Éxodo 23:25-30
“Mas a Jehová vuestro Dios serviréis, y él
bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti.
No habrá mujer que aborte, ni estéril en tu tierra; y yo completaré el número
de tus días. Yo enviaré mi terror delante de ti, y consternaré a todo pueblo
donde entres, y te daré la cerviz de todos tus enemigos. Enviaré delante de ti
la avispa, que eche fuera al heveo, al cananeo y al heteo, de delante de ti. No
los echaré de delante de ti en un año, para que no quede la tierra desierta, y
se aumenten contra ti las fieras del campo. Poco a poco los echaré de delante
de ti, hasta que te multipliques y tomes posesión de la tierra”.
En este pasaje, Dios, a través de Moisés, se dirige al
pueblo de Israel después de haberlos liberado de la esclavitud en Egipto. Aquí
el Señor les habla acerca de los planes de bendición que él tenía para ellos
una vez llegaran a la Tierra Prometida: el alimento y el agua no faltarían,
habría sanidad total (les dice: “Quitaré toda enfermedad de en medio de ti”);
no habría abortos ni mujer estéril, y la protección contra todos los enemigos
estaba asegurada. Así dice el v.28: “Enviaré delante de ti la avispa, que eche
fuera al heveo, al cananeo y al heteo, de delante de ti”.
En fin, Dios lo tenía todo perfectamente planeado para su
pueblo. Pero había un problema: tomaba tiempo, y eso no le gustaba a los
israelitas (ni nos gusta a nosotros tampoco). El Señor les dice: “Poco a poco
los echaré de delante de ti, hasta que te multipliques y tomes posesión de la
tierra”. Quizás los israelitas se preguntaron: “¿Y por qué poco a poco? ¿Por
qué no inmediatamente?” El v.29 expresa la razón de la demora: “No los echaré de
delante de ti en un año, para que no quede la tierra desierta, y se aumenten
contra ti las fieras del campo” ¡Qué interesante! Si Dios echa de allí
inmediatamente a los habitantes, aquella tierra quedaría desierta y entonces
las fieras del campo se iban a multiplicar y a ocuparla, haciendo difícil la
supervivencia de los israelitas. Dios no siempre va a decirnos la razón por la
cual se está tomando su tiempo. Y realmente no tiene por qué hacerlo, pues él
es soberano y no tiene que rendir cuentas a nadie. Pero nosotros podemos estar
absolutamente seguros de que detrás de toda acción de Dios hay una razón
perfectamente lógica e irrefutable, ya que “él sabe todas las cosas” (1 Juan
3:20), y además tiene para sus hijos “planes de bienestar y no de calamidad,
para daros un futuro y una esperanza” (Jeremías 29:11).
Muchas veces Dios nos dice que la cosa es “poco a poco”,
pero nosotros la queremos ahora mismo (¡Para luego es tarde!), y además a
nuestra manera. Tenemos que aprender a esperar en el Señor, simplemente porque
él, en su omnisciencia, conoce el pasado, el presente y el futuro, y nosotros
no tenemos idea de lo que va a suceder el próximo minuto. Él tiene toda la
información para tomar una decisión correcta, todo el poder para llevarla a
cabo y toda la sabiduría para determinar el tiempo perfecto. Por eso debemos
confiar en él. El pueblo de Israel no solamente fue impaciente, sino también
desobediente. Por eso, los planes que Dios tenía, tan perfectos y preciosos, no
se llevaron a cabo hasta que aquella generación rebelde falleció en el
desierto.
En su juventud, el rey David expresó en muchos de sus
salmos una gran impaciencia, y un deseo urgente de que Dios resolviera sus
problemas inmediatamente. Pero, a través de los años llegó a conocer
íntimamente al Señor, y siendo un anciano escribió el Salmo 37 en el cual las
quejas y la impaciencia dan lugar a la confianza y la paciencia. Dice el
versículo 7: “Guarda silencio ante Jehová, y espera en él”. Este es un precioso
consejo que nunca debemos olvidar.
Si te parece que tu espera ha sido demasiado larga,
puedes tener la absoluta seguridad de que Dios está trabajando y creando las
condiciones para que todo se realice de manera perfecta conforme a sus planes.
Ciertamente vale la pena confiar y esperar pacientemente en Dios. Dice Hebreos
10:35-36: “No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón;
porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de
Dios, obtengáis la promesa”.
ORACIÓN:
Padre santo, te ruego me des paciencia para esperar a que
los planes que tú tienes para mi vida se lleven a cabo en tu tiempo. Ayúdame a
echar a un lado mi ansiedad y a confiar plenamente en tu propósito para mi
vida. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla