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martes, 1 de marzo de 2016

RAHAB, ¡UNA MUJER CON VALOR Y FE!


En el "Salón de la Fama de la Fe" de Hebreos 11, solo se mencionan dos mujeres por su nombre: Sara, la esposa de Abraham (v. 11), y Rahab, la ramera de Jericó (v. 31). Sara fue una mujer piadosa, la esposa del fundador de la raza hebrea; y Dios utilizó su cuerpo consagrado para traer al mundo a Isaac. En cambio, Rahab era una gentil impía que adoraba dioses paganos y vendía su cuerpo por dinero. Humanamente hablando, Sara y Rahab no tenían nada en común. Pero desde el punto de vista divino, Sara y Rahab compartían la cosa más importante de la vida: ambas ejercieron una fe salvadora en el Dios vivo y verdadero. La Biblia no solo asocia a Rahab con Sara, sino que en Santiago 2:21-26 también está asociada con Abraham. Santiago usó los ejemplos de Abraham y Rahab para ilustrar el hecho que la verdadera fe para salvación siempre se demuestra con buenas obras. Pero todavía hay más: ¡La Biblia asocia a Rahab con el Mesías! Cuando usted lee la genealogía del Señor Jesucristo en Mateo 1, encuentra en la lista el nombre de Rahab (v. 5), aliado de Jacob, David, y de otros miembros famosos del linaje mesiánico. ¡Sin duda fue un gran avance, desde haber sido una prostituta pagana hasta convertirse en antepasada del Mesías! "Mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia" (Romanos 5:20). Pero recuerde que lo más importante acerca de Rahab era su fe. Esa es la cosa más importante en cuanto a cualquier persona, ya que "sin fe es imposible agradar a Dios" (Hebreos 11:6). No todo lo que se denomina "fe" es, en realidad, fe verdadera, la clase de fe que se describe en la Biblia. ¿Qué clase de fe tuvo Rahab? Una fe valiente (Josué 2:1-7).

Tanto Hebreos 11:31 como Santiago 2:25 indican que Rahab había puesto su fe en Yahweh Dios antes de que los espías llegaran por primera vez a Jericó. Al igual que la gente de Tesalónica, ella se había convertido "de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero" (1 Tesalonicenses 1:9). No fue como la gente de Samaria siglos después, que "temían a Yahweh, y [al mismo tiempo] honraban a sus dioses" (2 Reyes 17:33). Jericó era una de muchas "ciudades-estado" de Canaán, cada una de las cuales era gobernada por un rey (véase Josué 12:9-24).

La ciudad abarcaba unas tres o cuatro hectáreas, y hay evidencias arqueológicas que estaba protegida por murallas dobles de unos cinco metros de altura. La casa de Rahab estaba en el muro de la ciudad (Josué 2:15).

Mientras tanto, Jericó era una ciudad estratégica en los planes de Josué para la conquista de Canaán. Después de tomar Jericó, Josué podía atravesar todo el territorio para dividirlo; de esa manera sería mucho más fácil derrotar a las ciudades del sur para seguir después con las del norte.

Cuarenta años atrás, Moisés había enviado doce espías a Canaán; solamente dos de ellos habían dado un informe alentador (Números 13). Josué envió a dos hombres a espiar el territorio y especialmente para obtener información acerca de Jericó. Josué quería saber cómo habían reaccionado los habitantes de la ciudad ante la llegada del pueblo de Israel. Como Josué sabía que Dios ya le había entregado la tierra y la gente, el hecho de enviar espías no fue un acto de incredulidad (véase 1:11, 15). Un buen general quiere saber todo lo que pueda acerca del enemigo antes de ir a la batalla. ¿Cómo lograron los espías llegar a la ciudad sin ser reconocidos de inmediato como extranjeros? ¿Cómo se encontraron con Rahab? Ciertamente debemos creer en la providencia de Dios al ver cómo se desenvuelve este drama. Rahab era la única persona en Jericó que creía en el Dios de Israel, y Dios condujo a los espías directamente a ella.

Hablemos un poco sobre Rahab. La palabra hebrea traducida como "ramera" también puede significar "persona que atiende una posada". Si todo lo que tuviéramos fuera el texto del Antiguo Testamento, podríamos eximir de inmoralidad a Rahab llamándola "propietaria de una posada". Pero no hay escape, ya que en Santiago 2:25 y Hebreos 11:31, los escritores emplean la palabra griega que significa definitivamente "una prostituta".

Es extraordinario cómo Dios, en su gracia, utiliza a personas de quienes nosotros jamás pensaríamos que pudieran ser sus servidoras. Pablo nos recuerda: "Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin que nadie se jacte en su presencia" (1 Corintios 1:27-29). Jesús era "amigo de publicanos y de pecadores" (Mateo 11:19), ¡Y Él no se avergonzó de tener en su árbol genealógico a una mujer que había sido una prostituta!

Rahab puso su vida en peligro cuando albergó y escondió a los espías, pero esa fue en sí misma una prueba de su fe en el Señor. La verdadera fe para salvación no puede esconderse mucho tiempo. Puesto que estos dos hombres eran representantes del pueblo de Dios, ella no tuvo temor de colaborar en su causa. Si el rey se hubiera enterado del engaño, seguramente la habría matado por traidora.

Rahab ya era creyente en ese momento, y debemos preguntarnos ¿cómo justificamos sus mentiras? Por una parte, ella demostró su fe en el Señor al arriesgar su vida para proteger a los espías; pero, por la otra, actuó como cualquier pagano de la ciudad cuando mintió acerca de sus huéspedes. Quizá esperamos demasiado de un nuevo creyente, cuyo conocimiento de Dios era suficiente para su salvación, aunque ciertamente limitado en lo tocante a cosas prácticas de la vida. Si creyentes de muchos años como Abraham e Isaac recurrieron al engaño (Génesis 12:10-20; 20; 26:6-11), y también lo hizo David (1 Samuel 21:2), mejor sería que no fuéramos demasiado duros con Rahab. Pero esto no constituye ninguna excusa o incentivo para mentir; simplemente nos invita a considerar las circunstancias en que ella se encontraba para que no la condenemos tan severamente. Mentir es malo (Proverbios 12:22), y el hecho que Dios permitiera que las mentiras de Rahab quedaran registradas en las Escrituras no es ninguna prueba que Él las apruebe. Sin embargo, debemos confesar que la mayoría de nosotros también vacilaría en decir la verdad si se tratara realmente de una cuestión de vida o muerte. Una cosa es que yo diga la verdad acerca de mí mismo y sufra por ello; pero, ¿acaso tengo yo el derecho de ocasionar la muerte de otros, especialmente de los que han llegado a mi casa en busca de protección? Muchas personas han sido condecoradas por haber engañado al enemigo en tiempos de guerra, salvando así vidas inocentes. ¡Y estos eran tiempos de guerra! Suponiendo que esto nos permitiera ver a Rahab como una "guerrillera por la causa de la libertad", ¿cambiaría el cuadro siquiera algo? Dejando a un lado las cuestiones éticas, la lección más importante aquí es que la fe de Rahab era evidente, y ella lo demostró al recibir a los espías y arriesgar su vida para protegerlos. Santiago vio sus acciones como prueba que era una creyente en verdad (Santiago 2:25). La fe de Rahab no fue una fe oculta; los espías pudieron decir que ella era, sin duda, una creyente que poseía además una fe valiente.


¡Gracia y Paz!