Hechos 26:19-25
“Por lo cual, oh
rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, sino que anuncié primeramente
a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los
gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas
de arrepentimiento. Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el templo,
intentaron matarme. Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el
día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de
las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: Que el
Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos,
para anunciar luz al pueblo y a los gentiles. Diciendo él estas cosas en su
defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven
loco. Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras
de verdad y de cordura”.
Cuentan que en
una ocasión, un hombre de buena apariencia se paró en una esquina en el
transitado centro de la ciudad de Nueva York. Mientras los transeúntes
caminaban de prisa de un lado a otro, él levantaba solemnemente su brazo
derecho, señalaba a la persona que le quedaba más cerca, y decía en voz alta:
"¡Culpable!" Luego, se detenía por unos momentos, y con la misma
expresión severa en su rostro, se dirigía a otra persona y de nuevo lanzaba la
condenatoria palabra: "¡Culpable!" La mayoría de aquellas personas
quedaban momentáneamente paralizadas, permanecían por un momento mirando a su
acusador, entonces se daban la vuelta y se alejaban de prisa, pensando que
aquel hombre, sin duda alguna, estaba loco.
Ahora bien, si
ese hombre estaba loco, como muchos pensaban, era un loco que decía la verdad. La Biblia dice en Romanos
3:23: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. De
esto no debe quedarle duda a nadie, todos somos pecadores, somos culpables de
nacimiento, pues el pecado original cometido en el huerto del Edén pasó de
generación en generación y llegó hasta nosotros. Esto dice la Biblia en Romanos 5:12. Lo
maravilloso es que Dios, en su infinita gracia y misericordia, envió a su Hijo
Jesucristo para que él pagara por nuestra culpa en la cruz del Calvario, y de
esta manera perdonarnos y justificarnos. Así dice Romanos 3:24: “Siendo
justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en
Cristo Jesús”. Así que todo aquel que cree y acepta este sacrificio deja de ser
culpable ante los ojos de Dios.
Es precisamente
este mensaje de salvación el que predicaba el apóstol Pablo en Jerusalén,
cuando fue acusado falsamente por los sacerdotes y otros influyentes judíos de
la ciudad. En el pasaje de hoy, Pablo está defendiendo su actitud ante el rey
Agripa. Entonces Festo, el gobernador romano de Judea, le dijo: “Estás loco,
Pablo; las muchas letras te vuelven loco”. O sea, “Has estado estudiando tanto,
tienes tanto conocimiento que te has vuelto loco”. Pero Pablo le contestó: “No
estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura”.
Ciertamente para el mundo estas palabras de verdad son locura, pero para los
que hemos creído son salvación y vida eterna. Así lo afirmó Pablo en su primera
carta a los corintios: “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se
pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1
Corintios 1:18).
Entonces,
considerando esta enseñanza, ¿eres o no eres culpable? Si has aceptado a
Jesucristo como tu salvador, la sangre derramada en la cruz del Calvario ha
limpiado tus pecados y has sido declarado “no culpable”, es decir has sido
justificado. ¡Gloria a Dios por ello! Ahora bien, si no has aceptado a
Jesucristo como tu salvador eres culpable. Pero Dios te ofrece el indulto y el
perdón absoluto de todos tus pecados. Para obtenerlo sólo tienes que creer que
Jesús es el Señor, y que murió en la cruz por tus pecados y que Dios le levantó
de los muertos. La Biblia
dice en Romanos 10:9 que si lo crees en tu corazón y lo confiesas con tu boca
serás salvo, es decir dejas de ser culpable, obtienes el regalo de la vida
eterna.
ORACIÓN:
Padre santo,
gracias te doy por el precioso regalo de la salvación a través del sacrificio
de Cristo. Gracias porque su sangre ha lavado mis pecados y ahora sé que he
sido perdonado y ya no soy culpable, y que viviré junto a mi Señor por toda la
eternidad. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla