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¿TIENES DUDAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS?



Salmos 111:3
“Gloria y hermosura es su obra, y su justicia permanece para siempre”

¿De qué obras está hablando este salmo? El contexto da a entender de dos extraordinarias obras de Dios. La creación y la redención.

Sus obras son prueba contundente de su existencia. Tú no te atreverías a pensar que la sofisticada computadora portátil vino a existir como fruto de la evolución. Tiene que haber un fabricante detrás de todo. ¿Cómo es posible, entonces, pensar que el cuerpo humano y los asombrosos misterios de la naturaleza aparecieron en el universo por azar?

Si la computadora es la prueba de la existencia de un Ingeniero en informática, la creación es también la prueba de un Creador. De ninguna manera somos fruto de la casualidad. Sabemos de dónde venimos y, en consecuencia, la vida tiene sentido.

La Biblia enseña que cuando la obra maravillosa de la creación estaba concluida, vino el enemigo y echó a perder todo. Al introducir él la mancha del pecado condenó a la creación a su autodestrucción. El ser humano se iría deteriorando, consumido por su propio egoísmo y arrastraría a la naturaleza entera.

Entonces apareció nuevamente la mano misericordiosa de Dios. Nada está condenado, aunque el enemigo intente desfigurar sus planes divinos.

El plan de la redención es el programa de restauración de un mundo perdido. Es como si el artista reconstruyese una pintura famosa, deteriorada por las inclemencias del tiempo y del abandono.

Dios tiene el control del universo y de las vidas. Nada sucede sin su consentimiento. Todo es con un propósito o por una consecuencia. La justicia es la base del trono desde el cual Dios gobierna el universo. Las vestiduras divinas son su gloria y su majestad. Dios es excelso y grande. No conoce imposibles.

Por si acaso hoy estas pasando por una situación difícil ¿Cómo puedes tú pensar que esa circunstancia no tiene solución? ¡Mira las obras de Dios! Esas obras pueden ser realidad en tu vida si como hijo indefenso corres a los brazos protectores del Padre Celestial, porque: “Gloria y hermosura es su obra, y su justicia permanece para siempre”.

¡Gracia y Paz!

Camino a Jesús

¿VIVES TU VIDA COMO DIOS QUIERE QUE LA VIVAS?





Eclesiastés 1:1-9
“Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén. Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece. Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo. Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol”

En esta escritura, el rey Salomón muestra una visión de la vida que a simple vista parece pesimista, pero lo cierto es que es muy realista. Si analizamos el paso del tiempo a través de la historia podemos concluir que, aparte de los cambios progresivos en las áreas de la ciencia y la tecnología, los aspectos fundamentales de la vida son prácticamente los mismos desde hace siglos. La historia se repite una y otra vez. El hombre nace, crece, procrea, envejece y muere. Generación tras generación se repite el mismo ciclo. Pero, ¿es esta simplemente la vida que Dios creó para nosotros? Ciertamente no. El hombre se concentra en sus propias metas y planes, y pierde totalmente la visión del plan de Dios para la humanidad.

Ty Cobb, uno de los más grandes jugadores de béisbol profesional de todos los tiempos, dijo algo muy revelador: “Durante años yo comía béisbol, soñaba con béisbol, hablaba de béisbol, pensaba en el béisbol, vivía el béisbol”. Y entonces agregó: “Pero cuando uno pasa de esos años de jugar béisbol profesional, la vida es entonces muy vacía”. En sentido general, a todo ser humano le sucede más o menos lo mismo. Pone todo su enfoque en aquello que le agrada, o en lo que cree le va a traer la felicidad, y quizás durante un tiempo la consigue, pero después desaparece, pues todo es temporal en esta vida. “Todo es vanidad”, dice el Predicador en el pasaje de hoy. Todo es una ilusión, una vana fantasía. ¿Y después, qué?

