¡Todo depende de
la forma en que lo digas!
Colosenses 4:6
“Sea vuestra palabra siempre con gracia,
sazonada con sal para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.”
Dice una historia que un rey soñó que había perdido todos
los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un sabio para que
interpretase su sueño. “¡Qué desgracia, mi señor!”, exclamó el sabio. “Cada
diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra majestad”. ¡Qué
insolencia!” gritó el rey enfurecido, “¿Cómo te atreves a decirme semejante
cosa? ¡Fuera de aquí!” Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien
latigazos. Más tarde mandó llamar a otro sabio y le contó lo que había soñado.
Este, después de escuchar al rey con atención, le dijo: “¡Excelso señor! Gran
felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos
vuestros parientes”. Se iluminó el semblante del rey con una gran sonrisa y
ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando este sabio salía del Palacio,
uno de los cortesanos le dijo admirado: “¡No puedo creer esto! La
interpretación que habéis hecho del sueño del rey es la misma que hizo el
primer sabio. No entiendo porque el rey le pagó al primero con cien latigazos y
a ti con cien monedas de oro”. El segundo sabio respondió: “Recuerda bien,
amigo mío, que todo depende de la forma en que lo digas.”
Uno de los grandes desafíos de la humanidad es
precisamente aprender a expresarse de la manera correcta. De esto depende
muchas veces la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Ciertamente la
verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, mas la
forma en que es comunicada es lo que provoca en algunos casos grandes
problemas. La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos
contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado
embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado.
En el pasaje de hoy el apóstol Pablo da este sabio
consejo a los cristianos de la iglesia en Colosas: “Sea vuestra palabra siempre
con gracia, sazonada con sal para que sepáis cómo debéis responder a cada uno”.
¿Cómo seguimos nosotros este consejo? En primer lugar, para hablar con gracia
es necesario que nuestra vida esté colmada de la gracia de nuestro Señor
Jesucristo, a través de una íntima comunión con él. De esta manera, cuando
hablamos, reflejamos el mismo carácter que manifestó Jesús al contestarle a los
escribas y fariseos que le trajeron la mujer que había sido sorprendida en
adulterio (Juan 8:1-11), y cuando contestó las preguntas de Nicodemo (Juan
3:1-14), y cuando, cercano a la muerte, daba aliento a sus angustiados
discípulos (Juan 14:1-14), y en tantas otras situaciones que se le presentaron
en su vida.
Como cristianos debemos siempre tratar de mantener este
principio sean cuales fueren las circunstancias en las que hablemos. Es muy
fácil actuar y hablar como verdaderos santos en la iglesia, pero es en la vida
cotidiana donde se revela nuestra verdadera identidad cristiana. Es en nuestro
centro de trabajo, o en el vecindario, o cuando andamos de compras, o en cualquier
otro lugar público donde tenemos que manifestar la pureza de nuestro corazón
expresada en una manera de hablar diferente al mundo que no conoce a Cristo.
Debemos, pues, ser muy cuidadosos de la manera en que nos expresamos ante los
demás.
Hazte el propósito de expresarte siempre “con gracia” y
que tus palabras estén “sazonadas con sal”. Mantén una íntima comunión con el
Señor leyendo la Biblia y orando diariamente, y al momento de hablar pregúntate
mentalmente: ¿Cómo lo diría Jesús?
ORACION:
Mi amante Padre celestial, es mi anhelo agradarte tanto
en lo que hago como en lo que pienso y lo que hablo. Por favor capacítame para
honrarte en todo, y especialmente pon en mis palabras el amor y la dulzura de
tu Espíritu para ser un testimonio que glorifique tu nombre. Por Cristo Jesús
te lo pido, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla