La Palabra de Dios iluminará nuestro camino, pero para
gozar de su iluminación espiritual, debemos estudiarla con diligencia y aplicar
su consejo. Solo entonces podremos hacer nuestros los sentimientos del
salmista, que dijo: “Tu palabra es una lámpara para mi pie, y una luz para mi vereda”
(Salmo 119:105).