1 Pedro 1:15-16
“como aquel que os llamó es
santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque
escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”
1 Corintios 6:9-11
“¿No sabéis que los injustos no
heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni
los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los
ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los
estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis
sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el
nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.”
Santidad significa: separación o
dedicación para vivir para Dios y para servirle. La demanda divina de santidad
o separación requiere de nosotros, como hijos de Dios, todo nuestro ser: espíritu,
alma y cuerpo. La Palabra de Dios enseña enfáticamente que “sin santidad, nadie
verá al Señor” (Hebreos 12:14).
En Lucas 1:75 dice que este
evangelio es “en santidad y en justicia”
En 2 Corintios 7:1 dice:
“limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la
santidad en el temor de Dios”
En (Efesios 4:24) se nos ordena
diciendo: “vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y
santidad de la verdad”
En Tito 2:11 el Señor nos dice:
“enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos
en este siglo sobria, justa y piadosamente”
El Salmo 24:3-4 dice: “¿Quién
subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; El que
no ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con engaño”
En Mateo 5:8 dice:
“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.”
En 1 Juan 2:15-17 dice: “No améis
al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor
del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la
carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del
Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la
voluntad de Dios permanece para siempre”.
En 1 Timoteo 2:8-10 dice:
“quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin
ira ni contienda. Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con
pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos
costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan
piedad”. 1 Pedro 3:5: “porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas
santas mujeres que esperaban en Dios”.
Hoy día hay mucha gente en las
iglesias que dicen ser salvos, pero viven, actúan y visten como lo hace el
mundo. Dicen ser cristianos pero viven y visten como mundanos y hasta como
paganos. A los tales les preocupa más estar a la moda, que estar en santidad.
No siguen los dictados de la Biblia, sino los dictados de Hollywood y de París.
No se puede establecer la diferencia entre los tales y los inconversos y
paganos. No solo se contaminan ellos mismos, sino que también contaminan la
casa de Dios porque asisten a la misma, vestidos indecorosamente. Refiriéndose
a la casa de Dios dice el Salmo 93:5 como sigue: “la santidad conviene a tu
casa, oh Jehová, por los siglos y para siempre”.
Muchos dicen que Dios no se fija
en lo exterior, pero estas citas bíblicas que hemos leído se refieren e
incluyen lo exterior. Muchos dicen que Dios lo que mira es lo interior, pero al
mirar lo interior, ya ha tenido que mirar lo exterior. La santidad tiene
precisamente dos aspectos: El interno y el externo, esto es, el aspecto del
corazón y el aspecto de la conducta exterior, uno tiene que ver con los
motivos; el otro con las acciones. La santidad interna, es un estado de pureza
obrado por el Espíritu de Dios. La santidad externa es una vida de justicia y
devoción a los más elevados ideales del evangelio. La verdadera santidad
interna, siempre se manifestará externamente, manteniendo normas altas de
conducta conforme a la Palabra de Dios, y por consiguiente, diferentes a las
del mundo. El creyente santificado, será diferente tanto en lo interior como
exteriormente.
La Biblia claramente enseña cómo
debemos andar: Juan 2:6 “El que dice que permanece en él, debe andar como él
anduvo” y (Efesios 4:17) “Esto, pues,
digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que
andan en la vanidad de su mente”
La Biblia claramente enseña cómo
debemos conversar: 1 Pedro 1:15 “como aquel que os llamó es santo, sed también
vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”
La Biblia claramente enseña cómo
debemos vestir: 1 Timoteo 2:9 “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa
decorosa, con pudor y modestia… como corresponde a mujeres que profesan piedad”. Esto también se aplica para los hombres para
vestir ropas ridículas. Dios nos ha llamado a pureza y a santidad. Dice 1
Tesalonicenses 4:7 “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a
santificación”.
Nosotros, los que somos Hijos de
Dios, tenemos que seguir el llamado de Dios y el dictado de la Biblia, y no el
llamado del mundo y los dictados de modas indecorosas. El camino al cielo, es
camino de santidad. Dice en Isaías 35:8 “Y habrá allí calzada y camino, y será
llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él...” Dios es santo y el
camino que conduce a Él, es camino de santidad, porque sin santidad nadie verá
al Señor.
Hermanos y hermanas: si en
nuestra vida aún existen cosas, conversaciones, vocabulario, modas, costumbres,
actitudes, maneras de vivir que no son santas, que no agradan a Dios, es mejor
que nos humillemos en la presencia de Dios, le pidamos perdón y le prometamos
abandonar tales cosas, para entrar plenamente en el camino de la santidad,
porque “SIN SANTIDAD, NADIE VERÁ AL SEÑOR”.
“Gracia y Paz”