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sábado, 12 de marzo de 2016

¿POR QUÉ NO SE SANAN TODOS LOS QUE RECIBEN ORACIÓN?



Esta es una de las preguntas más comunes dentro del Ministerio de Sanidad del movimiento cristiano. Pueden haber varias razones, aunque la lista no pretenda ser definitiva, aquí enumeramos algunas:

1. Primero se necesita que haya una sanidad interior. Algunas veces la raíz de la enfermedad es falta de perdón o amargura y debemos tratar con eso antes que la sanidad se pueda manifestar.

En una ocasión, unos hombres le trajeron un paralítico a Jesús. El Señor primero le dijo, “tus pecados te son perdonados.” Y luego le dijo, “levántate y anda”. Jesús primero lidió con la sanidad interior y luego con la física.

Un ejemplo de esto le pasó a un pastor muy conocido, aunque no fue hasta mucho después que él se dio cuenta de lo que había pasado. En el 2006, comenzó a tener un dolor de cuello muy fuerte. La imagen de resonancia magnética mostraba que dos de los discos en su columna estaban apretando un nervio. Ninguna de las medicinas que los doctores le dieron sirvió y la fisioterapia empeoró el dolor. La cirugía era muy riesgosa, por lo que estaba descartada.

El dolor era continuo, nunca lo dejaba. Finalmente le recetaron una droga que adormecía las terminaciones nerviosas. Comenzó con 50 mg diarios y tuvo que aumentar la dosis hasta 250 mg. Esta droga calmó un poco el dolor pero tenía unos efectos secundarios horribles, como un dolor leve en sus coyunturas y un letargo que no lo dejaba concentrarse ni pensar claramente. Le rogó al Señor que le quitara el dolor y le pedio a todos los que podía que oraran por su sanidad. El dolor permaneció por dos años hasta que un día desapareció de repente y nunca volvió.

Mucho tiempo después, cuando estaba preparando un mensaje acerca de sanidad, comenzó a reflexionar acerca de ese dolor de cuello y se dio cuenta de algo interesante. Él había guardado una ofensa contra el pastor de otra iglesia a la que asistía en sus inicios.

Ese pastor había dicho algo en un sermón con lo que él no estaba de acuerdo y su actitud hacia él se volvió crítica y llena de juicio. El dolor de cuello comenzó al mismo tiempo que se ofendió con aquel pastor. Esta ofensa le duró varios años, hasta que el Espíritu Santo le redarguyó de su pecado y se arrepintió. El tiempo de su arrepentimiento coincidió con su sanidad. No pudo entender cómo estas dos situaciones estuvieran relacionadas, pero si se convenció de que el resentimiento que guardó contra ese pastor era un estorbo para su sanidad.

2. Se necesita que haya liberación primero. Algunas veces la causa de la enfermedad es un espíritu de opresión o algún tipo de posesión demoniaca y lo que se necesita es hacer una liberación primero.

Miremos este pasaje en la Biblia donde dice que la enfermedad era causada por un demonio:

“Un sábado Jesús estaba enseñando en una de las sinagogas, y estaba allí una mujer que por causa de un demonio llevaba dieciocho años enferma. Andaba encorvada y de ningún modo podía enderezarse. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: —Mujer, quedas libre de tu enfermedad. Al mismo tiempo, puso las manos sobre ella, y al instante la mujer se enderezó y empezó a alabar a Dios” (Lucas 13:10-13).

3. Se necesita perseverancia. Algunas veces debemos perseverar en oración por un tiempo antes de ver resultados. Una de las palabras en el griego del Nuevo Testamento que es traducida como poder es “dunamis”. De esta palabra obtenemos la palabra en español dínamo, que es un generador eléctrico. Este poder es como la electricidad que se suple en diferentes medidas para lograr un objetivo específico. Por ejemplo: La cantidad de energía requerida para encender un bombillo de luz es mucho menor que la cantidad requerida para iluminar un edificio y mucho menor que la que se necesita para toda una ciudad. No estamos cuestionando a la electricidad en sí cuando decimos que un bombillo de 25 vatios no puede iluminar un estadio. Simplemente estamos describiendo las limitaciones de la herramienta que administra esa electricidad.

De la misma manera, cuando oramos por sanidad (o cualquier otra cosa) estamos administrando la “dunamis” de Dios—y por supuesto que necesitamos administrar más poder cuando oramos por un cáncer que cuando oramos por un dolor de cabeza. Esto no implica que Dios esté limitado o que necesitemos oraciones largas para que ocurra la sanidad. Dios puede sanar a quien Él quiera instantáneamente, sin importar su condición. El hecho es que Él ejerce su voluntad en la tierra a través de y en asociación con los humanos—Él ha puesto su incomparable poder en vasijas de barro—y nosotros somos los que limitamos a Dios con nuestra incredulidad o falta de perseverancia. Tenemos que orar sin cesar para que fluya el poder.

En Apocalipsis 5:8 dice que en el cielo hay copas de oro llenas incienso, que son las oraciones de los santos. Ahora, miremos lo que pasa con esas copas: “Se acercó otro ángel y se puso de pie frente al altar. Tenía un incensario de oro, y se le entregó mucho incienso para ofrecerlo, junto con las oraciones de todo el pueblo de Dios, sobre el altar de oro que está delante del trono. Y junto con esas oraciones, subió el humo del incienso desde la mano del ángel hasta la presencia de Dios. Luego el ángel tomó el incensario y lo llenó con brasas del altar, las cuales arrojó sobre la tierra; y se produjeron truenos, estruendos, relámpagos y un terremoto” (Apocalipsis 8:3-5).

