EL DESAFÍO DE MIRAR CON LOS OJOS DE JESÚS
Este tema es para todos aquellos que aún no sabemos cómo
controlar nuestras emociones cuando miramos a una mujer. (Por favor lee este
mensaje, solo te tomará unos diez minutos).
Los hombres somos más vulnerables con todo lo que entra
por nuestros ojos, ya que por diseño divino somos atraídos mayormente por
estímulos visuales.
Mantener la pureza sexual en nuestras miradas viviendo en
sociedades tan liberales como las occidentales es un gran desafío para quienes
desean agradar a Dios. Esta batalla se libra casi todos los días en casi todos
los hombres y la mayoría de los que solicitan consejo bíblico al respecto
coinciden en identificar las situaciones de mayor tentación: viajar en medios
de trasportes público, enfrentarse a la publicidad, caminar en la calle rumbo
al trabajo, tratar con colegas vestidas sensualmente, entre otras. ¿Qué pasa
realmente cada vez que ésta batalla se libra? ¿Cuáles son los pasos en la
tentación visual?
Primero se mira, luego se evalúa, luego se rechaza o se
codicia. El sentido de la vista es un don de Dios, pero si parte de un corazón
codicioso, ese sentido será usado para el mal; los ojos se convierten en
instrumentos para el pecado. Obsérvese en este texto el énfasis en el propósito
con el que se mira en ciertas ocasiones:
Mateo 5:28
“Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para
codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”
¿Para qué mira este hombre de acuerdo al texto? Para
codiciar. Esta mirada tiene intensión, quizás muchas veces uno sea engañado
respecto de la intensión del corazón pero de ahí sale el adulterio. Se puede
mirar con diferentes propósitos: para predicar el evangelio, para edificar,
para ayudar, para proteger, para advertir un peligro y muchos otros ejemplos
loables; también alguien puede mirar para agredir, para robar, para matar, para
envidiar o como apunta el texto, para codiciar. ¿Cuál es el propósito con el
cual uso mi vista? Algunos están tan habituados a la codicia en sus miradas que
son derrotados todo el tiempo, no hay otro propósito sino mirar para codiciar.
2 Pedro 2:14
“Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de
pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la
codicia, y son hijos de maldición”
Muchas veces no somos conscientes de un mal propósito
interior, sin embargo, enfrentamos situaciones donde somos tentados a mirar.
Los pasos son los siguientes: Mirar – Evaluar – Rechazar o Codiciar. Analicemos
estos ejemplos: Alguien va caminando rumbo a su trabajo, se para en el semáforo
peatonal esperando cruzar la calle. En la acera de enfrente una joven muy
atractiva con vestimenta sensual. ¿Cómo actúa este hombre?
Primer paso: Mira (nadie va a cruzar la calle con los
ojos cerrados). Segundo paso: Evalúa. Esta evaluación interna le dice si lo que
ve le agrada o no. Aquí hay dos alternativas y que serían el Tercer paso: Si No
le agrada rechaza, ignora o desprecia en su pensamiento y emociones. Aquí no
hay codicia pero hay otros pecados: orgullo, egoísmo, idolatría del yo. Si le
agrada lo que vio, entonces desea y codicia, aquí hay adulterio visual. En
otros términos: si no es bonita, a otra cosa, porque no hay atracción o
satisfacción en verla (nótese que el propósito es puramente egoísta); si es
linda, la desea, pues al mirarla encuentra satisfacción y placer… esto es
pecado: es codicia aunque para muchos sea algo tan frecuente que se prefiere
callar la voz de la conciencia.
Las miradas en la calle ¿Puede alguien tener una buena
intensión y aún así ser tentado con su vista? ¡Claro que sí! Siguiendo con el ejemplo
citado podríamos imaginar a un hombre que ha orado antes de salir de su casa y
desea tener pureza en sus miradas, incluso va pensando en el sermón del domingo
rumbo a su trabajo.
Este hombre está parado junto al anterior en el mismo
lugar, frente a la misma muchacha atractiva. Él también la vio (pues no va a
cruzar la calle con los ojos cerrados) sin embargo, es consciente de su
debilidad y su pecado. Sabe que está siendo tentado pues aunque sea cuestión de
segundos identifica en su enemigo interior (la carne) deseos de “mirar”, pero
también sabe que si mira seguramente caerá en el segundo paso (la evaluación) y
luego será más difícil evitar el pecado. Sea que encuentre placer o no, sabe
que si llega a evaluar la belleza femenina estará tropezando, por esta razón
aplica el principio de la amputación radical.
Mateo 5:29
“Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer,
sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y
no que todo tu cuerpo sea echado al infierno”.
El temor de Dios lleva a este hombre a quitarse sus ojos
que en forma práctica podríamos decir que es mirar para otro lado, mirar fijo
al frente, evitar enfocarse en esa mujer, no dar oportunidad a que su sentido
visual reciba el estímulo que su carne le pide. Esta es la forma de mortificar
su pecado y negarse a sí mismo para honrar a Dios.
¿Se puede mirar sin llegar a evaluar? Hay situaciones
donde tenemos que tratar con alguien y no podremos mirar para otro lado.
Posiblemente serán situaciones más fuertes de tentación que desearíamos evitar,
si pudiéramos. ¿Qué haríamos entonces? Tenemos en la Biblia una enseñanza
central para no caer frente a tentaciones como estas. La vida y el ejemplo de
Cristo. El habló con mujeres y sin duda las miró a los ojos con pureza. Los
ojos de Jesús no se enfocaron en partes del cuerpo de ellas; no las evaluó en
su atractivo físico; él quería hacer la voluntad del Padre y eso incluía en
muchas oportunidades tratar con mujeres (la mujer Samaritana, Marta y María, la
mujer que ungió sus pies con perfume, María Magdalena y otras) y sus miradas
fueron santas en todo tiempo.
La Palabra de Dios nos llama a la pureza visual, la
enseñanza de Cristo nos confronta con la gravedad del pecado con nuestros ojos;
somos instados a poner en práctica el principio de la amputación radical para
evitar caer en el pecado y finalmente, somos llamados a seguir el ejemplo de
pureza de Jesús al mirar a las mujeres cuando tengamos que hacerlo. ¿Cómo puede
alguien vivir de este modo? Por fe, solamente por fe verdadera y genuina en el
Señor y su Palabra.
Hebreos 10:38
“Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no
agradará a mi alma”.
¿Has experimentado la gracia de Cristo que te salva de
tus pecados? Recordemos que un día daremos cuentas ante él de todas nuestras
miradas.
Hebreos 4:13
“Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su
presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de
aquel a quien tenemos que dar cuenta”.
¡Gracia y Paz!
© Adrián Passarelli. Este material es de libre
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