Hay, sin duda, una gran diferencia entre vivir con un propósito y simplemente vivir. Pero, ¿cuál sería un propósito digno de nuestra existencia? Un famoso escritor cita en uno de sus libros que la vida en la tierra es como “una preparación para la eternidad”. Indudablemente, el propósito de Dios es que mientras estemos en este mundo vayamos siendo transformados y finalmente seamos hechos “conformes a la imagen de su Hijo” (Romanos 8:29). El apóstol Pablo, después de su encuentro con Jesús en el camino a Damasco (Hechos 9), hizo suyo ese propósito. Por eso dijo: “Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21). Es decir, conocer a Cristo, vivir para Cristo y por Cristo y confiar en él es la única forma de vivir la vida abundante y llena de bendiciones que Dios ha planeado mientras caminamos por este mundo, y cuando llegue el final de nuestros días, junto a él por toda la eternidad. Entonces podremos decir “El morir es ganancia”.

La eternidad junto al Señor es la fase final del plan de Dios, en donde todo es tan perfecto y maravilloso que no podemos imaginarlo. Así lo describe el apóstol Juan conforme a la revelación que le dio el Señor Jesucristo: “Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” (Apocalipsis 7:16-17). ¡Qué preciosa visión para un futuro glorioso!

Vive tu vida con esa visión en tu mente. Busca el rostro del Señor diariamente, orando, leyendo su palabra, aplicándola a tu vida, sirviéndole, tratando de agradarle en todo. Entonces comenzarás a vivir la verdadera vida abundante, llena de paz y de gozo que Dios desea que vivas aquí en la tierra y por toda la eternidad.

ORACIÓN:
Bendito Padre celestial, gracias te doy por tu precioso plan para mi vida. Dame la sabiduría, el discernimiento y la fe para caminar conforme a tus planes cada día de mi vida y así poder disfrutar plenamente de todas tus bendiciones. En el nombre de Jesús, Amén.


¡Gracia y Paz!

Salmo 115:16



Salmo 115:16
“Los cielos son los cielos de Yahweh; y ha dado la tierra a los hijos de los hombres”.

En 1923, un grupo de renombrados y valientes hombres de negocios de los Estados Unidos, Jesse Livermore, el mago de Wall Street; León Fraser, presidente del Banco Internacional Settlement; Iván Kruegar, el hombre principal del mayor monopolio financiero; Charles Schwab, presidente de la mayor compañía independiente de acero; y Richard Whitney, presidente de la Bolsa de Valores de Nueva York; se reunieron en el hotel Edgewater Beach, de Chicago. Aquel grupo era una leyenda. Juntos, aquellos hombres tenían más dinero que todo el tesoro americano. Los diarios y las revistas contaban sus fabulosas historias. Todo mundo los veían como símbolo del éxito.

Veinte años después, la historia era completamente diferente. Iván Kruegar, se habían suicidado. Charles Schwab, murió en la mayor miseria; y Richard Whitney, estaba en prisión.

Las Santas Escrituras nos dicen hoy que Dios les dio la tierra a los hijos de los hombres. La tragedia de la criatura humana es pensar que, porque Dios le confió la tierra, la tierra es suya. Entonces trabaja, lucha, conquista; acumula dinero, fama, poder y cultura y borra a Dios de su vida, se transforma en su propio dios, pero ignora que todo sucede porque Dios lo permite. Después de todo, fue él quien les dio la tierra a los hijos de los hombres, ¿o no?

Pero, "los cielos son de Yahweh", y desde allí Él controla el destino de las naciones y de las personas. Felices son los que tienen conciencia de esta verdad y entienden que por encima de la tierra están los cielos. Tú podrás decir: Haré esto hoy, y mañana aquello, pero si Dios no lo permite, no sucederá (Santiago 4:15).

La fortuna pasa, como pasó el poder, la fama y el dinero de aquellos hombres poderosos. La tierra se desgasta, envejece y muere, pero los cielos son eternos. ¡Ay de aquel que construye sus sueños y realizaciones basándose solamente en valores terrenales!

Dedica hoy unos momentos para mirar en dirección a los cielos. Observa la inmensidad del infinito y verás que tus conquistas y logros son insignificantes.

Al salir hoy a cumplir tus responsabilidades, o si te quedas en casa, piensa esto: "Los cielos son los cielos de Yahweh; y ha dado la tierra a los hijos de los hombres".
  
¡Gracia y Paz!

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