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martes, 17 de septiembre de 2013

EL VASO DE AGUA



“Un conferencista hablaba sobre el manejo de la tensión.

¿cuánto pesa un vaso con agua?

Levantó un vaso con agua y preguntó al auditorio:

¿Cuánto creen ustedes que pesa este vaso con agua?

Las respuestas variaron entre 20 y 500 gramos.

Entonces el conferencista comentó:

En realidad no importa el peso absoluto, aquí depende de cuánto tiempo voy a sostenerlo.

¿cuánto tiempo lo sostendré?

Si lo sostengo por un minuto, no pasa nada. Si lo sostengo durante una  hora, tendré un dolor en mi brazo.

Si lo sostengo durante un día completo, tendrán que llamar una ambulancia.

Pero es exactamente el mismo peso, pero entre más tiempo paso sosteniéndolo, más pesado se volverá.

Si cargamos nuestros pesares, rencores u odios todo el tiempo, luego, más temprano o más tarde ya no seremos capaces de continuar. La carga se irá volviendo cada vez mas pesada y entonces vendrá la desesperación e incluso la falta de deseos de vivir.

Por eso al final de cada día, es muy importante que bajemos el vaso de agua, de esa manera tendremos menos estrés y despertaremos bien.

Hermano, hermana… ¡¡Suelta tus cargas!!, ¡¡perdona y anímate a ser feliz!!,  ¡¡vive!!,  ¡¡sé feliz!! Y ante todo: “¡¡Sé libre de las ataduras del pasado!!”

La Palabra de Dios nos dice: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo PESO y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” (Hebreos 12:1).



“Gracia y Paz”

¿CÓMO VES TÚ EL PECADO?



1 Juan 1:8-10
“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”.

Es fácil encontrar en este mundo personas que no sienten responsabilidad alguna por sus pecados. La mayoría de ellos ni siquiera piensan que han cometido pecados. Viven su vida en la búsqueda constante de la satisfacción de sus deseos, y para ellos Dios no existe. El resto de las personas están más o menos concientes de que están haciendo “algo malo”, pero generalmente encuentran alguna excusa por medio de la cual justificar sus acciones. Unos atribuyen su comportamiento al medio ambiente, o a su carácter o temperamento, a un factor hereditario, o a su condición física, o a cualquier otra razón. Otros dicen que fueron engañados y llevados por un camino extraviado. Esta fue precisamente la actitud de Adán y Eva cuando Dios los confrontó después de haber cometido el primer pecado al desobedecer comiendo la fruta prohibida. Dice Génesis 3:12-13: “Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí”. Desde aquel momento, es característico de todo ser humano hacer todo lo posible por quitarse de encima toda responsabilidad por sus acciones pecaminosas.

El profeta Isaías afirmó lo siguiente: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas” (Isaías 53:6). Y Romanos 3:23 dice: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Todos, absolutamente todos los seres humanos hemos pecado de una manera u otra. Sin embargo hay algunos que hasta se sienten ofendidos si se les llama pecadores. Su error consiste en que consideran “pecado” solamente las acciones verdaderamente criminales, como asesinar a alguien, robar un banco, o algo por el estilo. Lo cierto es que la palabra griega que se utiliza en el pasaje de hoy para definir el pecado es “jamartia”, que significa literalmente “errar al blanco”. Es decir, no importa si hemos errado por un metro o por un centímetro, lo fundamental es que no dimos en el blanco. Pecar es, simplemente, apartarnos de las normas y preceptos establecidos por Dios. Pecamos cuando desobedecemos los principios divinos y aplicamos a nuestras acciones nuestros propios conceptos, cuando no somos las personas que debiéramos haber sido (buenos padres o madres; buenos esposos o esposas; buenos hijos, empleados, amigos, etc.). Todo esto es pecado, y nos incluye y compromete a todos sin excepción. Está muy claro en el pasaje de hoy que “si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos”. Y aun peor, “si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”.

Pero hay buenas noticias. Este pasaje también nos dice que, en su infinita misericordia, Dios está dispuesto a perdonarnos “si confesamos nuestros pecados”. Esta es, en resumen, la esencia de la vida cristiana: primero reconocer nuestro pecado y después arrepentirnos y acudir a Dios en busca de ese perdón que puede cancelar el pasado, y de esa limpieza que puede restaurar nuestro presente y asegurarnos la victoria en nuestro futuro. Cuando venimos a Dios con un corazón humilde y sinceramente arrepentido, él nos ve a través de la sangre preciosa de su Hijo derramada en la cruz, y, como dice el pasaje de hoy, nos limpia “de toda maldad”.

ORACIÓN:
Amante Padre celestial, te ruego me ayudes a reconocer mis pecados, y a venir ante tu trono de gracia confesándolos de todo corazón y buscando tu perdón. Te doy gracias por estar siempre dispuesto a perdonarme. En el nombre de Jesús, Amén.


“Gracia y Paz”
Dios te Habla


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