Jueces 5:7
“Ya
quedaba poca gente en las aldeas de Israel, hasta que Débora surgió como una
madre para Israel”.
Los Israelitas se convierten
en un pueblo sedentario y comienza la acumulación de bienes. Desde
ese momento, y hasta que aparezca la monarquía, el Pueblo de Israel es
gobernado por Jueces. Son líderes carismáticos, surgidos del pueblo y cuya
preocupación fundamental es que no se pierdan las raíces que habían permitido
que varios grupos nómadas se constituyeran en una comunidad.
Dos problemas fueron los que tuvieron que enfrentar: el ansia de poder y riqueza y los pueblos vecinos, agrícolas y ganaderos, con los que los israelitas se relacionan. Uno de esos pueblos vecinos con quien tuvo mayor influencia fue el pueblo cananeo.
Dos problemas fueron los que tuvieron que enfrentar: el ansia de poder y riqueza y los pueblos vecinos, agrícolas y ganaderos, con los que los israelitas se relacionan. Uno de esos pueblos vecinos con quien tuvo mayor influencia fue el pueblo cananeo.
Baal era el dios de los cananeos. Los cananeos debían buscar la forma de que Baal les fuera favorable. Tenían que comprar su benevolencia, para lograrlo, su religiosidad se basaba en ofrecer sacrificios a Baal, a los cuales su dios debería responder con una generosa producción agrícola y ganadera. Yahvé era el Dios de los israelitas. Un Dios que miraba el corazón del hombre.
La inferioridad de la mujer en el pueblo de Israel era similar a la de otros pueblos y otras épocas. Su testimonio no era válido frente a un tribunal. Su palabra no era de fiar. Yahvé hace surgir una “sorpresa” en la historia de su pueblo. Esa sorpresa se llama Débora. Una mujer que sentada bajo una palmera resolvía los pleitos que le presentaban los israelitas. Vivía en la tierra de Efraín, lejos de los centros de poder. Débora tiene una visión y llama a Barac para que dejando en ridículo a los cananeos, los israelitas vuelvan al camino de Yahvé que habían abandonado. Barac se niega a hacer nada si Débora no va con él.
Es así como una mujer se
convierte en Juez y Profetisa del pueblo de Israel, fiel a Yahvé, en contra de
todas las tradiciones, en un mundo donde los varones tenían todas las responsabilidades
sociales y religiosas. Ella convoca a las tribus de Israel para emprender una
guerra contra Yabín, el rey cananeo, y Sísara, capitán de su poderoso ejército.
La intervención de Yahvé da la victoria a las exiguas tropas que comandaban
Débora y Barac. El general Sísara encuentra una violenta e impresionante muerte
a manos de una mujer. Como consecuencia el país tuvo paz durante cuarenta años.
Ni antes ni después de Débora encontramos en la Biblia el caso de otra mujer a la que acudieran los hijos de Israel, reconociendo su autoridad. Y no acudían para pedir consejo, acudían para someterse a juicio. Alguien que ni siquiera podía ser testigo se convierte en Juez. Ejerce un liderazgo que no se repetirá por parte de ninguna mujer a lo largo de la historia de Israel.
(Jueces capítulos 4 y 5)
¡Gracia y Paz!