Proverbios
12:17-25
“El que habla
verdad declara lo que es justo, pero el testigo falso, falsedad. Hay quien
habla sin tino como golpes de espada, pero la lengua de los sabios sana. Los
labios veraces permanecerán para siempre, pero la lengua mentirosa, sólo por un
momento. Hay engaño en el corazón de los que traman el mal, y gozo en los
consejeros de paz. Ningún daño sobreviene al justo, mas los impíos están llenos
de pesares. Los labios mentirosos son abominación al Señor, pero los que obran
fielmente son su deleite. El hombre prudente oculta su conocimiento, pero el
corazón de los necios proclama su necedad. La mano de los diligentes gobernará,
pero la indolencia será sujeta a trabajos forzados. La ansiedad en el corazón
del hombre lo deprime, mas la buena palabra lo alegra”.
Se estima que
una persona conversadora puede hablar más de treinta mil palabras al día. Pero
sea poco o sea mucho lo que hablamos, la pregunta importante es: “¿Cómo afecta
a los demás lo que hablamos?” Las palabras que salen de nuestra boca pueden
tener consecuencias positivas o negativas. ¿Puedes recordar alguna ocasión en
la que algo que dijiste en un momento inoportuno te causó problemas y
sufrimientos? Lo más probable es que éstos no hubieran sucedido nunca si
hubieras pensado por un momento antes de hablar.
Una pequeña
historia cuenta que un filósofo griego pidió a su sirviente que le cocinara el
mejor plato posible. El sirviente, que era muy sabio, preparó un plato de
lengua diciendo: "Es el mejor plato de todos, porque nos recuerda que
podemos usar la lengua para bendecir y expresar felicidad, disipar la tristeza,
eliminar la desesperación y propagar aliento". Posteriormente, al
sirviente le pidieron que cocinara el peor plato posible. Y otra vez preparó un
plato de lengua diciendo: "Es el peor de los platos porque nos recuerda
que podemos usar la lengua para maldecir y romper corazones, destruir
reputaciones, crear contiendas y poner a las familias y las naciones en guerra".
Un viejo dicho
dice: "Señor, permite que mis palabras sean dulces y tiernas, no sea que
mañana yo tenga que comérmelas". No tenemos que comer lengua para entender
lo que quiso decir el sirviente. Pero es posible que tengamos que
"comernos” nuestras palabras con bastante frecuencia mientras no
aprendamos a evitar decir cosas de las que después nos gustaría retractarnos. La Biblia nos alerta acerca
del poder de la lengua en Santiago 3:5: “Así también la lengua es un miembro
pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende
un pequeño fuego!” Debemos vivir concientes del poder que tiene la lengua tanto
para destruir como para construir.
En el pasaje de
hoy, Salomón escribió: “Hay quien habla sin tino como golpes de espada, pero la
lengua de los sabios sana”. La lengua puede golpear y hasta matar como una
espada o puede traer sanidad física, mental y espiritual como buena medicina.
Dice también este pasaje: “Hay engaño en el corazón de los que traman el mal, y
gozo en los consejeros de paz”. Un corazón engañoso siempre manifestará maldad
y producirá palabras ofensivas, pero un corazón lleno del gozo del Señor dará
lugar a palabras de paz, de amor y de aliento. De acuerdo al contenido de
nuestro corazón así será la manera en que hablamos y como actuamos. Por eso
Jesús dijo que “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34).
¿Hablas tú
palabras de enfermedad o palabras de salud? ¿Eres capaz de expresar amor y
afecto a los que te rodean cuando les hablas? Si quieres que tu lengua edifique
a las personas y no las destruya, llena tu corazón de la Santa Palabra de
Dios, medita en ella y ora día tras día pidiendo al Señor sabiduría.
ORACIÓN:
Padre Santo, te
ruego que me des sabiduría para medir mis palabras antes de que salgan de mi
boca. Que mi lengua sea controlada por tu Santo Espíritu y que todo lo que yo
hable glorifique tu nombre. Por Cristo Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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