¿QUÉ ACTITUD ELIGES: OBEDECER O IGNORAR A DIOS?
Corazín fue una vez una ciudad floreciente junto al mar
de Galilea. Actualmente sólo quedan escombros y ruinas. No muy lejos de Corazín
hay otra pila de piedras amontonadas, residuos de edificios de la antigua
ciudad de Capernaum. Lo mismo le sucedió a Betsaida. Una vez era una próspera
ciudad en el comercio y la pesca. Piedras, nada más que piedras se pueden ver
actualmente. Cuando Jesús caminaba por las calles de estas ciudades, conocía el
futuro que les esperaba debido a su ingratitud y su incredulidad. Y así
profetizó: “¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida!... Y tú, Capernaum, que
eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida…” En estas
ciudades, Jesús se mostró claramente como el Hijo de Dios. Aquel que era
todopoderoso y podía hacer grandes milagros, y cuyo amor y compasión se
manifestaron de manera evidente. Allí el Señor predicó su mensaje de
arrepentimiento, de perdón, de paz y de esperanza. Sin embargo, la gente
rehusaba escuchar su mensaje. Como resultado de ello, Dios maldijo a Corazín, a
Capernaum y a Betsaida y las redujo a un montón de piedras, monumentos a su
incredulidad (Lee Mateo 11:20-24).
A través de toda la Biblia, de diferentes maneras y por
medio de muchas diferentes personas y situaciones, Dios nos habla y nos da
instrucciones con el fin de llevar a cabo sus planes de bienestar y esperanza
para nuestras vidas, de los que nos habla Jeremías 29:11. Pero en última
instancia seremos nosotros los que escogeremos seguir esas instrucciones o
simplemente ignorarlas y tomar la dirección que estimemos conveniente. Por
ejemplo, en Deuteronomio capítulo 30, Moisés se dirige al pueblo de Israel y,
después de exponerles de parte de Dios las condiciones para su restauración,
les dice: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros,
que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición;
escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deuteronomio
30:19). También Josué, el sucesor de Moisés, les habló a los israelitas en
estos términos: “Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién
sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron
al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis;
pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josué 24:15).
Sabemos que Dios es amor (1 Juan 4:8); es paciente y
grande en misericordia (Salmo 86:15), es clemente y compasivo (Salmo 116:5),
pero también es justo, y “él juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con
rectitud”, dice el Salmo 9:8. Dios envió profetas y líderes al pueblo de Israel
para comunicarles sus planes, y les exhortó a que obedecieran sus
instrucciones, pero no los forzó a obedecer, sino que les dio libertad para que
ellos escogieran. Lamentablemente escogieron el camino de la desobediencia y se
perdieron de muchas bendiciones. La mayoría de ellos, en lugar de disfrutar de
la preciosa tierra prometida, encontraron muerte y desolación en el desierto.
La enseñanza de hoy es clara y fácil de entender. Cuando
Dios habla debemos prestar atención. Si seguimos sus instrucciones recibiremos
recompensas y bendiciones, tanto materiales como espirituales. Si no lo hacemos
sufriremos las consecuencias como les sucedió a los israelitas, y a Corazín y a
Betsaida y a Capernaum.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla