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lunes, 31 de marzo de 2014

EN PAZ ME ACOSTARE...


Salmo 4:8

“En paz me acostaré, y asimismo dormiré; Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado”.

LAS PROMESAS DE DIOS SON COMO LAS ESTRELLAS


Salmo 33:20-22

“Nuestra alma espera a Jehová; Nuestra ayuda y nuestro escudo es él. Por tanto, en él se alegrará nuestro corazón, Porque en su santo nombre hemos confiado. Sea tu misericordia, oh Jehová, sobre nosotros, Según esperamos en ti”.

¿QUÉ ES EL FRUTO DEL ESPÍRITU?


¿Qué es el fruto del Espíritu?

Gálatas 5:22-23
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza...”

El fruto del Espíritu Santo es el resultado de la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas. La Biblia dice que cada uno recibimos al Espíritu Santo en el momento en que creemos en Jesucristo (Romanos 8:9; 1 Corintios 12:13; Efesios 1:13-14). Uno de los principales propósitos del Espíritu Santo al entrar en nuestras vidas, es el de cambiar nuestras vidas. Es el trabajo del Espíritu Santo conformarnos a la imagen de Cristo, haciéndonos más parecidos a Él.

El fruto del Espíritu Santo está en directo contraste con los hechos de la naturaleza pecaminosa en Gálatas 5:19-21 “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas, acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. Gálatas 5:19-21 describe cómo es la gente, en mayor o menor grado, cuando no conocen a Cristo, y por lo tanto no están bajo la influencia del Espíritu Santo. Nuestra carne de pecado produce este tipo de fruto (Gálatas 5:19-21), y el Espíritu Santo produce el otro tipo de fruto (Gálatas 5:22-23).

La vida cristiana es una batalla entre las acciones de la naturaleza de pecado, y el fruto del Espíritu Santo. Como seres humanos caídos, aún estamos atrapados en un cuerpo que desea las cosas pecaminosas (Romanos 7:14-25). Debemos ser verdaderos seguidores de Cristo para tener al Espíritu Santo produciendo Su fruto en nosotros, y contar con Su poder para que conquistemos los actos de la naturaleza de pecado (2 Corintios 5:17; Filipenses 4:13). Un cristiano no podrá ser completamente victorioso en demostrar el fruto del Espíritu Santo, sin embargo es uno de los principales propósitos de la vida cristiana. El Espíritu Santo producirá más y más de Su fruto en nuestras vidas y nos ayudará a vencer nuestros opuestos deseos pecaminosos. Dios desea que nuestras vidas muestren el fruto del Espíritu... y con la ayuda de su Santo Espíritu, ¡esto es posible!


“Gracia y Paz”

¿ESTAS TESTIFICANDO A CRISTO CON AMOR?


¿Estas testificando a Cristo con amor?

2 Timoteo 2:22-26
“Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor. Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas. Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él”.

En estos tiempos en que vivimos, cada día resulta más difícil testificar de nuestro Señor Jesucristo sin que alguien se sienta “ofendido”, y por lo tanto arriesgarnos a dar lugar a una discusión o a un debate que por regla general no tiene los resultados que Dios espera de nuestro testimonio como hijos suyos. Entonces, ¿qué debemos hacer? ¿Debemos callarnos para evitar contiendas?

En la escritura de hoy, parte de la segunda carta del apóstol Pablo a Timoteo, nos indica una pauta a seguir. En esta carta Pablo le da varios consejos a su joven discípulo, y entre ellos lo exhorta a predicar la palabra de Dios y a testificar a todos, pero sin entrar en contiendas ni discusiones, sino siendo "amable para con todos”. A aquellos que se oponían a la verdad, él debía corregirlos con mansedumbre, es decir humildemente y con amor. Para lograrlo, Pablo aconseja a Timoteo lo siguiente: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (v.15).

En la Epístola de Judas apóstol leemos lo siguiente: “En el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos. Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu. Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne”.

En primer lugar debemos edificarnos diariamente sobre nuestra “santísima fe, orando en el Espíritu Santo”, y mantenernos firmes en la gracia y la misericordia de nuestro Señor. De esta manera estaremos siempre preparados para exponer y defender los principios del evangelio. Cuando se presente la oportunidad, debemos hablar a aquellos que dudan, o a los que no entienden espiritualmente los principios que pueden salvar sus almas, o a los que ardientemente se niegan a abandonar la vida de pecados. A todos debemos expresar la verdad de la palabra de Dios sin temor, pero siempre con amor y respeto. Entonces el Espíritu Santo hará su obra en cada uno de ellos.

El apóstol Pedro, en su primera carta, nos aconseja lo siguiente: “No os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:14-15). No debemos cohibirnos de defender la razón de nuestra esperanza: la muerte y resurrección de Jesucristo. Pero siempre debemos hacerlo con “mansedumbre y reverencia”.

Aprendamos de esta enseñanza y apliquémosla a nuestras vidas. Debemos siempre tener en cuenta que los que se oponen a nosotros no son nuestros enemigos, sino víctimas del enemigo. Ellos pueden ser rescatados por la verdad divina, pero debemos testificar de ella con amor. La verdad que se dice en amor es capaz de impactar el espíritu. La verdad sin amor es un dogma que no toca el corazón. El amor sin verdad es sentimentalismo que no desafía la voluntad.

Cuando se habla la verdad con amor, el Espíritu de Dios puede usarla para cambiar la manera de pensar de otra persona. El testimonio que mueve a un alma perdida al arrepentimiento es aquel que muestra la verdad del evangelio de Cristo bajo la dirección del Espíritu Santo y la manifestación del amor de Dios. ¿Puedes tú testificar de esta manera? Pide al Señor que te ayude.

ORACIÓN
Padre eterno, te ruego me llenes de tu Santo Espíritu, para ser buen testigo de tu amor, para que, cuando se presente la oportunidad, yo hable a aquellos que dudan, o a los que no entienden espiritualmente los principios que pueden salvar sus almas, o a los que ardientemente se niegan a abandonar sus vidas de pecado. Dame sabiduría para expresar la verdad de tu Palabra sin temor, pero siempre envueltas en tu precioso amor. Toca con tu poder el corazón de aquellos que reciban esas palabras. Por Cristo Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla


¡¡GÓZATE DE LA PRESENCIA DE DIOS EN ESTE NUEVO DÍA!!


¡¡GÓZATE DE LA PRESENCIA DE DIOS EN ESTE NUEVO DÍA!!

Salmo 119:103
¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras!
Más que la miel a mi boca.

Salmo 119:1-8
“Bienaventurados los perfectos de camino, Los que andan en la ley de Jehová. Bienaventurados los que guardan sus testimonios, Y con todo el corazón le buscan; Pues no hacen iniquidad. Los que andan en sus caminos. Tú encargaste Que sean muy guardados tus mandamientos. ¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos Para guardar tus estatutos! Entonces no sería yo avergonzado,
Cuando atendiese a todos tus mandamientos. Te alabaré con rectitud de corazón Cuando aprendiere tus justos juicios. Tus estatutos guardaré; No me dejes enteramente”.


“Gracia y Paz”