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viernes, 4 de julio de 2014

¿SABES DAR CONSUELO A LOS DEMÁS?



¿Sabes dar consuelo a los demás?

2 Corintios 1:3-4
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”.

Todos tenemos días en los que parece nada nos sale bien. En ocasiones pasan semanas y hasta meses y nada de lo que planeamos resulta de la manera que esperábamos. Y no importa cuán fuertes seamos, todos experimentamos momentos de frustración y desaliento, y a veces nos envuelve un cierto sentimiento de derrota. Es entonces cuando nos damos cuenta de lo débiles que somos. Sin embargo, cuando llegamos a este punto, es que descubrimos el increíble poder de Dios y el apoyo y el consuelo que él nos ofrece.

En momentos muy difíciles de su vida, el apóstol Pablo clamó a Dios para que lo librara de su aflicción y el Señor le dijo: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9). Es precisamente en medio de nuestra debilidad, cuando reconocemos que no podemos salir airosos de la prueba por nosotros mismos, que Dios manifiesta su poder. Él nunca dice: “Date por vencido. De todas formas vas a ser derrotado”. Todo lo contrario, su Palabra nos recuerda que “somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37).

De Génesis a Apocalipsis la Biblia nos habla de la infinita gracia y misericordia de Dios, y de su amor que “excede a todo conocimiento” (Efesios 3:19). Romanos 15:4 dice: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza”. Es decir, lo que está escrito en la palabra de Dios por su propia inspiración, está a nuestra disposición. El Señor quiere que sepamos que, no importa cuán difícil sea la situación en la que estemos, su gracia está siempre presente y es más que suficiente para que sintamos su consuelo, su paz, su gozo y su poder perfeccionándose en nuestra debilidad, resultando en esperanza para nuestras vidas.

En Juan 14:16, Jesús prometió a sus discípulos: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”. Jesús estaría en este mundo por un tiempo limitado. Una vez cumpliese su misión de morir para pagar por nuestros pecados, y resucitara, ascendería al cielo con el Padre. Por eso el Espíritu Santo vino y está con nosotros para siempre. Pero su función no es solamente consolarnos a nosotros, sino también capacitarnos para que seamos instrumentos para consolar a aquellos que están sufriendo las mismas aflicciones que nosotros hemos sufrido.

Cuando las cosas están bien, es fácil ser amigo. Sin embargo, en medio de las pruebas y las dificultades sólo aquellos que han sido tocados por la gracia, el amor y el consuelo del Señor serán capaces de permanecer cerca, y ser instrumento de consolación para los que sufren.

Asegúrate que tu aflicción y tu dolor no hayan sido en vano. Dios siempre tiene un propósito al permitirlos en tu vida. Si somos atribulados, dice el pasaje de hoy, es para la consolación y la salvación de otros. Esto forma parte del plan de Dios en tu vida. Él quiere fortalecer tu espíritu por medio de la prueba, y a la vez capacitarte para que consueles a los que sufren cerca de ti, y que seas un instrumento para la salvación de los incrédulos.

ORACIÓN:
Mi amoroso Padre, gracias por el consuelo y la paz que recibo de ti en mis momentos de aflicción. Te ruego me capacites para ser un instrumento en tus manos para llevar ese consuelo y esa paz a los que tanto necesitan de ti. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla