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jueves, 26 de junio de 2014
¿SABES CÓMO LUCHAR CONTRA LA TENTACIÓN?
¿SABES CÓMO LUCHAR CONTRA LA TENTACIÓN?
Génesis 3:17-24
“Y Dios dijo al hombre: Por cuanto
obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo:
No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de
ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás
plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a
la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.
Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los
vivientes. Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los
vistió. Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo
el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol
de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén,
para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y
puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se
revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”.
Cuando Adán y Eva se enfrentaron a la tentación
presentada por la serpiente, se quedaron tan absortos con un árbol en el huerto
del Edén que no fueron capaces de ver todo el bosque que les rodeaba. Sin duda
su acción tuvo un precio muy elevado. La escritura de hoy nos habla de las
consecuencias de su decisión. El jardín del Edén había sido creado
especialmente para ellos. Allí no había maldad, pruebas, enfermedad ni muerte.
Disfrutaban la compañía del Creador mismo. No obstante renunciaron a todo eso
por satisfacer un deseo. Dice Génesis 3:6: “Y vio la mujer que el árbol era
bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para
alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido,
el cual comió así como ella”.
El error de ellos aún nos afecta a todos. Cuando nos
encontramos frente a una tentación, muchas veces perdemos de vista nuestras
prioridades. El problema es que en ese momento nuestra mente se concentra en la
idea de disfrutar de un “árbol” específico, y nos perdemos todo el bosque de la
bondad de Dios. La tentación siempre nos va a mostrar algo que nos atrae, que
nos gusta, que nos parece delicioso. La reacción de la carne siempre será
animarnos a “disfrutar el momento”, sin pensar en las consecuencias. Es aquí
donde debemos preguntarnos si eso está de acuerdo a los principios y a la
voluntad de Dios. Si la respuesta es “no”, debemos rechazarla inmediatamente.
Lo más probable es que no tengamos las fuerzas para hacerlo, por lo que debemos
acudir a Dios en oración buscando fortaleza para resistir.
En el huerto de Getsemaní, Jesús luchó contra la
tentación que lo impulsaba a huir de la cruz que le esperaba, postrándose en
oración tres veces y cediendo su voluntad a la voluntad del Padre: “Padre mío,
si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”
(Mateo 26:39). Entonces Dios envió un ángel que le fortaleció y le capacitó
para vencer la tentación, y así caminó hacia su muerte en la cruz del Calvario
con el fin de pagar por todos nuestros pecados y darnos la vida eterna. Allí el
Señor les dio un último consejo a sus discípulos: “Velad y orad, para que no
entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es
débil” (Mateo 26:41).
Si seguimos este consejo de Jesús, y clamamos a Dios que
nos ayude a resistir la tentación, él lo hará y nosotros saldremos victoriosos
de la prueba, y en lugar de sufrir malas consecuencias como Adán y Eva,
recibiremos una recompensa divina, según nos dice Santiago 1:12:
“Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido
la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le
aman”.
ORACIÓN:
Padre mío y eterno Dios, te ruego que me ayudes a velar y
mantenerme alerta ante las asechanzas del enemigo, y dame las fuerzas para
soportar la tentación y rechazar todo aquello que no esté de acuerdo a tu
palabra. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla