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lunes, 1 de diciembre de 2014

¡¡¡NO TE CONTAMINES!!!



¿Cuántas cosas existen a nuestro alrededor que contaminan nuestras convicciones o nuestra relación con Dios?

A pesar de las presiones de este mundo, permanezcamos fieles a Dios. Seamos útiles en sus manos. Mantengámonos apartados para Cristo. Hagamos todo en Cristo y para Cristo.
"Dios honra a quien primeramente lo honra a él" (1 Samuel 2:30)

Si honramos a Dios por sobre todas las circunstancias, dificultades y presiones, Dios se complacerá y responderá con bendiciones abundantes.

¡Gracia y Paz!

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PERDONATE A TI MISMO



Marcos 12:31
“…Amarás a tu prójimo como a ti mismo…”

¿Cómo puedes amar a tu prójimo, si primero no lo haces contigo mismo?

Para amarte a ti mismo es importante perdonarte por todos tus errores y equivocaciones. Que tengas la certeza de que si Dios ya perdonó tus pecados, los olvidó y los enterró en el fondo del mar (Miqueas 7:19) ¿Quién eres tú para no perdonarte a ti mismo(a)? Solo cuando te perdones a ti mismo(a), estarás sanando tu relación contigo mismo(a) y sentirás que te quitarán un gran peso de encima.

Ese proceso es muy doloroso, porque implica ser honesto(a) con uno mismo y eliminar el obstáculo más grande que tenemos: Nuestro propio EGO. Para combatir con ese gigante debemos humillarnos ante Dios, ponernos a cuentas con él, y tener la seguridad de que no importa que tan horribles sean nuestros pecados, si nos arrepentimos de corazón y se los confesamos, él los perdonará y jamás se volverá a acordar de ellos; no importa lo que haya sido, la sangre de Jesús y la misericordia de Dios tienen poder para perdonar, limpiar y olvidar toda nuestra maldad. Amén.

¡Gracia y Paz!

“Fortalézcanse con el gran poder del Señor”



Efesios 6:10
“Fortalézcanse con el gran poder del Señor”.

Satanás nunca está quieto; siempre está viendo cómo amargarnos la vida; pero para no darle oportunidad, hay que resistirlo y estar preparados para librar la batalla, fortalecernos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Debemos vestirnos de la Armadura de Dios, para poder estar firmes contra las acechanzas del diablo, porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Efesios 6:10-12).

La batalla contra el enemigo no la vamos a librar si estamos débiles y temerosos; es importante cobijarnos bajo la protección de Dios como lo hacía David: “Pero tú, Señor, me rodeas cual escudo; tú eres mi gloria; ¡tú mantienes en alto mi cabeza!” (Salmo 3:3). Tenemos que reconocer que nuestra fuerza es limitada, mientras que la de Dios es grande y poderosa. Es incomparable la grandeza de su poder en favor de los que creemos y ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz (Efesios 1:19).

Solo el gran poder de Dios es la base de nuestra victoria espiritual y solo así podremos salir vencedores en las tribulaciones que se nos presenten día con día. Habrá momentos críticos en los que sentiremos desfallecer, pero gloria a Dios que su poder se perfecciona en nuestra debilidad (2 Corintios 12:9).

Oración:
Gracias amado Dios por tu misericordia, reconozco mi debilidad ante los problemas de mi vida cotidiana. Gracias por tu divina gracia, gracias porque me has permitido conocerte y llenarme de tu presencia para tener la fuerza y el poder que emanan de ti. Gracias por el poder de tu Santo Espíritu. Fortalece mi Fe para tener la seguridad de que contigo soy más que vencedor, en el nombre de Jesús, Amen.

¡Gracia y Paz!

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¿NO TE GUSTA LA DISCIPLINA DE DIOS?



¿NO TE GUSTA LA DISCIPLINA DE DIOS?

Hebreos 12:5-6
“Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor ni te desanimes cuando te reprenda, porque el Señor disciplina a los que ama, y azota a todo el que recibe como hijo”.

“¿Qué hijo hay a quien el padre no disciplina?” (Hebreos 12:7). Si no lo hiciese, pensaríamos que poco le interesamos. Hemos aprendido a respetar a los padres terrenales con disciplina, entonces no hay por qué rechazar la de nuestro Padre celestial que es la que nos conduce a la santidad (Hebreos 12:9-10).

¡Qué gran satisfacción sentimos cuando nuestros hijos crecen y miramos lo que son! En verdad nos sentimos orgullosos y pensamos: ‘gracias Dios porque hice bien la tarea con ellos’. De igual manera lo hace el Señor: su fidelidad lo lleva a completar la buena obra en cada uno de sus hijos (Filipenses 1:6). Cuando estamos viviendo diferentes pruebas, podemos llegar a pensar que Dios no nos ama porque nos trata con dureza, pero más tarde comprobaremos los buenos resultados de su corrección. “Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella” (Hebreos 12:11). E incluso muchas veces nuestro Padre permite una situación aparentemente desagradable, con el fin de prevenirnos de otras peores.

Tenemos que aprender a ser sabios y no ver la disciplina como castigo sino lección. Después cosecharemos frutos de entereza y rectitud, llenos de la tranquilidad y regocijo que nos producirán nuevos aires para renovar las fuerzas debilitadas y continuar por la senda correcta (Hebreos 12:12-13).Todos necesitamos ser disciplinados por Dios.

¡Gracia y Paz!


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