¿Sabes dar consuelo
a los demás?
2 Corintios 1:3-4
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual
nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros
consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación
con que nosotros somos consolados por Dios”.
Todos tenemos días en los que parece nada nos sale bien.
En ocasiones pasan semanas y hasta meses y nada de lo que planeamos resulta de
la manera que esperábamos. Y no importa cuán fuertes seamos, todos
experimentamos momentos de frustración y desaliento, y a veces nos envuelve un
cierto sentimiento de derrota. Es entonces cuando nos damos cuenta de lo
débiles que somos. Sin embargo, cuando llegamos a este punto, es que
descubrimos el increíble poder de Dios y el apoyo y el consuelo que él nos
ofrece.
En momentos muy difíciles de su vida, el apóstol Pablo
clamó a Dios para que lo librara de su aflicción y el Señor le dijo: “Bástate
mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).
Es precisamente en medio de nuestra debilidad, cuando reconocemos que no
podemos salir airosos de la prueba por nosotros mismos, que Dios manifiesta su
poder. Él nunca dice: “Date por vencido. De todas formas vas a ser derrotado”.
Todo lo contrario, su Palabra nos recuerda que “somos más que vencedores por
medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37).
De Génesis a Apocalipsis la Biblia nos habla de la
infinita gracia y misericordia de Dios, y de su amor que “excede a todo
conocimiento” (Efesios 3:19). Romanos 15:4 dice: “Porque las cosas que se
escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la
paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza”. Es decir, lo
que está escrito en la palabra de Dios por su propia inspiración, está a
nuestra disposición. El Señor quiere que sepamos que, no importa cuán difícil
sea la situación en la que estemos, su gracia está siempre presente y es más
que suficiente para que sintamos su consuelo, su paz, su gozo y su poder
perfeccionándose en nuestra debilidad, resultando en esperanza para nuestras
vidas.
En Juan 14:16, Jesús prometió a sus discípulos: “Yo rogaré
al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”.
Jesús estaría en este mundo por un tiempo limitado. Una vez cumpliese su misión
de morir para pagar por nuestros pecados, y resucitara, ascendería al cielo con
el Padre. Por eso el Espíritu Santo vino y está con nosotros para siempre. Pero
su función no es solamente consolarnos a nosotros, sino también capacitarnos
para que seamos instrumentos para consolar a aquellos que están sufriendo las
mismas aflicciones que nosotros hemos sufrido.
Cuando las cosas están bien, es fácil ser amigo. Sin
embargo, en medio de las pruebas y las dificultades sólo aquellos que han sido
tocados por la gracia, el amor y el consuelo del Señor serán capaces de
permanecer cerca, y ser instrumento de consolación para los que sufren.
Asegúrate que tu aflicción y tu dolor no hayan sido en
vano. Dios siempre tiene un propósito al permitirlos en tu vida. Si somos
atribulados, dice el pasaje de hoy, es para la consolación y la salvación de
otros. Esto forma parte del plan de Dios en tu vida. Él quiere fortalecer tu
espíritu por medio de la prueba, y a la vez capacitarte para que consueles a
los que sufren cerca de ti, y que seas un instrumento para la salvación de los
incrédulos.
ORACIÓN:
Mi amoroso Padre, gracias por el consuelo y la paz que
recibo de ti en mis momentos de aflicción. Te ruego me capacites para ser un
instrumento en tus manos para llevar ese consuelo y esa paz a los que tanto
necesitan de ti. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla