¿Qué es y cómo aplicar La
Doctrina del Pecado al Matrimonio?
Mientras no tomemos en serio la doctrina bíblica del pecado aplicada a
nuestros matrimonios, siempre estaremos ocupados en los conflictos, pero no
llegaremos a la raíz del problema. Esto sugiere que muchos cristianos no están
atendiendo la raíz del problema. Al interpretar sus problemas de una manera no
bíblica, no están recibiendo ayuda verdadera que los lleve al cambio.
Debemos comenzar a entender la naturaleza y el efecto del pecado, si
queremos comprender cómo afecta en nuestro matrimonio. El pecado logra su
objetivo en nosotros cuando nos convence de que somos víctimas. ¿Qué significa esto?
Cuatro indicadores de que tenemos una doctrina funcional del pecado:
1.- Estamos más conscientes de ser pecadores que de ser
víctimas del pecado de otros. ¿Cuál
es el mayor estorbo en tu matrimonio? Cuando pensamos en esta pregunta
inmediatamente pensamos en las acciones, palabras o actitudes de nuestro
cónyuge. Pero ahora reconsideremos la respuesta de Pablo en 1 Timoteo 1:15
“Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy
el primero”. Mientras más crecía Pablo
en su relación con Dios más crecía su consciencia de su pecado y de su
necesidad de la Gracia
de Dios. Nada puede ser más vital e importante para nuestro matrimonio que nos
veamos como los “primeros” entre los pecadores.
Cuando pecamos en nuestros matrimonios, Dios es la más grande víctima y
subsecuentemente ese pecado es lo más destructivo en nuestra relación
matrimonial. Lo que destruye un matrimonio no es el alejamiento del cónyuge,
sino el alejarse de Dios primero. Nuestro pecado atenta primero en contra de
Dios y luego contra nuestro cónyuge.
Cada pecado que cometemos es primero en contra del ser más grande del
universo. Por eso todos los problemas maritales se tratan de personas que han
perdido la consciencia de la grandeza de Dios y de su pecado con referencia a
Él.
Estaremos yendo en la dirección del cambio cuando estemos más conscientes
de ser pecadores, que de ser víctimas del pecado de otros.
2.- Sospechamos más de nuestros propios motivos que de
nuestro cónyuge. Aunque hemos sido
liberados del dominio del pecado, todavía tenemos que colaborar con el Espíritu
Santo para mortificar los actos de la carne. Esta guerra espiritual tiene un
efecto especial en nosotros. Está diseñada para hacer más profunda nuestra
necesidad de Dios al hacernos conscientes de la profundidad de nuestro pecado. Cuando
una persona entiende cuán pecadora es, llega a ser una persona que celebre y
goce la gracia de Dios.
El proyecto principal para nuestro matrimonio no es reformar a nuestro
cónyuge, sino mortificar nuestro propio pecado. No se trata de estar
sospechando, evaluando y analizando en demasía los motivos de nuestro cónyuge,
sino de mortificar y sacrificar nuestro propio pecado.
Al preguntarnos ¿Qué es lo que está mal en mi matrimonio? debemos
responder: “Yo soy”. El punto clave es
que el matrimonio se trata de dos pecadores viviendo juntos para ser
santificados dentro del contexto de la unión conyugal. Dios usa el matrimonio
como un medio de gracia para llevarlos a la madurez.
Cuando entendemos la realidad del pecado interior y esa convicción está
funcionando en nuestro matrimonio ocurrirá lo siguiente: En el caso de un
conflicto, primero examinamos nuestro propio corazón y luego nos dirigimos a
nuestro cónyuge sospechando de nuestros motivos, no estando convencidos de que
tenemos razón, sino considerando seriamente la posibilidad de estar
equivocados. Cuando estás consciente del pecado residente cambia el tono con el
que te acercas a tu cónyuge. ¿Puedes imaginar el impacto positivo en un
matrimonio en el que los cónyuges sean intencionales en examinarse y sospechar
cada uno de sí mismo en primer lugar?
3.- Afirmamos que las circunstancias no causan el pecado
sino sólo lo hacen evidente.
Mateo 15:10-11 y 19
“Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los
adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las
blasfemias”.
Puesto que Dios es grande en misericordia para con nosotros, permite
circunstancias en nuestras vidas que expongan lo que hay en nuestros corazones.
Dios diseñó el matrimonio para que tengamos ocasión de ver en realidad lo que
hay en nuestros corazones.
Las tentaciones, pruebas, tribulaciones y cosas semejantes no inyectan
pecado a nuestro corazón. Sino revelan el
pecado que hay en nuestro corazón.
4.- Saber arrepentirnos y confesar nuestros pecados a
Dios y a nuestro cónyuge. Un
matrimonio que practica el arrepentimiento será un matrimonio que experimente
profundidad e intimidad. Por el contrario, en el matrimonio donde no se
practica regularmente el arrepentimiento, habrá todo tipo de conflictos.
Creo que todos los que creemos en la doctrina bíblica del pecado deberíamos
preguntarnos ¿Cuán a menudo confieso mis pecados a mi cónyuge?
Muchos matrimonios cristianos dicen que confiesan sus pecados pero sin
admitir nada en realidad. Como si fueran políticos dando explicación de sus
acciones dicen cosas como: “Siento mucho que mis acciones se hayan
malinterpretado”; “Si en algo te ofendí, te pido disculpas”, etc. Pero debemos
ser diligentes en que nuestras confesiones no terminen echando la culpa sobre
nuestro cónyuge, sino que reconozcamos nuestras acciones pecaminosas tal y como
Dios las ve y describe. No es lo mismo
decir: “Tuve un desliz” a decir “Adulteré o fui infiel”.
Una de las mejores maneras de cultivar la intimidad en nuestro matrimonio
es confesando humildemente nuestros pecados el uno al otro. Donde hay confesión
de pecados encontraremos una gran humildad, y la humildad creara intimidad
entre los cónyuges. La intimidad forja una unión que dura toda la vida.
Después de toda esta reflexión, ¿Qué te ha mostrado Dios de tu matrimonio? ¿Qué
se ha revelado de tu relación con tu cónyuge? ¿Cómo estás aplicando la doctrina
bíblica del pecado en tu matrimonio?
“Gracia y Paz”
Edificando Matrimonios
conforme al propósito de Dios
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Dave Harvey