Isaías 41:9-10
“Porque te tomé
de los confines de la tierra, y de tierras lejanas te llamé, y te dije: Mi
siervo eres tú; te escogí, y no te deseché. No temas, porque yo estoy contigo;
no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre
te sustentaré con la diestra de mi justicia"
"¡Brenda!
¡Brenda!" Los gritos frenéticos procedían de una madre que comenzaba a
llenarse de pánico mientras buscaba a su hija de cuatro años, perdida en la
cafetería de un congestionado centro comercial. Los gritos de la madre captaron
la atención de muchas personas que almorzaban allí en aquel momento. Algunos se
unieron en la búsqueda de la niña, mientras otros parecían molestos con los
insistentes gritos de la joven madre. Unos minutos más tarde un oficial de la
policía trajo la niña a su mamá. Madre e hija se abrazaron llorando, aliviadas
porque la triste experiencia había terminado.
Al igual que esa
madre a su niña, Dios nos llama insistentemente mientras nosotros vamos a la
deriva, sintiendo el vacío y la soledad que seguramente la niña sintió. El
pasaje de hoy dice que desde el principio Dios está llamando a la humanidad con
el fin de librarla de la condenación eterna. A través de toda la Biblia vemos el amor de
Dios hacia nosotros por medio de su constante invitación a que vengamos a él.
En el Antiguo Testamento, a través de los profetas, muchas veces el Señor llamó
al pueblo de Israel a que se acercaran a él y escucharan sus instrucciones. Por
ejemplo, en Isaías 55:1-3, Dios les hace una invitación por medio del profeta
Isaías: “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero,
venid, comprad y comed.” Esta es una exhortación a todos aquellos que tienen
sed, pero no se trata de sed física, sino sed y hambre espiritual, es decir
alimento para el alma. Y Dios ofrece satisfacer esa sed y esa hambre
completamente de gratis. Allí mismo dice: “Inclinad vuestro oído, y venid a mí;
oíd, y vivirá vuestra alma”. Lamentablemente, una vez más, aquel pueblo rebelde
y desobediente ignoró la invitación y por ello se perdieron de muchas
bendiciones. Así les dijo el Señor: “¡Oh, si hubieras atendido a mis
mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas
del mar” (Isaías 48:18).
Siglos más tarde
Dios envió a su Hijo con un mensaje de reconciliación y con la encomienda de
dar su vida para pagar el precio de nuestros pecados. Y mientras estuvo en la
tierra, Jesús mostró su amor por un mundo alejado de Dios y expresó siempre su
deseo de bendecirlo. Por ejemplo, Mateo 9:36 dice que “al ver las multitudes,
tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas
que no tienen pastor”. Y las amó, y las llamó al arrepentimiento, y les ofreció
la vida eterna. Dice Mateo 11:28: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados, y yo os haré descansar”. Y este llamado a la salvación y a la eterna
comunión continúa hasta el último libro de la Biblia , donde Jesús dice: “He aquí, yo estoy a la
puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré
con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).
Dios llama. Él
manda mensajes específicos a las personas para ayudarles a entender que son
pecadores, separados de él, perdidos por la eternidad sin él, y su llamado es
un llamado a reconciliarse con él recibiendo a su hijo Jesucristo como Salvador
personal. Él nos llama con un amor indescriptible, así como aquella madre
llamaba a su hijita extraviada. Cuando comprendamos que estamos perdidos y que
necesitamos ayuda, cuando escuchemos su voz y vayamos a él disfrutaremos de una
vida llena de gozo y de paz.
ORACIÓN:
Amado Dios,
ayúdame a entender cuánto te necesito y a escucharte cuando me llamas. Dame
discernimiento espiritual para ver lo que tú quieres que yo vea y un oído fino
para escuchar lo que tú quieres que yo escuche. En el nombre de Jesús, Amén.
(Lectura: Isaías
41:4-10)
“Gracia y Paz”
Dios te Habla