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viernes, 1 de agosto de 2014
¿CÓMO ESTÁS EDIFICANDO TU HOGAR?
¿CÓMO ESTÁS EDIFICANDO TU HOGAR?
Salmo 127
“Si el Señor no edificare la casa, en vano
trabajan los que la edifican; si el Señor no guardare la ciudad, en vano vela
la guardia. Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a
reposar, y que comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño.
He aquí, herencia del Señor son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre.
Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud.
Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; no será avergonzado
cuando hablare con los enemigos en la puerta”.
El pueblo de la antigua China trató de protegerse de los
ataques de los ejércitos bárbaros que bajaban desde el norte y arrasaban con
todo, construyendo la famosa Gran Muralla China. Según la agencia de noticias
Xinhua, que condujo una investigación que tomó 7 años, el enorme muro tiene una
longitud de 21,196 kilómetros (13,173 millas), una anchura que varía entre 4.6
y 9.1 metros (15 a 30 pies) y una altura de 5 a 8 metros (16 a 26 pies)
dependiendo del terreno y otros factores. La muralla era demasiado alta para
que el enemigo la escalara, demasiado gruesa como para ser derribada, y
demasiado larga como para rodearla. Era, sin duda, una construcción
verdaderamente impresionante y supuestamente proveía una absoluta protección y
seguridad. Sin embargo, durante los primeros cien años de la existencia de la
muralla, China fue invadida tres veces. ¿Cómo pudieron los invasores quebrantar
la rigurosa defensa de tan impresionante pared? Simplemente, los enemigos
sobornaron a los guardias que vigilaban una de las entradas, y tranquilamente
entraron por la puerta sorprendiendo a todos dormidos. El fatal defecto en la
defensa de China fue que gastaron una enorme cantidad de riquezas y esfuerzo
humano en construir la muralla, pero no se preocuparon por construir el
carácter de los centinelas.
De manera similar, muchos matrimonios gastan una fortuna
en construir una casa con todas las comodidades, la equipan con efectos
eléctricos de la mejor calidad, no escatiman esfuerzos en añadirle equipos
electrónicos con la más moderna tecnología. Pero para lograr sostener este
nivel de vida, por regla general ambos cónyuges tienen que trabajar, y
normalmente salen muy temprano de la casa y regresan al anochecer, por lo que
apenas tienen contacto con los hijos, los cuales tienen que permanecer en la
escuela hasta tarde o en muchos casos, solos en la casa hasta que llegan sus
padres. El resultado, generalmente, es una relación pésima entre padres e
hijos; el carácter de estos se construye con toda la basura que les llega a
través de la televisión o de malas compañías, y al final las consecuencias son
terribles.
El pasaje de hoy hace énfasis en la necesidad de hacer
del Señor el centro del hogar. El único fundamento sobre el cual debemos
edificar nuestra familia es Dios. Si no es así, en vano es todo esfuerzo que se
pueda hacer. Una familia sin Dios, no tiene la capacidad de experimentar el
lazo espiritual que solamente él puede crear en las relaciones. Ejemplo de este
lazo es Jesús mismo en relación con Su Padre. En Juan 5:19 dice: “No puede el
Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que
el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”. Esta declaración de
Jesucristo nace de su estrecha unidad con el Padre y es reflejo de esa relación
espiritual que sólo existe cuando Dios es el centro de nuestra vida. En su
carta a los efesios, el apóstol Pablo enfatiza en la importancia de aplicar en
el hogar las reglas y los principios del evangelio de Cristo (Efesios 5:21-6:4).
“He aquí, herencia del Señor son los hijos; cosa de
estima el fruto del vientre”, dice el pasaje de hoy. Ciertamente Dios valora la
herencia que te ha dado, y espera que de la misma manera la valores tú, y que
cuides de tu familia, que ames a tu cónyuge y que sobre todas las cosas
edifiques tu hogar sobre la roca firme y segura que es la Palabra de Dios.
Solamente así podrás disfrutar de verdadera paz y felicidad.
ORACIÓN:
Bendito Padre celestial, te ruego que me des
discernimiento espiritual para entender con toda claridad el mensaje de tu
palabra, sabiduría para aplicarla en mi hogar de la manera correcta y fe para
mantenerte a ti como centro y eje de mi familia. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
Carlos Martínez M
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