A veces tenemos que orar hasta que la copa esté llena y pueda ser mezclada con el fuego del altar y así el poder sobrenatural de Dios sea manifestado (los truenos).

4. HAY QUE incrementar LA FE. Existe un video de hace muchos años del reverendo Allen (esto fue en los años 50), en el que está orando por los enfermos. Le traen a un hombre en una camilla que tiene cáncer en el estómago y que no ha comido ni tomado nada por varias semanas. El hombre se ve que está a punto de morir mientras que el reverendo Allen entrevista a la esposa, preguntándole detalles y luego repitiendo la información a la congregación, asegurando que el hombre va a ser sano.

Esta conversación entre el predicador, la esposa, y la congregación dura más de 15 minutos, y tal vez, quienes vean este video se impacienten y se pregunten ¿Por qué no oraba por el hombre de una vez? El pobre estaba sufriendo, muriéndose de hambre, y ellos no hacían otra cosa sino hablar de él.

Finalmente, Allen ora por él y le ordena que se ponga de pie en el nombre de Jesús. ¡El hombre salta de la camilla y empieza a hablar! Luego le traen comida y se la come toda. La esposa está llorando y la gente está atenta, esperando a ver si el estómago rechaza la comida como antes, pero el hombre simplemente sonríe y dice que el sánduche está buenísimo. La historia tiene un final feliz, pero, ¿por qué tuvo que hacer una entrevista tan larga y esperar todo ese tiempo para orar por él? Porque Allen estaba incrementando la fe de la congregación, preparando a la audiencia (por decirlo de alguna manera), para que el milagro pudiera ocurrir.

Creámoslo o no, a veces hay un ambiente de incredulidad que estorba la manifestación de la sanidad. Y como prueba de esto, veamos lo que Jesús experimentó en Nazaret.

“En efecto, no pudo hacer allí ningún milagro, excepto sanar a unos pocos enfermos al imponerles las manos. Y él se quedó asombrado por la incredulidad de ellos” (Marcos 6:5-6).

En una ocasión, le pidieron a Smith Wigglesworth que orara por una joven que estaba a punto de morirse. Cuando llegó a la casa y entró a la habitación, lo primero que hizo fue sacar a la madre y los familiares para poder orar a solas. El Espíritu Santo le estaba mostrando que los familiares estaban llenos de incredulidad y era mejor que no estuvieran allí. Es lo mismo que hizo Jesús cuando resucitó a la hija de Jairo, haciendo que todos los que estaban en la casa se salieran antes de “despertarla”.

Desde luego que esto no es una sugerencia para que echemos a la gente fuera del servicio o la reunión de oración, pero a veces va a ser necesario trabajar en el nivel de fe de la gente. Una forma de hacer esto es compartiendo testimonios de sanidad—especialmente de personas con la misma condición por la que se va a orar. Randy Clark es muy bueno haciendo esto. En un viaje misionero a Brasil, dio testimonio tras testimonio, incrementando la fe de la gente, moviendo los corazones para que creyeran. Luego él daba las palabras de ciencia (conocimiento) y oraba con poder. En esa atmósfera de fe, los milagros sobrenaturales abundaron.

Conclusión

Otras razones por las que algunos no reciben sanidad pueden ser los hábitos dañinos de salud (fumar, dietas altas en grasa, abuso del alcohol, etc.), y falta de fe. La falta de fe, por ejemplo: Jesús sanó a personas con diferentes niveles de fe. Desde una fe muy grande como la del centurión romano o la del ciego Bartimeo, hasta la fe inexistente como la del padre del muchacho endemoniado, quien básicamente le dijo a Jesús, “ayuda a mi incredulidad”. No podemos meter a Dios en un molde. Él es soberano.

Al fin de cuentas es un misterio con el que tenemos que vivir. La respuesta básica es que no sabemos todas las razones, ni los tiempos de Dios. La Biblia dice que conocemos en parte y profetizamos en parte, pero un día lo entenderemos todo.

El pastor Diego Pineda dice –Yo mismo he orado por mucha gente y he visto sordos escuchar, cánceres sanados, dolores y hernias desaparecer. Y también he visto los rostros desilusionados de aquellos que regresan a su asiento sin ninguna mejoría–. Sigue diciendo: –El hecho es que yo no sano a nadie, sino el Espíritu Santo. Y entre más íntimamente me relaciono con él, más de su gloria se me pega, y más unción es canalizada a través de mí–.

Nuestra tarea es predicar, no convertir a la gente. El Espíritu Santo es el que cambia los corazones. Nuestra tarea es orar, no sanar. Jesús es el que sana. ¿Estás dispuesto a que él te use?

Aunque no podemos saber todas las razones por las que la gente no es sana, esa no es una excusa para conformarnos y aceptar la enfermedad. Debemos ser sensibles a la voz del Espíritu y seguir intentado, hasta donde sea posible, y encontrar la raíz de la enfermedad que parezca no responder a nuestra oración.

Piénsalo de esta manera. Si alguien viene por consejería debido a un problema emocional, el consejero no tiene porqué darse por vencido si la persona no es totalmente restaurada después de la primera sesión. Por el contrario, seguramente tendrá que reunirse con esa persona por el tiempo que sea necesario hasta que la sanidad interior sea completa. ¿No debería ser igual con la sanidad física? ¿Por qué rendirnos tan fácilmente?

¡Gracia y Paz!

Diego Pineda