¿Si Jesús oraba, tu
porque no?
Marcos 1:35
“Levantándose muy de mañana, siendo aún muy
oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”
Este pasaje nos habla de una ocasión en la que Jesús se
levantó de madrugada y se apartó en busca de tranquilidad. “Y allí oraba”. Esto
era algo que el Señor hacía regularmente. Orar fue una prioridad en la vida de
Jesús. Él se comunicaba con su Padre constantemente en busca de fortaleza y
sabiduría. En ocasiones pasaba la noche entera orando. Y normalmente oraba
varias veces durante el día. La oración fue el arma más poderosa usada por
Jesús durante su vida terrenal. Él oraba en busca de sabiduría cuando tenía que
tomar una decisión importante, como cuando eligió a los doce apóstoles (Lucas
6:12-13); oró por un milagro ante la tumba de Lázaro y éste resucitó (Juan
11:41); oraba buscando la voluntad del Padre, especialmente lo hizo en el
huerto de Getsemaní ante la perspectiva de la cruz que le esperaba (Mateo
26:39, 42, 44 ); y allí mismo oró en busca de fortaleza cuando estaba a punto
de desfallecer, y dice la Biblia que “se le apareció un ángel del cielo para
fortalecerle” (Lucas 22:43). Una vez fortalecido se dirigió a la cruz a dar su
vida por cada uno de nosotros. Y poco antes de caminar hacia su muerte, el
último consejo que dio a sus discípulos fue precisamente acerca de la necesidad
de orar. Allí Jesús les dijo: “Velad y orad, para que no entréis en tentación;
el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41).
La oración debe ser una prioridad esencial en la vida de
todo aquel que es usado por Dios. De hecho, la oración es lo más importante en
toda persona que ha decidido caminar en el Espíritu y vivir una vida santa. La
oración es esencial para nuestra supervivencia. Cuando nuestro tiempo a solas
con Dios no es una prioridad, damos lugar al desaliento, dudas y desilusiones,
todo lo cual puede llevar al desastre. El enemigo de nuestras almas nos ataca,
primero, con la desilusión y una vez que perdemos la esperanza somos presa de
su próxima arma: la duda. En este estado no es difícil que pongamos atención a
las declaraciones del diablo: “¿Dónde está Dios?”, “La vida cristiana no
funciona”, “No vale la pena tratar de obedecer la Palabra de Dios”, etc., etc.
Todo esto puede afectar profundamente la vida espiritual del cristiano. Pero la
oración constante crea una barrera entre nosotros y estos ataques, y nos llena
de la paz y el gozo que provienen del Espíritu Santo.
Cuando no mantenemos una comunión constante con Dios
comenzamos a sentir el peso de nuestras circunstancias terrenales en el aspecto
espiritual, emocional y físico. La oración levanta nuestras cargas para que no
tengamos que soportar su peso. La Biblia nos exhorta a echarlas sobre Dios.
Dice el Salmo 55:22: “Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará”. Aguantar
el peso de cargas para el que no estamos preparados, no sólo repercute en
nosotros espiritualmente, sino que nos deja física y emocionalmente extenuados.
Cristianos cansados y preocupados son un blanco de ataque que Satanás conoce
muy bien.
Si Jesús, el Hijo de Dios, necesitó de la oración, cuánto
más cada uno de nosotros, débiles e incapaces seres humanos. Si sientes que las
cargas te abruman, acércate al Señor en oración y confiadamente deposítalas en
sus brazos. Jesús invita a todos los que estamos abrumados y cansados a venir a
él. Dice Mateo 11:28: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y
yo os haré descansar”. El descanso que Jesús te da es un descanso profundo que
va más allá del aspecto físico, es un descanso para el alma. Decide aceptar su
invitación y acércate al Señor por medio de la oración. El precio de no hacerlo
es demasiado alto y las consecuencias pueden ser terribles.
ORACIÓN
Padre santo, ayúdame a reconocer la importancia y la
necesidad de vivir en comunión contigo. Pon en mi corazón un ferviente deseo de
buscar tu rostro en oración cada día de mi vida, de manera que yo pueda recibir
de ti la fortaleza, la sabiduría y el valor para vivir una vida victoriosa. En
el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla