gran ministerio cristiano. Pudiera ser tan sencillo y tan importante como testificar de Cristo a un vecino, confrontar a un ser amado en cuanto a un problema de relación, o comenzar una nueva actividad económica. Sea lo que sea, siga el valiente ejemplo de las hijas de Zelofehad y de sus seguidoras modernas.

¡Gracia y Paz!



Adam Colwell

Salmo 138:8



“El Señor cumplirá en mí su propósito. Tu gran amor, Señor, perdura para siempre; ¡No abandones la obra de tus manos!” (Salmo 138:8).

Que combinación tan grande hay en este precioso salmo, para nuestro caminar en Cristo. En primer lugar existe la confianza: El Señor completara su obra en mí (Filipenses 1:6). En segundo lugar, está la promesa: El amor del Señor perdura para siempre y no falla (1 Corintios 13:8). Finalmente, está la súplica: O Señor, no te olvides de mí, tu creación.

Oración: 
Padre Celestial, yo confió que lograras tu voluntad y propósito en mí vida. Al ver tantas historias en las Escrituras, de gente común como yo, a la que has amado y obrado en sus vidas, estoy convencido que tu amor seguirá mucho después de que yo deje de existir. Sin embargo, Amado Señor, ahora mismo tengo muchas dificultades y pido que intervengas con tu gracia y poder en mi vida. En el nombre de Jesús, Amen.

¡Gracia y Paz!


La Luz del Alma