Nehemías 6:3
“Y les envié
mensajeros diciendo: Yo hago una gran obra, y no puedo ir; porque cesaría la
obra, dejándola yo para ir a vosotros”.
Todo ser humano
que decide emprender una carrera siempre encuentra obstáculos que debe librar.
Son muchas las adversidades que deben enfrentarse los hombres y mujeres que
caminan rumbo a una meta trazada. Nunca nadie que inició algo lo hizo sin haber
atravesado muchas dificultades. Tal es el caso de Nehemías, un hombre de Dios
que sirvió como copero del rey Artajerjes I en tiempos posteriores al exilio
del pueblo judío y quien juntamente con Esdras y Zorobabel fueron de los
precursores de la reconstrucción del templo Jerusalén. Luego que el pueblo
judío fue cautivo a Babilonia, las condiciones en las que se encontraba aquella
ciudad eran deplorables. Era grande la ruina de Jerusalén y todo la región de
Judá. Las guerras que se habían librado años atrás habían borrado completamente
la majestuosidad que por muchos años deslumbró a otras naciones. La grandeza
que el pueblo tuvo había desaparecido completamente, no quedaban mas que ruinas
y escombros.
Años atrás el
templo de Dios había sido reconstruido por Esdras y Zorobabel, pero aun estaba
sin muros la ciudad, estaban expuestos a saqueadores y enemigos que quisieran
atacarlos. Esto provoca un gran dolor en Nehemías, a tal grado que cuando
recibe la noticia de las condiciones en las que se encontraba la gran Jerusalén
y las condiciones de vida de sus hermanos, lloró amargamente, hizo duelo, luego
ayunó y oró a Jehová por algunos días. Es a partir de esa gran precariedad que
Nehemías emprende la enorme tarea de reconstruir los muros de Jerusalén,
mejorar las condiciones de sus hermanos y restablecer el orden dentro de la
sociedad. Bajo ningún punto de vista fue fácil todo lo que debió enfrentar
Nehemías para alcanzar sus metas. Primero porque no era un hombre libre, él
fungía como copero del rey y por lo tanto no decidía en ningún momento lo que a
él le satisficiera. Además la distancia entre una ciudad y otra era
considerable, también, el camino hacia Jerusalén estaba rodeado de enemigos que
podían matarlo por lo tanto necesitaba cartas que lo autorizaran para poder
transitar libremente sin correr riesgo alguno. Así mismo debía conseguir los
materiales para la obra que habría de realizar. Nehemías también necesitaba
reclutar al personal necesario para llevar a cabo la reconstrucción de los muros.
Pero no solo eso sino que sumado a todo lo anterior existían tres hombres,
Sanbalat, Tobías, y Gesém, el árabe, quienes se convirtieron en los principales
enemigos de Nehemías y buscaban la manera de hacerlo desistir de su misión.
Estos hombres lo amenazaron, lo acechaban constantemente, buscaban interrumpir
la obra que Nehemías realizaba. Hicieron lo imposible porque no terminara la
reconstrucción de aquellos muros. Fueron necesarios ciento cincuenta días para
terminar la reconstrucción de los muros. Ninguno de los anteriores obstáculos
descritos impidieron que Nehemías terminara lo que había empezado.
Entonces surge
la pregunta: ¿cuál fue la clave de todo esto? La clave fue que: Nehemías en
ningún momento se permitió caer en ninguna distracción de las que se le
presentaron. Tampoco dejó que ninguna de las adversidades que enfrentó lo
desviaran de la meta que se había trazado. Nunca vio como demasiado grandes los
obstáculos que aparecían en su camino, porque siempre estuvo puesta su mirada
en la meta que debía alcanzar. Para ello, todo hombre necesita tener
convicciones firmes. Quien no las tiene lo mas seguro es que nunca logre nada
en su vida. En este pasaje se pueden apreciar esas convicciones en la persona
de Nehemías. El debía terminar la reconstrucción. Cuando lo mandan a llamar
para reunirse con sus enemigos, la respuesta fue tan convincente, tan clara y
tan firme que no permitió nada que lo moviera de sus metas.
Esta respuesta,
además nos permite entender que somos nosotros los que decidimos finalmente si
nos detenemos o continuamos haciendo lo que anhelamos. Pero nuestro gran
conflicto hoy, en pleno siglo XXI, es que vivimos en una sociedad donde existen
múltiples distractores. Los distractores son todas aquellas actividades que
realizamos y que interfieren entre nosotros y nuestras metas. Uno de los
distractores mas habituales de hoy día son las redes sociales, la juventud
actual y aun los no tan jóvenes, cuentan con al menos una de las tres redes
sociales mas famosas que existen en internet. Muchos incumplen con tareas del
colegio y algunas otras responsabilidades por dedicar gran parte de su tiempo a
las redes sociales. Otros por ejemplo ponen su mirada en los obstáculos y los
problemas que les suceden mientras se encaminan hacia lo que están buscando.
Cabe repetir una vez mas que detractores u opositores siempre van a existir.
Nehemías los tuvo, Jesús los tuvo, el apóstol Pablo los tuvo, y así puede
continuar la lista de personajes importantes que tuvieron que enfrentar a
personas que intentaron hacerlos desistir.
Pero Nehemías lo
consiguió porque estaba firme, seguro, no dudó, no permitió que las
distracciones lo desviaran de lo que se había trazado. Se propuso reconstruir
los muros y lo logró. Debemos entender entonces que mientras trabajamos en la
obra de Dios menos debemos distraernos, porque el enemigo siempre anda buscando
la manera de hacernos dudar de nuestras capacidades. Nos anda poniendo trampas
para que caigamos y no continuemos haciendo el ministerio que desarrollamos.
Mas dramático es aun saber que dentro de la misma milicia de Dios existen
personas que buscan oponerse a lo que tu emprendes. Se les olvida que
batallamos para el mismo ejercito y peleamos la misma guerra. Pero nada de eso
debería importar porque Dios no permite que desmayemos. No lo hizo Nehemías, no
debemos hacerlo nosotros. Porque cuando alcanzamos lo que nos hemos propuesto
los resultados son tan descomunales que muchos reconocerán que Dios todo el
tiempo estuvo con nosotros y que fue gracias a Él que pudimos lograrlo. Si lo
que emprendes es para honrar a Dios, Él va proveer los recursos necesarios, y
también va remover a cualquiera que intente interponerse. Solamente no te
permitas distraerte, porque la obra de Dios no se detendrá solo tendrá a otros
personajes haciéndolo. Así que has tu lo posible y deja que Dios haga lo
imposible.
“Gracia y Paz”
Percy Palacios
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