¡Sin santidad nadie verá al Señor!
1 Pedro 1:15-16
“como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra
manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”.
1 Corintios 6:9-11
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni
los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los
que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni
los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais
algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis
sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro
Dios”.
Nuestro Señor Jesucristo comisionó a su Iglesia diciendo: Id por todo el mundo,
predicad el evangelio a toda criatura. También nuestro Señor dijo: Id y
doctrinad enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”. El Señor
ordena a predicar y a doctrinar, son dos cosas fundamentalísimas que se
complementan la una a la otra. Predicar sin doctrinar, es sembrar sin poder
cosechar; doctrinar sin predicar es querer cosechar sin sembrar. Dios ha puesto
sobre nosotros una carga muy grande por las almas que nunca han escuchado el
evangelio, pero también nos ha cargado, por las almas que continuamente
escuchan el evangelio.
Es muy doloroso que las almas se pierdan, sin nunca haber escuchado el
evangelio. Pero es mucho más doloroso que las almas se pierdan escuchando todos
los días el evangelio. Es muy triste perder el alma en la selva, es mucho más
triste perder el alma en la iglesia. Es mejor ser un pagano en la selva, que
ser un mundano en la iglesia. Es terrible ser frío y perderse en la selva, pero
es mucho más terrible ser tibio y perderse en la iglesia.
De ahí la responsabilidad de la iglesia de no solamente predicar y
evangelizar, pero también doctrinar y enseñar. Todos debemos hacer ambas cosas,
por eso en esta ocasión estamos tratando el tema sobre LA SANTIDAD.
Santidad significa separación o dedicación para vivir para Dios y para
servirle. Si la demanda divina de santidad o separación incluye la casa templo,
el mobiliario, los utensilios, todo lo utilizado en rendir culto a Dios tiene
que ser separado exclusivamente para Dios, mucho más se requiere a nosotros
como hijos de Dios, todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo.
En Lucas 1:75 dice que este evangelio es “en santidad y en justicia”.
En 2 Corintios 7:1 dice: “limpiémonos de toda contaminación de carne y de
espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”.
En Efesios 4:24 se nos ordena: “vestíos del nuevo hombre, creado según Dios
en la justicia y santidad de la verdad”.
En Tito 2:11 nos dice: “enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los
deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente”.
El Salmo 24:3-4 dice: “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en
su lugar santo? El limpio de manos y
puro de corazón; El que no ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con
engaño”.
En Mateo 5:8 dice: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos
verán a Dios”.
En 1 Juan 2:15-17 dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el
mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo
que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la
vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa,
y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.
En 1 Timoteo 2:8-10 dice: “quiero, pues, que los hombres oren en todo
lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda. Asimismo que las mujeres
se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni
oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a
mujeres que profesan piedad”. “porque así también se ataviaban en otro tiempo
aquellas santas mujeres que esperaban en Dios” (1 Pedro 3:5).
Hoy día hay mucha gente en las iglesias que dicen ser cristianos pero viven
y visten como mundanos y hasta como paganos. A éstos les preocupa más estar en la
conducta del mundo, que estar en santidad. No siguen los dictados de la Biblia , sino los dictados
de su corazón y de la sociedad en donde se desenvuelven. No se puede establecer
la diferencia entre los ellos y los inconversos y paganos. No solo se
contaminan ellos mismos, sino que también contaminan la casa de Dios, porque
asisten a ella vestidos indecorosamente. Refiriéndose a la casa de Dios dice el
Salmo 93:5 dice: “la santidad conviene a tu casa, oh Jehová, por los siglos y
para siempre”.
Estos “hermanos” y “hermanas” dicen que Dios no se fija en lo exterior, pero
las citas bíblicas que hemos leído se refieren e incluyen lo exterior. Muchas personas
dicen que Dios lo que mira es lo interior, pero al mirar lo interior, ya ha
tenido que mirar lo exterior. La santidad tiene precisamente dos aspectos: El
interno y el externo, esto es, el aspecto del corazón y el aspecto de la
conducta exterior; uno tiene que ver con los motivos; y lo otro con las
acciones. La santidad interna, es un estado de pureza obrado por el Espíritu Santo.
La santidad externa es una vida de justicia y devoción a los más elevados
ideales del evangelio. La verdadera santidad interna, siempre se manifestará
externamente, manteniendo normas de conducta conforme a la Palabra de Dios, y por
consiguiente, diferentes a las del mundo. El creyente santificado, será
diferente tanto en lo interior como exterior.
Nosotros tenemos que seguir el llamado de Dios y el dictado de la Biblia , y no el llamado del
mundo y los dictados de modas indecorosas. El camino al cielo, es camino de
santidad. Dice en Isaías 35:8 “Y habrá allí calzada y camino, y será llamado
Camino de Santidad; no pasará inmundo por él...” Dios es santo y el camino que
conduce a Él, es camino de santidad, porque “sin santidad nadie verá al Señor”.
Causa dolor ver la condición de tantos creyentes, iglesias y denominaciones
llenos del mundo, completamente mundanos, viviendo, actuando, hablando,
vistiendo como el mundo, amando al mundo y las cosas del mundo; ellos reclaman
que son cristianos, reclaman que irán al cielo, piensan que Dios no ve lo
exterior, pero leamos la severa amonestación que Dios nos hace a través del
Apóstol Santiago, quien dijo: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad
del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del
mundo, se constituye enemigo de Dios” (Santiago 4:4). Causa mucho dolor, que
aflige el corazón y muchos naufragan en la fe, cuando ven a notorios
predicadores que son adúlteros, fornicarios, o divorciándose y recasándose
repetidas veces con una facilidad espantosa. O engañadores, cuyo dios es el
vientre, aprovechándose de la buena fe de los creyentes.
La razón por la cual el mundo no ha sido evangelizado adecuadamente, es
precisamente por los malos testimonios, la mundanalidad, la falta de santidad
en individuos e iglesias. Con razón el Apóstol Pedro afirma: “Más vosotros sois
linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para
que anunciéis las verdades de Aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”.
Quiere decir, que para poder anunciar con efectividad las virtudes del
evangelio, tenemos que ser gente santa. En el Antiguo Testamento, cuando un
sacerdote manchaba, o deshonraba su ministerio con adulterio, fornicación o
idolatría, Dios lo excluía, lo eliminaba del ministerio, y lo que más Dios le
permitía, después que se arrepentía, era ser portero en el templo. Y hoy día,
si tantos adúlteros y fornicarios que manchan y deshonran el ministerio y los
púlpitos, salieran del ministerio y se arrepintieran, ¡qué cantidad tan impresionante
de porteros habría!
Si tu encuentras que en tu vida hay cosas, conversaciones, vocabulario,
modas, costumbres, maneras de vivir que no son santas, que no agradan a Dios,
es mejor que te humilles en la presencia de Dios, le pidas perdón y le prometas
abandonar tales cosas para entrar plenamente en el camino de santidad, porque,
recuerda, “SIN SANTIDAD, NADIE VERÁ AL SEÑOR”.
“Gracia y Paz”
Luis M. Ortiz