¿DE VERDAD ES DIOS TU REFUGIO?
Salmo 46:1-3
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro
pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra
sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se
turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza”
Beatriz estaba desconsolada. Recientemente había perdido
su primer hijo, muerto unas horas después de nacido debido a complicaciones
respiratorias. Todas sus ilusiones acumuladas durante los nueve meses de espera
habían desaparecido en un momento. El trauma de esta experiencia había afectado
su relación con su esposo y con todos alrededor de ella. Estaba deprimida y
malhumorada. Culpaba a Dios por lo que había pasado y repetía: “Lo odio. ¿Por
qué tiene esto que pasarme a mí? ¿Por qué no me dio un bebé saludable? ¿Dónde
estaba Dios mientras yo sufría los dolores de parto? ¡Total, para nada!”
Aproximadamente al mismo tiempo, no muy lejos de Beatriz,
un piadoso líder cristiano, cuyo hijo adolescente acababa de morir en un
accidente automovilístico mostraba una actitud totalmente diferente. Por
supuesto este hombre y su esposa estaban devastados. Sus corazones estaban
destrozados a causa del dolor que estaban experimentando. Pero en medio de sus
lágrimas, este buen cristiano dijo: “Yo sé que puedo confiar en Dios. Él es un
Dios de amor. Él es mi refugio, y yo siento su fuerza y su compasión y su
cuidado por mí y por mis seres queridos. Mi esposa y yo y toda nuestra familia
estamos consagrados a Él como una expresión de nuestro amor y nuestra absoluta
confianza en su fidelidad”.
Ciertamente no alcanzamos a entender el misterio de por
qué Dios permite sufrimiento, dolor y aflicción entre sus hijos, pero podemos
contestar esta pregunta “¿Dónde estaba Dios mientras yo sufría?” En el mismo
lugar que estaba cuando su propio Hijo murió en la cruz por nuestros pecados.
Jesús advirtió a sus discípulos: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad,
yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Sin duda en algún momento de nuestras
vidas, más tarde o más temprano, vamos a encontrar aflicción, el sufrimiento va
a llegar a nosotros, una tormenta emocional o espiritual se va a presentar,
pero en todos los casos hay una respuesta correcta, una actitud, sólo una:
Confiar en Dios y echarnos en sus brazos en medio del dolor y el sufrimiento.
Aquellos que confían en el Dios eterno como su refugio experimentarán la
realidad de su promesa en Deuteronomio 33:27: “El eterno Dios es tu refugio, y
debajo están los brazos eternos”.
Cuando nuestra actitud es ésta, de una manera milagrosa e
inexplicable, Dios nos da la paz que tanto necesitamos, esa paz que la Biblia
dice “sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7). Esa paz la encontró aquel
líder cristiano en medio de su dolor, porque él se echó en los brazos de amor
del Dios eterno, y buscó en él refugio en medio de la tormenta. Sin embargo
Beatriz se hundía más y más en la desesperación a medida que su actitud rebelde
la alejaba del amor y el consuelo del Señor.
Si estás en medio de una prueba, si estás sufriendo, no
te desesperes. Piensa que Dios está cerca; él ha prometido que nunca “nos
dejará ni nos desamparará”. Piensa además que Dios tiene control sobre todas
las circunstancias y todo lo que estás pasando en estos momentos tiene un
propósito, y ese propósito, aunque ahora es difícil creerlo, es bueno para tu
vida. Así lo afirma Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas
las cosas les ayudan a bien”. Confía en el Señor, clama a él, y él te
contestará. Aunque te resulte difícil hacerlo alábalo y di con toda confianza
que él está en control, que tú sabes que él te ama y que él será siempre tu
“amparo y fortaleza, y tu pronto auxilio en las tribulaciones”.
Oración:
Mi Señor y mi Dios, te doy gracias por tu fidelidad en
todas las circunstancias. Ayúdame a mantener firme mi confianza en ti, aún en
medio de las pruebas. Yo se que tú eres mi refugio y mi roca firme, y que tú
estarás conmigo hasta el fin del mundo. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla