1 Timoteo
6:17-19
“A los ricos de
este mundo, mándales que no sean arrogantes ni pongan su esperanza en las
riquezas, que son tan inseguras, sino en Dios, que nos provee de todo en
abundancia para que lo disfrutemos. Mándales que hagan el bien, que sean ricos
en buenas obras, y generosos, dispuestos a compartir lo que tienen. De este
modo atesorarán para sí un seguro caudal para el futuro y obtendrán la vida
verdadera.”
La mayoría de
las personas anhelan la felicidad de muchas maneras. Unos piensan que una casa
grande y cómoda los hará muy felices, otros anhelan el automóvil mas lujoso y
caro, o quizás unas largas vacaciones en un sitio lejano. Otros se enfocan en
una carrera universitaria, o tal vez en triunfar en los negocios, o en la
política. Muchos consideran que una buena suma de dinero sería suficiente para
ser felices. La lista es larga, pero generalmente la atención se dirige de una
manera u otra a los logros materiales, a la abundancia de bienes y riquezas.
En los últimos tiempos
estamos siendo testigos de esta inseguridad de las riquezas. En medio de los
problemas de tipo económico que sufre el mundo, hemos escuchado acerca de
muchas personas que han perdido millones de dólares “de la noche a la mañana”.
Capitales que fueron acumulados a través de muchos años han sido reducidos a la
nada, y lo peor de todo es que nadie puede garantizar que a muchos otros no les
pase lo mismo. Y también se conoce de miles y miles de personas que han perdido sus casas
porque no pudieron pagar la hipoteca al banco. ¡Qué terrible desilusión!
Y aún aquellos a
los que supuestamente les ha ido “bien” en el aspecto económico, no tienen
ninguna seguridad de que van a ser felices con sus riquezas. ¡Cuántas personas
se han ganado millones de dólares en la lotería y su vida se ha convertido en
una verdadera desgracia! Son muchos los testimonios de matrimonios terminados
en divorcio por esta causa, hijos y padres disgustados por la ambición del
dinero, y, en el peor de los casos, hasta asesinatos cometidos por causa de la
codicia y la avaricia producidas por los bienes materiales y económicos.
Jesús habló
sobre este tema en Lucas 12:16-21: “También les refirió una parábola, diciendo:
La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí,
diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto
haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos
mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados
para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio,
esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así
es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”. No es por falta de
advertencias en la Biblia
que muchos cometen el grave error de concentrarse en la búsqueda de riquezas
materiales y se despreocupan totalmente de su relación espiritual con Dios.
Construyen sus propios tesoros, ponen en ellos toda su esperanza y después
sufren las consecuencias.
Pablo le
aconseja a Timoteo que les diga a los ricos “que sean ricos en buenas obras, y
generosos”. La generosidad es una cualidad que implica estar siempre dispuestos
a dar a los demás, no sólo en el aspecto económico sino en todo lo que
signifique ayudar a los que están en necesidad. A Dios le agrada que seamos
generosos. La Biblia
dice: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35). También dice la Biblia que “todo lo que el
hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7). Si queremos recibir en
abundancia debemos sembrar en abundancia. Cuando lo hacemos de corazón
agradamos a Dios, y él entonces “nos provee de todo en abundancia para que lo
disfrutemos”, dice el pasaje de hoy.
Pon tu esperanza
en Dios, pues es el único que puede proveernos de todo lo que necesitamos, y la
seguridad eterna. Si tú aplicas esta enseñanza en tu vida, y pones a Dios en
primer lugar vivirás en paz, con la seguridad de su protección en este mundo y
por la eternidad.
ORACIÓN:
Padre santo,
gracias porque tú me provees de todo en abundancia, y nada habrá de faltarme si
soy obediente a tu palabra. Te ruego me ayudes a profundizar en mi relación
contigo y a concentrar mi esperanza en tu amor y tu misericordia. En el nombre
de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla