Salmo 42:11
"¿Por qué
te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios;
porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío".
Cuando una
persona está "abatida" siente que no tiene fuerzas para seguir
adelante, o sea está desanimada, su ánimo está por el piso (una definición de
"abatir" es derribar, echar por tierra). Este pasaje nos muestra que
existe un diálogo interior en la vida de una persona que está abatida y
turbada. Esa persona, quizás en períodos de crisis, entabla una conversación
consigo misma haciéndose preguntas, buscando una explicación o una solución a
su estado de ánimo. Cuando el abatimiento profundiza en la mente y el espíritu,
la persona puede llegar a la depresión y hay casos en que el final ha sido el
suicidio. De aquí la importancia de enfrentarse al abatimiento lo más pronto
posible y eliminarlo totalmente. Claro que cuando una persona no tiene ánimo,
ni fuerzas, ni deseos de luchar es mucho más fácil decirlo que llevarlo a cabo.
Muchos
comentaristas bíblicos perciben en el pasaje de hoy la voz de David mientras
vagaba en el exilio durante la rebelión de su hijo Absalón. En su diálogo
interior, él expresa la necesidad de esperar en Dios, y de alabarle sacando
fuerzas de donde no hay. Ciertamente es casi imposible para un ser humano
alabar a Dios en medio de un estado de depresión. Sin embargo él es el único de
quien podemos esperar las fuerzas para levantarnos del piso. Por lo tanto,
reconociendo esta verdad, debemos hacer un esfuerzo y clamar al Señor. En el
Salmo 119:25, vemos otro ejemplo en el que el salmista expresa su estado de
abatimiento y se dirige a Dios en busca de ánimo. Dice: “Abatida hasta el polvo
está mi alma.” Entonces clama a Dios diciendo: “¡Vivifícame según tu palabra!”,
es decir: ¡Revíveme, levántame, dame fuerzas Dios mío, conforme a tus promesas!
A través de toda
la Biblia, de
Génesis a Apocalipsis, miles de promesas de Dios nos exhortan a venir a él en
busca de descanso para nuestras almas, en busca de reposo, de gozo, de paz.
Dios nos asegura que él puede cambiar nuestro lamento en baile (Salmo 30:11:
“Has cambiado mi lamento en baile; desataste mi cilicio, y me ceñiste de
alegría”); nuestra tristeza en gozo (Salmo 16:11: “Me mostrarás la senda de la
vida; en tu presencia hay plenitud de gozo”); nuestras tormentas en paz (Marcos
6:51: “Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron
en gran manera, y se maravillaban”). Cuando nos encontremos en una situación
difícil que puede traer abatimiento a nuestras vidas y echar nuestro ánimo al
piso no busquemos la solución en otro lugar que no sea el trono de la gracia de
Dios, al cual podemos llegarnos con toda confianza. Dice Hebreos 4:16:
“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar
misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Ese oportuno socorro
sólo podemos encontrarlo en el Señor. ¿Por qué buscar en otro lado?
El profeta
Isaías hizo la siguiente profecía: “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre
mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los
abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los
cautivos, y a los presos apertura de la cárcel” (Isaías 61:1). Más de 800 años
después Jesús dece las mismas palabras frente a un grupo de judíos en la
sinagoga (Lucas 4:18), y finaliza diciendo: “Hoy se ha cumplido esta Escritura
delante de vosotros”. Han pasado casi 2,000 años desde que Jesús hizo esta
declaración, pero estas palabras aun están vigentes, y totalmente a la
disposición de todo aquel que cree que él vive y tiene poder para cambiar
radicalmente una vida.
Si te sientes
rodeado de una nube de abatimiento y turbación, si no tienes ánimo porque las
circunstancias te han derribado, aférrate de Dios y recibirás aliento del
cielo, suficiente para ordenarle a tu alma que deje de turbarse y se renueve en
alabanza y gratitud al Señor. Comienza a alabar a Dios ahora mismo, aunque no
sientas deseos. Continúa alabándole, insiste hasta que su paz y su gozo te
inunden.
ORACIÓN:
Señor, dame las
fuerzas para sobreponerme a mi estado de abatimiento. Haz que tu Espíritu Santo
cambie mi desánimo y turbación en alabanza. Yo te pido, si es tu voluntad, que quites
de de mi esta depresión y tristeza que me consumen, en el nombre poderoso de
Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla