Si amamos a nuestro Eterno Dios con todo nuestro corazón
y alma, es claro que NO ADORAREMOS IMÁGENES, no tomaremos su Nombre en vano,
etc., etc. De igual manera, si amamos a las demás personas como nos amamos a
nosotros mismos, tampoco les robaremos, les mentiremos, les envidiaremos, los
calumniaremos, ni haremos nada que les haga daño. Es por eso que, en amar al
Señor con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y
con todas nuestras fuerzas; y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, se
cumple toda la ley de Dios.
“De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”
(Mateo 22:40).
¡Gracia y Paz!